Toda revolución está llamada a convertirse en una expresión conservadora. El destino de los revolucionarios, que predicaren con ahínco la necesidad de un cambio profundo en el orden político o constitucional, es el de terminar defendiendo la permanencia del sistema que se instauró tras la revuelta.  Por su puesto, algunos serán más inteligentes y continuarán llamando “revolución” a su victoria, pero aun así no dejara de ser una articulación conceptual con tendencias de adoctrinamiento.

El revolucionario más aguerrido debe alistarse para el cambio de paradigma, pues en algún momento deberá defender lo alcanzado haciendo uso de los criterios más conservadores.  Una revolución, cuando se configura con el fin de transformar el sistema imperante, se desarrolla sobre una fórmula impresionantemente sencilla: La de sustituir un valor por otro desplazando de sus posiciones a los agentes que lo mantienen.

Una revolución se define, generalmente, como un cambio profundo y normalmente violento de las estructuras vigentes. No puede sucederse una revolución si no coexisten dos fuerzas antagónicamente contrapuestas; por un lado “los reaccionarios”, aquellos que luchan por mantener intacto el sistema que pretenden mantener, y por otro lado los “revolucionarios”, es decir, los partidarios por el cambio radical y total. Revolucionarios y Reaccionarios, ambos representan valores dialécticamente contradictorios, que convergen en una reyerta contraponiéndose uno de otro. A los reaccionarios podemos llamarle conservadores, los cuales dejarán de serlo una vez triunfe la revolución, pasando a ser conservadores aquellos que una vez lucharon como revolucionarios.

Uno de los ejemplos recientes, pero más sensible con respecto de lo aducido, es el caso particular de la llamada Revolución Bolivariana en Venezuela. Partiendo del concepto básico de “Revolución”, la de la Republica Venezolana encuentra su fundamento en la Constitución Bolivariana del año 1999. Al través de la reforma constitucional, hubo una variación profunda del Poder Público (con el reconocimiento de 5 poderes del Estado) y de la identidad de la patria misma; pues el país cambia su nombre oficial al de República Bolivariana de Venezuela.

Efectuados los cambios, sus principales dirigentes continuaron desde el poder llamando Revolución Bolivariana al proceso que, antes de ser un movimiento en curso, era ya una realidad latente. Objetivamente, la revolución terminó cuando se reformaron los poderes públicos y cuando la clase revolucionaria, encabezada por el comandante Hugo Chávez, se asentó en el poder. Los que defendían la tesis de la Revolución Bolivariana, con sustento teórico en el llamado Socialismo del Siglo XXI, debían ahora consolidar desde el poder el sistema impuesto, y para ello debieron convertirse en una clase conservadora y reaccionaria a todo afán de volver al sistema desplazado.

Por otro lado, ¿No eran acaso revolucionarios los hombres que, junto a Fidel Castro, participaron en el asalto al cuartel Moncada y a la Revolución Cubana? ¿Y no fueron luego conservadores los mismos hombres que, tras el triunfo, se asentaron en el poder para gobernar a Cuba por más de 40 años? Es normal, pues el destino manifiesto de toda revolución exitosa es la de convertirse en el nuevo Statu Quo el cual, para bien de la Revolución, debe defenderse a cualquier costo.

Tras una revolución, sucedida al estilo cubano, resulta imposible el establecimiento de un sistema democrático representativo. Las fuerzas que confluyen en la disputa quedan resentidas y, sobre todo los vencidos, harán lo que fuese necesario para recobrar el espacio perdido. La libertad constituye, para los revolucionarios en el poder, un escenario de riesgo que no deben permitirse. Por ello, un sistema totalitario, cuando no represor, será siempre la consecuencia natural de las revoluciones triunfantes.

Como se trata ahora de mantener el sistema recién impuesto bajo el esquema del totalitarismo, la “revolución” hace precisa la asistencia de medios de comunicación para difundir las ideas que, fungiendo como aliciente de la población, deben expresar las razones de tan profundos cambios. Al final, los revolucionarios se constituyen, pues, en actores conservadores, totalitarios, y por demás manipuladores de la opinión pública.

Vale preguntarnos ¿Es la Revolución mala o buena, al considerar lo antes dicho? Será una cosa u otra dependiendo de los propósitos. Si los conservadores y reaccionarios justifican los medios con el fin, al afirmar que “El fin justifica los medios”, ¿Porque los revolucionarios que aspiran a una sociedad más justa no pueden sostener el mismo criterio?  La violencia y el totalitarismo encontraran justificación en el revolucionario siempre que sirvan como herramientas para la construcción de un mundo mejor.