Una verdadera joya libresca cayó en mis manos hace 20 años. Le he dado vueltas y vueltas a este libro como un Nerdhental detrás de un hacha que le permitirá hacer fuego. Se trata nada mas y nada menos que una edición autografiada del famoso pero no tan visto libro del ex presidente Troncoso De la Concha, historiador quien publicara en edición de 1946 esta obra titulada "La Génesis de la Convención Dominico Americana". Como sabrá el lector, el libro trata de lo que dice el título: todo lo que vivió el país a raíz de los dramáticos procesos de endeudamiento en que se incurrió durante los últimos años del siglo XIX.

 

El libro es una una especie de obra maestra en miniatura no porque Troncoso haya decidido hacer un tratado en defensa histórica de la Convención Trujillo-Hull (Bernardo Vega recuerda que Trujillo quería fotografiarse con Roosevelt y no lo logró), sino porque tiene bien claro el contexto histórico de los tratados. Sabe, por ejemplo, de la inestabilidad política que sirvió de marco a todos los procesos financieros que comenzaron con la visión charlatana de Lilis de apoderarse de los dineros de la Hacienda Pública confundiendo su patrimonio personal con el patrimonio del país, algo que repetiría otro caudillo dominicano que duró mas de 30 años en el gobierno.

 

No haré una crónica de todo lo que dice el libro- tarea dejada a los historiadores y a los políticos y economistas- sino que diré que el libro es bueno por varias razones: uno, se analiza lo que ocurrió en el país desde la ley del 9 de agosto de 1897 que implicó el control norteamericano de nuestra hacienda y que se hizo efectivo mediante el Laudo arbitral del 14 de julio de 1904 y el modus vivendi del 31 de Marzo de 1905, procesos que terminarían con los tratados definitivos del 8 de febrero de 1907, y el 27 de diciembre de 1924.

 

Dos, el libro tiene anexos que incluyen los varios documentos que desembocaron en la convención: el convenio con el Conde de Oksza (1888), la ley de la consolidación de la deuda (1897), el Protocolo (1903), el laudo (1904), los dos primeros proyectos de la convención (1905), el Modus Vivendi (1905), el Plan de Ajuste (1907), la primera convención (1907), y la segunda convención (1924). Todos estos instrumentos quedaron revocados con la convención Trujillo-Hull de septiembre de 1940.

 

Lo que dice el libro está claro: después de Harmont vino Westendorp y luego vino la Improvement (a los banqueros les gusta decir SDIC: Santo Domingo Improvement Company que recordemos tenía sede en New Jersey), datos que sabe cualquier estudiante de bachillerato con cierto nivel de curiosidad. Sin embargo, lo importante del libro son sus detalles. Por ejemplo, después que Lilis metió al país en tantos entuertos productos de su ambición y maldad, se dió un proceso de saneamiento de la deuda llevado a cabo por el hábil y diestro Francisco Henríquez y Carvajal, quien hizo una verdadera obra maestra en Europa ante los acreedores francobelgas y franceses.

 

No puedo sintetizar este libro -aunque breve-,  en unos cuantos párrafos. Se recuerda la visita de William F. Powell, enviado extraordinario y ministro plenipotenciario de los Estados Unidos en Haití y Charge de Affairs en Santo Domingo, quien vino junto al inefable Jhon T. Abbot, vicepresidente de la Improvement para buscar soluciones. Lo dramático del caso es la inestabilidad política que vivía el país en esa época como lo demostró el derrocamiento de Jiménez por Horacio Vázquez el 26 de abril de 1902. Luego, Woss y Gil derroca a Vázquez. Luego, este cae y se instala Morales. Todo el libro es una crónica de nuestras crisis financieras. Al punto que el lector se da cuenta del embrollo político en que se metió al país con el endeudamiento, al punto que todos los gobiernos que siguieron tuvieron que manejar y disponer medidas para controlar el crítico proceso de administrar unas finanzas con “la soga al cuello”.

 

Las palabras del profesor Hollander cuando intentaba distinguir las deudas de la nación de las del patrimonio particular de Hereaux, que las había hecho confundir en los libros de contabilidad de la Republica, en un informe que le dirigió al presidente Roosevelt, describiendo la situación del país habló de “carnaval financiero”. El profesor Andreades, autor de un tratado sobre las finanzas internacionales, profesor de la Universidad de Atenas, aclara que, “el joven Estado ha practicado casi todas las formas de bancarrota que conoce la historia de las finanzas”.

 

Lo que quiero significar trayendo a colación el tema es que se nos ha dicho durante décadas que podemos endeudarnos y endeudarnos. Pero cuál fue la calidad de vida de los ciudadanos y del país durante esos años de limitaciones y de pagos a los tenedores de bonos europeos?

 

Quiero citar a Troncoso cuando cita a los amigos de Lilis: "Amigos de Hereaux contaban después de su muerte que el solía exclamar cínicamente: -Yo digo como Luis Quince: después de mi el Diluvio."

 

Una curiosidad no botánica: en 1905, en la celebración de la exposición de Lieja, el cónsul dominicano en Bélgica, José Penso se empeñó en que República Dominicana figurara entre los exponentes. Se hizo un pabellón que se logró con grandes esfuerzos por el presidente Morales pues el país tenía penurias. Uno de los días de la exposición, fue a visitar el rey Leopoldo II y al llegar al pabellón dominicano siguió adelante. Penso, que esperaba al monarca, fue adelante y le rogó que lo honrara con su presencia. El rey respondió: "Estoy muy enojado con ese país."  Penso insistió:  Sire, le ruego no causarnos ese gran dolor a mi gobierno y a mí, que tanto hemos trabajado para instalar este pabellón." El rey entró al pabellón. Tuvo palabras de elogio para algunas cosas que vio. En un momento dado se detuvo frente a una exposición fotográfica de mujeres dominicanas, entre las cuales se hallaba la señorita Eladia Ravelo (después doña Eladia Ravelo de González)." Que linda!", exclamo. "Es dominicana?" -Sí, majestad, respondió Penso. Acercándose a este le dijo al oído: "Que lástima que una mujer tan bella sea de un país de tantos pícaros!".

 

Ciertamente, la deuda no pagada con acreedores belgas, alemanes, franceses e ingleses ascendía para la fecha a unos 34 millones de dólares, una suma nada despreciable para la época, deuda que a Lilis no le dolía mucho. Algo que algunos neo-lilisistas celebran como si se tratara de un líder redivivo para las nuevas causas ideológicas de un país de alineamientos sicológico-políticos bastante enrevesados.

 

Actualmente la deuda dominicana se calcula a junio de 2013 en unos RD$67,233.5 millones, amortización RD$46, 472.1 millones, intereses y comisiones 20,761.4 millones. Endeudar es detonar el gatillo para mas fiesta que tendremos que pagar y no tan lejos en el tiempo.