Rusia heredó de la URSS el arsenal nuclear que, complementado con el estadounidense, mantuvo en el congelador una conflagración de grandes proporciones. Solo “La Crisis de los Misiles”, que tuvo como escenario el área de influencia de los Estados Unidos, puso a tambalear la frágil estabilidad global expresada en Vietnam y Afganistán, escenarios en los que las armas convencionales (con la excepción del napalm y el fósforo utilizados por EE.UU. en el David asiático), fueron válvulas para liberar mayores tensiones, campos para el ejercicio de la expansión o preservación de territorios sin mayores riesgos hasta que la desintegración del país euroasiático rompió el equilibrio de poder, pues el norteamericano pasaría a ser el “hegemón” a pesar de la incertidumbre que en los primeros años del colapso soviético generó la ubicación de las armas nucleares o el destino que pudieran tener debido al caos generado tras el desplome del polo opuesto a Occidente, encarnado en la gigantesca unión creada por Lenin, afianzada por Joseph Stalin, estabilizada por Nikita Kruschev, debilitada por Leonid Brézhnev y sepultada por Mijaíl Gorbachov, polo que se reconfigura con la entrada en escena de Vladímir Putin, ya en control de sus armas, y la sigilosa aparición de China que emerge como fuerza determinante en el escenario económico global en calidad de líder que ya comienza a colocar sus mugas; a rugir y a enseñar los colmillos y garras en defensa de su vertiginoso ascenso.

Así pues, que ya no es solo la conquista de los mercados, las alianzas estratégicas con amigos e interesados en no quedarse fuera de la nueva dinámica que impone el nuevo juego de poder que tiene como trampolín el proyecto de la Franja y la Ruta; ya no es solo la apuesta por el desarrollo científico y tecnológico respaldado con una mayor inversión en educación e innovación; ya no es solo la exploración del espacio exterior, o la presencia dominante en el ciberespacio; ¡no!, también es la apuesta por proteger lo alcanzado y poner en perspectiva la defensa de lo que se lograría en el futuro que, de acuerdo a todos los pronósticos o proyecciones, colocaría al terruño de Mao, Deng y Xi como indiscutible líder global a mediados del 2030 a menos que ocurra algún accidente (esas casualidades que adquieren categoría histórica) que interrumpa o tuerza el acelerado avance de China hacia el liderazgo global que deberá ejercer de manera compartida, en razón de que el mundo parece afianzarse en el multilateralismo; por ello el dragón también despliega sus alas para volar hacia la industria defensiva, cuestión que se revela en el incremento del presupuesto para defensa.

Esta afirmación es expuesta por una información aparecida el 6 de marzo de 2019 en la versión digital del diario español El País, que da cuenta de cómo los chinos han venido incrementando el presupuesto en defensa desde el 2016 al año de la publicación citada; pues según el premier Li Keqiang, de acuerdo al despacho, el incremento sería de 7,5 por ciento. “Un aumento más moderado que el año pasado, cuando alcanzó el 8,1%, y bastante más modesto que las cifras de dos dígitos en que subió hasta 2016”, señala la publicación que, analiza además, que a pesar del modesto incremento, se mantiene aún por encima del incremento del PIB previsto para el 2019, “entre el 6 y el 6,5. La pandemia provocada por la Covid-19 redujo aún más el presupuesto; sin embargo recuperado el país la cifra ha vuelto a incrementarse, así lo indica un despacho de prensa de la agencia española EFE fechado el 5 de marzo en Pekín bajo el título: “China fija un aumento de su presupuesto de Defensa de un 6,8 % para 2021” en el que dice: China fijó hoy el crecimiento de su presupuesto de Defensa para 2021 en un 6,8 %, según el informe preliminar presentado hoy en la sesión inaugural del Legislativo chino (Asamblea Nacional Popular, ANP)”.

