En paralelo al avance tecnológico, como la competencia por liderar en las iniciativas de innovación que encamina a China, con el desarrollo del 5G y el 6G, hacia el internet de las cosas y las ciudades inteligentes, el gigante asiático ha ido consolidando su proyecto “la Franja y la Ruta”, una iniciativa ambiciosa que se plantea como una alternativa a la globalización occidental, programada desde los intereses de las grandes corporaciones que tienen como base de sustento a Estados que han creado nuevas modalidades para la ocupación de países débiles mediante acuerdos comerciales que faciliten la entrada de sus productos, o procesos de integración que condicionan el modelo económico y político de éstos, forzándolos incluso a definir sus normas sociales imponiendo sus valores morales y culturales bajo la presión, no de sus ejércitos, como era tradición, sino de organismos internacionales que responden a las agendas de sus mayores financiadores, lo que, evidentemente, fue construyendo una mundialización sobre la base de una interdependencia manejada de forma que de ella solo se beneficiaran los países industrializados de occidente, a la cabeza de los cuales estaba (o está) Estados Unidos.
La apuesta por la globalización y el libre comercio son parte de la retórica y acciones de China, solo que la ruta que escogió el país asiático para avanzar hacia estos objetivos globales parte del principio del beneficio mutuo, un concepto que sustentan para contraponer su propuesta al esquema occidental, parecido a una suerte de embudo en el que la parte superior, grande, ancha y profunda, recibe todo el volumen de los beneficios que distribuye a cuenta gotas hacia el tubo inferior para no rebozarse y evitar derramar el contenido. De ahí que desde Oriente se piense en un proceso más horizontal, en donde los elementos políticos e ideológicos no constituyan obstáculo para el avance en la construcción de grandes mercados, de grandes alianzas que procuran la gobernanza global; la que, para lograrse, debe partir de fines que se concentren en el combate a la pobreza como punto de partida para la cohesión de la sociedad mundial, porque las asimetrías son caldos de cultivo para los conflictos que, aunque veamos pequeños, se convierten en olas desestabilizadoras de la paz, de desencuentros entre países ricos, pobres y de renta media; desencuentros y diferencias desde donde se fomentan las migraciones que conectan con el crimen organizado; desde donde surge la volatilidad política que frena las inversiones y afecta la dinámica de los mercados, aún sin las barreras arancelarias que les hacen más fluidos.
Con “la Franja y la Ruta” el presidente Xi Jinping apuesta a una “globalización inclusiva”, de oportunidades y beneficios compartidos como lo plantea Pablo Martín Blanco en una publicación de “La razón comunista” del 6 de septiembre de 2020 que tituló: “La cooperación China: posiciones hegemónicas, beneficio mutuo y sus implicaciones en África”. El autor del ensayo entiende que, con “la globalización incluyente, China no va en contra de la globalización, ni busca revertir y tampoco es precisamente la ‘alter Globalización’ con la que soñaban los jóvenes de los 90, y por la que se manifestaron numerosas veces en diferentes convenciones internacionales. La globalización incluyente y la neoliberal van en la misma dirección, la diferencia fundamental entre ambas es que, a diferencia de la globalización neoliberal, la globalización incluyente está ideada para mejorar los medios de vida de las personas (Vejarano Rivera, 2018) en lugar de servir eminentemente a los intereses de la clase capitalista”. Añade a sus juicios que China avanza en su proyecto “respetando los principios de soberanía de los que hace gala el ejecutivo chino al realizar sus misiones diplomático-cooperativas alrededor del globo, este tipo de globalización no emana desde arriba, no está impuesta por grandes multinacionales, sino que cada país es libre de elegir el camino de desarrollo que prefiere. (Vejarano Rivera, 2018)”
Blanco afirma que se puede considerar que la primera vez que el presidente chino Xi Jinping se refirió al proyecto de “la Franja y la Ruta” se produjo 7 de septiembre del año 2013 en el marco de una conferencia en la Universidad de Nazarbayev de Kazajistán, en la que manifestó que “para forjar lazos económicos cercanos, profundizar la cooperación y expandir el espacio de desarrollo en la región euroasiática, deberíamos tomar un enfoque innovador y conjuntamente construir un cinturón económico a través de la Ruta de la Seda”. Posteriormente, ya madurada y puesta en marcha la iniciativa, durante la inauguración del II Foro de Cumbre de Cooperación Internacional de “la Franja y la Ruta”, el líder asiático señaló, de acuerdo a una publicación del portal del Ministerio de Relaciones Exteriores de la República Popular China del 27 de abril de 2019, que el diseño conjunto de “la Franja y la Ruta” se aliena “a la tendencia histórica de la globalización económica”, a la necesidad del momento “de reformar el sistema de gobernanza global y al fuerte deseo de las personas de todos los países de vivir una vida mejor”. Dijo que de cara al porvenir había que centrarse en los puntos básicos, además de trabajar intensamente y con precisión “para dibujar una ‘pintura meticulosa’ promoviendo un constante avance de la construcción conjunta de “la Franja y la Ruta” en la dirección del desarrollo de alta calidad”, exhortando a adherirse “al principio de cooperar, construir y compartir juntos, abogar por el multilateralismo y, a través de diversas formas, como la cooperación bilateral, la cooperación tripartita y la cooperación multilateral, acumularemos muchas cosas pequeñas para hacer una grande, y reuniremos muchos arroyos para juntarlos en un gran río”.
