Durante la Guerra Fría, además de la ampliación o conservación de las áreas de influencia de las dos superpotencias por vías diplomáticas, de intervenciones militares y propagandísticas, de la carrera armamentista disuasiva concentrada en una industria pesada de  carácter bélico que vomitaba portaaviones, submarinos nucleares, aviones “invisibles”, tanques, cohetes con ojivas nucleares y de corto alcance, armamentos convencionales para los enfrentamientos de baja intensidad, o no tan convencionales como el napalm o el fósforo que conocieron los niños de Vietnam; la batalla entre los dos modos de producción alcanzó el espacio sideral para poner más presión psicológica a las tensiones,  en intentos por demostrar quién estaba a la vanguardia de la tecnología y, por lo tanto, quién estaba en capacidad de liderar los procesos políticos globales con el establecimiento de modelos socioeconómicos que respondieran  con mayor eficiencia a las necesidades materiales de los ciudadanos del planeta, que no solo de los soviéticos  o estadounidenses, líderes del pleito por la hegemonía que terminó dominando el segundo para iniciar el camino que hoy está poniendo fin a 70 años de supremacía.

Yuri Gagarin, con su salida al espacio exterior el 12 de abril de 1961, (el primer hombre en lograrlo) remachó que los soviéticos estaban ganando el match de la carrera espacial; 4 años atrás, (4 de octubre en 1957) Sputnik 1 se había convertido en el primer satélite puesto en la órbita terrestre, y la perra Laika (3 de noviembre de 1957) en el primer ser vivo en salir fuera de nuestro lar; Venera 1 se convertiría (12 de febrero de 1961) en la primera sonda interplanetaria enviada a Venus; y a pocas semanas del gigantesco paso de Gagarin, la sonda espacial Mars 1, saldría a Marte. Al astronauta pionero le seguiría, casi dos años después (16 de junio de 1963) Valentina Tereshkova como la primera mujer en abandonar nuestro espacio. El mundo daba seguimiento paso a paso a estos acontecimientos; tanto la opinión pública soviética como la estadounidense se movían en torno a estos hechos para manifestar satisfacción y regocijo, o frustraciones y decepciones que, sin embargo, no afectaban el ánimo de competencia entre los responsables de desarrollar las políticas de exploración y explotación política del espacio exterior; por ello, Estados Unidos aumentaba su presupuesto para el área en busca de resultados competitivos, mientras la URSS, seguía: Alekséi Leónov se convirtió (18 de mayo de 1965) en el primer hombre en realizar un paseo en el espacio exterior, hazaña que repetiría Svetlana Savítskaya, pero el 25 de julio de 1984, quince años después del gran salto de la NASA, cuando con su Apolo 11 (20 de julio de 1969) puso los primeros hombres en suelo lunar, dejando atrás a los soviéticos, que alcanzarían su último e importante logro el 19 de abril de 1971,  al colocar en órbita la primera estación espacial de la historia, la Salyut 1.

Esta carrera espacial llevada en paralelo a la carrera armamentista producida por la Guerra Fría, como medio de propaganda que buscaba elevar el orgullo patrio o la autoestima de cada uno de los pueblos protagonistas de la maratón, también procuraba la exploración espacial con fines militares. Hoy, en medio de una lucha por la preservación de la hegemonía, el arrebato de ésta, o el afán porque no exista en absoluto y el mundo avance hacia un esquema de responsabilidades globales compartidas a través del multilateralismo, el espacio exterior viene a jugar un papel que adquiere más relevancia, pues desde él con las tecnologías despachadas desde el mundo satelital, se dirigirá o controlará ( ya comienza a ocurrir) el planeta, desde cuestión tan elemental como la agricultura, además de la producción de toda suerte de bines y servicios; la robótica, la seguridad nacional de los países, la seguridad ciudadana, la comunicación, la educación, la movilidad aérea, marítima, terrestre; en fin, que la cada vez más dependencia del satélite para el diseño de la vida del hombre en sociedad, hará que las grandes potencias económicas atiendan la exploración y explotación del espacio exterior si no quieren quedar atrapado en el análogo mundo del ábaco o la antigua registradora de supermercado que no necesitaba de conexión eléctrica para sumar productos, cobrar y devolver monedas físicas, contrario a ese tipo de establecimientos que requiere conexión a Internet para recibir el pago electrónico vía el cada vez más obsoleto plástico de la tarjeta de crédito o débito, o del celular, como dispositivo indispensable para sobrevivir en las ciudades inteligentes gestionadas desde el satélite.