Pero el incremento en el gasto de defensa viene de más atrás, como revela el portal “infodefensa.com” en un trabajo periodístico publicado el primero de mayo de 2020 que sirve la información de que el gasto militar chino casi alcanza el doble de hace diez años, en tanto que el estadounidense, el mayor poder militar del planeta, se reduce en un 11 por ciento. En números, y según sus cálculos, China destinaba en 2010 la suma de 129. 359 millones de dólares en defensa y para el 2019 el gasto se elevó 244, 934 millones, lo que en términos porcentuales representa un incremento de un 89,34. El análisis sobre el aumento en el gasto calcula que "si se observan las cifras corrientes, en las que no se descuenta el efecto de las inflaciones anuales, los 252. 304 millones de dólares que alcanzó el gasto en defensa chino en 2020 equivalen a una subida del 139% respecto a los 129.359 millones de 2010”

Durante ese mismo período los estadounidenses redujeron sus gastos militares en un 11 por ciento. En el 2020 la cifra en dólares alcanzó los 778.232, una cantidad que se ubica por encima del doble de la china, sin embargo, quizás lo más importante del análisis comparativo está en los números que revelan el gasto militar en todo el planeta que, “en precios constantes de 2019, pasó de 9,5% de crecimiento, muy lejos del señalado incremento chino de más del 89% y algo más próximo al 11,4% de incremento en EE. UU”. No sorprendería entonces que China se haya convertido en la fuerza naval más grande del mundo, según un artículo publicado el 21 de septiembre de 2020 por Julio Maíz Sanz en el portal “defensa.com”, tampoco que hace 10 años China no tenía ningún portaaviones y hoy posee dos y construye otros dos. El autor del trabajo de marras cuenta que “con sus 350 buques militares y submarinos, en comparación con los ‘solo’ 293 de la U.S. Navy (Marina estadounidense)”, la potencia asiática desplaza a Estados Unidos.  Para el articulista la capacidad de construir navíos militares de China y “los ingentes recursos empleados, están dando frutos, siendo ya la oficialmente denominada Armada del Ejército de Liberación Popular (ELP) el mayor del mundo en número de navíos militares, aunque de facto es la segunda tras la poderosa U.S. Navy”. La razón por la cual la Marina del país asiático es la más grande en lo relativo a la cantidad de barcos de guerra, y no en su poder destructivo, se debe a la capacidad de tonelaje que desplazan los navíos de superficie y los submarinos “que es la forma tradicional de medir las capacidades navales, al menos en términos cuantitativos”

Maíz Sanz revela también, que lo reconocido por el Pentágono en cuanto al crecimiento de la Marina china, lo puso de manifiesto Francia, otro poderoso miembro de la OTAN, que por demás, posee “una poderosa fuerza naval”; pues, durante una comparecencia ante parlamento en 2018, el almirante Christophe Prazuck, que fue el Jefe de Estado Mayor de la Marine Nationale (la Armada Francesa) hasta el 31 de agosto de 2019, manifestó que Beijing “había construido el equivalente de toda la flota bajo su mando en los cuatro años anteriores”, además de advertir “que el proceso aún no había terminado”. Y, ciertamente, apenas comienza, pues China se ha convertido en el segundo fabricante de armas, solo por debajo de Estados Unidos y muy lejos de Rusia, ha creado empresas estatales que fabrican aviones de combate que ya superan a empresas emblemáticas europeas, ha modernización de su ejército y sus fuerzas aéreas. Así lo revela el diario El País en su entrega del 27 de enero de 2020 bajo el título “La industria militar china crece a pasos de gigante” en el que informa de que “la transformación de sus Fuerzas Armadas ha convertido a China en una superpotencia que desafía la hegemonía de EE UU” y que “a diferencia de Arabia Saudí o Argelia, la modernización de su Ejército no se ha sustentado en la compra de armas, sino en la reconversión de la industria” para no depender de los viejos artefactos rusos.