En marcha el proyecto que pretende restaurar, aunque de manera más abarcadora, lo que definió como “la Ruta de la Seda” el geógrafo y geólogo alemán Ferdinand Von Richthofen, aquel comercio euroasiático que tenía a la seda como producto estrella por el misterio que envolvía la forma en que se producía y, por supuesto, debido a su alta demanda. Pues bien, la restaurada Ruta de la Seda, conocida como la “Nueva Ruta de la Seda”, “la Franja y la Ruta” o “Una Franja, una Ruta”, es un proyecto con impacto en 60 países, a lo que hay que agregar que entre éstos está el 75 por ciento de las reservas energéticas que hasta ahora se conocen en el mundo; abarca, nada más y nada menos, que el 70 por ciento de la población mundial y se prevé que pudiera generar el 55 por ciento del PIB mundial, según Wikipedia.
Esta especie de Plan Marshall del Siglo XXI, con características chinas, más que rescatar a una región de las ruinas de un conflicto bélico de alcance mundial, procura, de acuerdo al liderazgo chino, rescatar a la humanidad de las ruinas en que se encuentran los países pobres y brindar oportunidad a todos los que quieran prosperar y son impedidos por un orden económico y comercial global excluyente y por lo tanto injusto; de ahí el término “ganancias compartidas” que sirve de base filosófica a la iniciativa que, para hacer posible la ruta comercial, se propuso construir obras de infraestructuras como carreteras, puertos, aeropuertos y vías ferroviarias; además de invertir en energía y tecnología para mejorar la producción. Así, mediante este esquema los productos que saldrán al mercado en la cantidad que no hemos conocido en los últimos 100 años, se muevan con facilidad, encuentren acceso y compradores, porque como plantea el discurso de los líderes chinos, el proyecto pretende poner a la gente como centro de la iniciativa, y poner como centro a la gente es buscar que mejoren sus condiciones materiales y espirituales de existencia, esto es, que se conviertan en consumidores y productores de riquezas en el marco de sociedades que también les brinde satisfacciones no materiales.
La red que procura formar un ramal para enlaces marítimos y ferroviarios entre el país que impulsa el proyecto y “Europa, pasando por Kazajistán, Rusia, Bielorrusia y Polonia para terminar en Alemania, Francia y el Reino Unido” tiene ya raíces en África. Así lo explicó el canciller chino Wang Yi en una entrevista que concedió al periódico Diario del Pueblo, de la que se hizo eco Xinhua en Español en un despacho del 10 de enero de 2021, al decir que “la cooperación en “la Franja y la Ruta” entre China y África, que ha superado el impacto de la pandemia de COVID-19 y la interferencia externa, abarca a la mayor parte del continente africano y seguramente tendrá un futuro más brillante”. El jefe de la política exterior del gigante asiático aseguró que su país “continuará participando activamente en la construcción de infraestructura de África en áreas como transporte, energía y comunicaciones, e inyectará impulso al desarrollo económico de África”. Estas revelaciones acoplan con declaraciones del Banco Mundial que define a China como “el gran financiador de infraestructura en África”, según nos cuenta Blanco en el trabajo que citamos con anterioridad, en el que además señala que si bien es cierto que el proyecto es bien recibido y abrazado por los africanos, también se presentan críticas de algunos países que entienden que la deuda con China les conduce hacia una situación colonial, críticas que se producen debido a dificultades que presentan algunos para hacer frente a sus compromisos de deuda.
Pero como la Franja y la Ruta es un proyecto abierto al mundo, de acuerdo a lo afirmado por el presidente Xi Jinping en su discurso de inauguración del “Foro la Franja y la Ruta para la Cooperación Internacional” celebrado en Beijing los días 14 y 15 de mayo de 2017, al que fui invitado en mi calidad de presidente de la Conferencia Permanente de Partidos Políticos de América Latina y el Caribe (Copppal), nuestra región, que es vista como un todo por los líderes chinos, “sería la extensión natural de la Ruta Marítima de la Seda en el siglo XXI”, de acuerdo a Jiang Shixue, profesor de la Universidad de Shanghái, con quien tuve el honor de compartir durante el Congreso Constitutivo de la Fuerza del Pueblo (FP), formación política de la que soy secretario de relaciones internacionales. La afirmación del académico, que es el primer investigador de la Academia de Ciencias Sociales de China, fueron recogidas en el libro “La Franja y la Ruta, Iniciativa China de Cooperación con América Latina”, que además hace referencia a las palabras pronunciadas por Xi en la actividad mencionada, cuando dijo que "la Franja y la Ruta se basa en la historia de la Ruta de la Seda, mira hacia el continente de Eurasia y África, además abre las puertas a todos los amigos. Vengan de Asia, Europa o de África y América”. Estas expresiones habían mostrado su acción respecto a nuestra región con la celebración en Beijing del Primer Foro de Partidos Políticos China-Celac en diciembre de 2015 y el segundo en Shenzhen, en mayo de 2018, actividades en las que participé, además de múltiples encuentros entre autoridades chinas y latinoamericanas que se acercan de manera permanente para explorar oportunidades, coincidencias e intereses comunes que permitan construir la ruta marítima de la seda de la que habló el profesor Jiang.