Ya hemos comentado sobre el satélite 6G puesto a orbitar por el Gobierno chino; ya hemos comentado sobre el avance del 5G desarrollado por la empresa tecnológica Huawei y la guerra desatada en torno a su avance, bajo el pretexto del cursi y gastado argumento de la seguridad nacional; pero como debió intuirse a partir de los párrafos precedentes, ahora nos vamos a referir a China y su carrera por la conquista del espacio exterior, la que inició de manera lenta a partir del año 1970 cuando lanzó su primer satélite, pero que ha ido ganando terreno, al punto que ese país logró aterrizar en la cara oculta de la Luna, lo que a decir de expertos, es algo “muy exigente desde el punto de vista técnico”; pero irán por más, pues se ha previsto que a finales de este año El Chang’ e-5 despegue hacia el satélite de la Tierra con el objetivo de reunir muestras de rocas y traerlas a nuestro planeta y, como si fuera poco, y aquí está el gran reto, China prepara su primer viaje tripulado para el 2030, según publica la revista “XLSamanal”, en su entrega del 28 de febrero de 2019, que tituló “China, a la conquista del espacio” en el que le atribuye haber dicho a Joan Johnson-Freese, experta en seguridad del US Naval War College en  Newport (Rhode Island) que “es muy probable que la próxima transmisión desde la Luna sea en mandarín”.

Esta misma publicación da cuenta de que en el 2017 China habría terminado de construir el más grande radiotelescopio de nuestro planeta, “una antena de 500 metros de diámetros en las montañas de la provincia de Guizhou, el que estará operando el próximo otoño”. Y nos da un poco más de detalles sobre el avance de país asiático, al contarnos que en ese mismo año “científicos chinos y australianos, a través del satélite Micius, consiguieron establecer por primera vez conexión de video cifrada mediante criptografía cuántica, totalmente segura frente a posibles intercepciones”; y nos agrega que “un año más tarde, en 2018, China lanzó al espacio 39 cohetes, más que los Estados Unidos (31), Rusia (20) y Europa (8)”. Sobre este avance, el medio cita un juicio del geólogo lunar Clive Neal al que le atribuye haber dicho que “China cuenta con una ventaja muy útil en la exploración espacial: piensa en décadas; Estados Unidos lo hace en mandatos presidenciales”. Nada novedoso, pues resulta que los chinos desde las reformas iniciadas en 1979 han proyectado el tipo de sociedad que decidieron construir sobre la base de planes quinquenales para lograr objetivos de más largo plazo, sin importar el individuo que esté frente a la dirección del Estado, pues el partido comunista gobierna con sus cuadros en la administración del gobierno nacional y los gobiernos locales para aplicar sus planes y proyectos.

China está en el juego de la exploración espacial, pero no con el sentido propagandístico que acompañó la carrera armamentista, lo hace desde una visión más útil a sus propósitos estratégicos generales, desde la integralidad con que proyecta el desarrollo de largo plazo sin dejar ningún número fuera de la ecuación; por ello, Mao Zedong, quizás, a mediados de los años 50, cuando soviéticos y estadounidenses se enfrascaban en la lucha por el dominio del espacio, habría dicho: “nosotros también construiremos nuestros satélites”, según nos cuenta el diario La Tercera en un trabajo publicado el 9 de marzo del 2020, bajo el título “El rápido asalto espacial de China con miras a la Luna y a Marte”, en el que además revela  que fue en octubre de 1956  que ese país abrió su primer centro de investigación de misiles y cohetes; a partir del 1970, como hemos visto, arrancó su carrera; luego en 2003 envían su primer taikonauta (astronauta o cosmonauta chino), Yang Liwei, al espacio exterior, en el 2012 sería una mujer, Liu Yang, quien viajó como parte de la tripulación de la misión Shenzhou 9. Pues bien, la virtud de la paciencia y la capacidad para superar adversidades, les llevó, según nos cuenta el medio de marras al decirnos que, en la carrera espacial 2.0 “el espacio ha sido señalado por el gobierno chino como una prioridad de investigación en el Decimotercer Plan Quinquenal, marcando especial atención a las exploraciones del espacio, lo que marca el reflejo de las aspiraciones de querer ser potencia que tiene China”.