Mientras Estados Unidos regateaba su participación en acuerdos internacionales y amenazaba con abandonar o abandonaba algunos organismos multilaterales, concentrando sus esfuerzos en Medio Oriente, descargando en esa región todo el fuego de su tecnología destructiva en alianza con sus escuderos de Europa, con quienes jugó también a desestabilizar el Magreb, el mundo orientaba sus pasos en otra dirección; pues en lo que las fuerzas dominantes desandaban sus estelas geopolíticas, las emergentes se abrían camino al ritmo de un oleaje de cambios con un horizonte inmenso e inexplorado, pero con mayor orientación que las tres carabelas españolas que comandaba Cristóbal Colón, y conscientes de que avanzaban hacia territorios en los que, además de especias, encontrarían toda suerte de riquezas naturales, que combinadas con el conocimiento, arrancaría la supremacía a los que se han alternado 150 años de control global.
El vano intento de EE.UU. de imponer en los organismos multilaterales reglas de juego que respondieran a sus intereses como fue tradición, reveló, para políticos de corta visión, y confirmó a los estudiosos de la política internacional, que la pava estaba dejando de poner los huevos a vista del granjero, lo que provocó que el desafiado “hegemon”, comenzara a disparar hacia todos lados, sin blanco definido, ¡y hasta el fuego amigo se hizo presente! Pues cuando el caballero sintió la amenaza, dio riendas sueltas a la desconfianza hacia sus escuderos, por lo que comenzó en principio a espiarlos, luego a sancionarlos por vías arancelarias y, como para no dejar dudas de dónde se aposentaba el liderazgo entre “los aliados”, los ademanes, muecas grotescas, desplantes y hasta empujones empezaron a formar parte del anecdotario diplomático que caracterizó al presidente estadounidense Donald Trump.
El 25 de mayo de 2017, BBC publicó un video que bajo el título “El momento en que Donald Trump empuja al primer ministro de Montenegro en una reunión de la OTAN”, sobre el que contó cómo ocurrió el hecho en el que el mandatario no solo acomete el acto físico, sino que luego de consumarlo, estira su cuerpo y levanta el rostro con aire de arrogancia mientras coloca sus manos en los bordes de su chaqueta como si fuera a abotonarla, lo que no llega a consumar porque de inmediato levanta su dedo índice para colocarlo frente a la cara de la presidente de Lituania, Dalia Grybauskaite. “El presidente de los Estados Unidos…empujó al primer ministro de Montenegro, Dusko Markovic, para hacerse lugar al frente de un grupo de mandatarios en una reunión de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), este jueves en Bruselas”, informó el medio británico. Era el primer encuentro para el mandatario estadounidense en ese tipo de citas a la que había llegado con el mensaje de que el bloque debía aumentar sus gastos en defensa. La grosera actitud del magnate desencajó al vocero de la Casa Blanca que atinó a decir a los medios de comunicación “que seguramente el presidente solo se estaba dirigiendo a su lugar designado”, palabras que desmiente el video.
Trump sentado, el resto de los mandatarios le rodea de pie en el marco de la reunión del G7; una escena que captó alguna cámara fotográfica y recorrió al mundo poco más de un año después del video del empujón (9 de mayo de 2018). La foto tiene una lectura parecida al video; el mandatario es, sin lugar a duda, el jefe. Aunque en esta última imagen todos parecen reclamarle, y usan de portavoz a Ángela Merkel, la dama dura de la Unión Europea que se inclina hacia él en actitud que no parece amigable, mientras los demás observan con caras expectantes, de disgusto, o desconcertante, como la que mostró Yasutoshi Nishimura, secretario adjunto del gabinete de Japón. La imagen que, según BBC fue colgada en la cuenta de Instagram de la canciller alemana durante el desarrollo del evento, “da cuenta de la tensión existente en la cumbre celebrada en Canadá”, cuestión que fue comprobada con el retiro del presidente estadounidense de la reunión antes de que terminará y tras los calurosos debates que se generaron en torno a los anuncios hechos por Estados Unidos en relación al arancel del 25 por ciento sobre las importaciones de aceros a Europa, Canadá y México y un 10 por ciento sobre los aluminios.
A estos desencuentros luego se sumarían los de orden tecnológicos que tuvieron como protagonistas principales a Francia y los Estados Unidos. Emmanuel Macron impulsó un impuesto de tres por ciento a las empresas estadounidenses con apoyo decidido del parlamento francés, medida que debió retrasar debido a las presiones de la administración Trump; ahora, con el gobierno de Joe Biden, se reactiva la acción impositiva denominada “tasa Google” que, además del país galo, la han promovido Italia, Reino Unido y España, bajo el argumento de que las empresas de tecnología digital tienen millones de clientes en sus países que facturan miles de millones de dólares y que, por la naturaleza de su actividad económica, suelen ejecutar ingeniería fiscal con la que evaden las tributaciones en los países donde operan, una cuestión inadmisible para naciones que, aún occidentales, entienden que debe abrirse una discusión en torno a una nueva arquitectura financiera, económica y comercial global que responda a la apertura de un mundo evidentemente multipolar y en una dinámica de cambios súbitos que parece no encajar en el aislacionismo "trumpista" ni en el hegemonismo egoísta capaz de decirle al mundo que no compartirá sus vacunas anti covid-19.
Este anuncio sobre las vacunas contradice la exclamación de Biden de que ¡Estados Unidos ha vuelto!, porque volver implica reasumir el liderazgo, y el liderazgo se reasume no solo desde la imposición que da la fuerza, sino desde la retórica de la solidaridad, aunque en la práctica la acción solo se corresponda con jugarretas cosméticas que escondan las verdaderas intenciones y propósitos, como ha ocurrido siempre a la luz de los que ven los acontecimientos con sentido crítico, sin tener que esperar a que se desclasifiquen documentos que cuentan la verdad cuando ya los acontecimientos no puedan impactar en las decisiones y estrategias definidas por los que están al frente del timón histórico que crea la coyuntura; el liderazgo solo se puede reasumir si las condiciones materiales (objetivas y subjetivas) siguen otorgando poder o espacio para maniobrar en procura de recuperarlo.