En las guerras convencionales, en que se busca la victoria mediante la combinación del uso de las armas para la eliminación física del adversario y las estrategias articuladas por una cadena de tácticas que en su suma y resultados revelan las destrezas, errores o torpezas de los responsables de su ejecución, el uso de la tecnología y los recursos económicos han jugado un papel fundamental en el alcance de los objetivos, como revela la historia militar; sin embargo, sobran episodios en que la creatividad (acompañada de causas que se anclan en valores que tienen como centro la dignidad) se ha impuesto a la superioridad tecnológica y económica. Vietnam es el ejemplo más fresco que, siendo materialmente inferior a su adversario (que era nada más y nada menos que la nación más poderosa de la tierra) se impuso bajo la dirección de un genio de la guerra, Ho Chi Minh; que con sus habilidades y creatividad únicas hizo realidad la metáfora hebraica del joven campesino David, su piedrecilla y su honda, y el portentoso soldado Goliat que, con su espada y armaduras de última generación, vio arriar su bandera en Saigón el 23 de marzo de 1973.
Hay otras guerras que no requieren de hondas, ni piedras, ni armaduras, ni cañones, ni balas, ni bombas, ni tanques, ni aviones, ni ojivas nucleares. Son las guerras por los mercados, que aunque conducen casi inevitablemente al uso de estas herramientas responsables de las orgías de sangre que diezman a la humanidad, en su etapa inicial se circunscriben a los otros elementos que caracterizan la confrontación armada: superioridad tecnológica y estrategias para la expansión expresadas ambas en técnicas para el riego, noria para la obtención de energía, bueyes y caballos para arar la tierra y para la molienda; máquinas a vapor y luego a combustibles fósiles para la transformación de la materia prima; fordismo, satélite, robótica, Internet, 5G; además la rueda, de los caballos para tirar los carros, los barcos de vela, a vapor y combustibles fósiles; los trenes en su evolución hasta los magnéticos; el globo, los aviones, las señales de humo, la radio, los periódicos y hasta las redes sociales como instrumento de penetración, en una inagotable carrera por la innovación como pieza clave para la superioridad frente a los competidores que, durante el proceso van desde la diplomacia dura a la diplomacia blanda, en el floja y aprieta que ajusta las tácticas al objetivo: dominar los mercados o presionar para que se compartan.
El presidente de China, Xi Jinping, al abordar el tema de la innovación en el tomo II del libro “La gobernación y administración de China”, lo hace con la claridad que da la visión histórica para comprender el papel que ésta ha jugado en el desarrollo de los pueblos, pues entiende que, “al hacer una mirada retrospectiva al curso del desarrollo mundial en la época moderna, podemos ver claramente que la capacidad de innovación de un Estado o una nación puede influir desde lo radical e incluso determinar su futuro”. Para reforzar su argumento señala que “en el siglo XVI, la sociedad humana entró en un período activo de innovación sin precedentes” y que “en el transcurso de cientos de años, la humanidad obtuvo resultados de innovación científica y tecnológica que iban mucho más allá de lo logrado previamente en miles de años”.
Estas reflexiones fueron hechas durante un discurso que pronunció Xi en el marco de un simposio temático sobre el estudio y aplicación del espíritu de la Sesión Plenaria del XVIII Comité Central del PCCh para los principales cuadros de su partido, dirigentes con responsabilidades provinciales y ministeriales, a quienes les dijo: “…debemos esforzarnos en la aplicación de la estrategia de desarrollo impulsado por la innovación”. Y a seguidas remachó: “la innovación ocupa el primer lugar porque es la principal fuerza motriz del desarrollo. Esta fuerza determina el ritmo del desarrollo, así como su eficiencia y sostenibilidad…tanto el desarrollo coordinado, el desarrollo ecológico, como el desarrollo abierto y el desarrollo compartido favorecen la consolidación de la fuerza motriz que proporciona el desenvolvimiento, pero su núcleo es la innovación. Adoptar la innovación es como tener en la mano el factor impulsor del conjunto del desarrollo socioeconómico”. En ese hilo de razonamiento es que toma como referente el papel de la innovación en procesos revolucionarios que convirtieron a algunos países en poderosos e influyentes, recordando que la “Primera Revolución Industrial, que se originó en Reino Unido, ayudó al país a situarse en el lugar hegemonista mundial, y posteriormente Estados Unidos aprovechó la Segunda Revolución Industrial para reemplazar a Reino Unido y convertirse en el líder y el mayor beneficiario de las revoluciones científicas e industriales”.
El discurso en el que el presidente Xi emitió estos juicios se produjo el 18 de enero de 2016. Tres años antes (2013), como parte de una delegación de partidos políticos dominicanos invitados por el Departamentos de Internacionales del Comité Central del PCCh a visitar al gigante asiático, estuve en China en encuentros con dirigentes de varias provincias, en una gira que nos permitió conocer importantes fábricas, algunas de ellas responsables de producir reconocidas marcas a nivel internacional. A nuestro paso por diferentes ciudades y comunidades rurales, se hacía evidente el empuje de la economía del país. Llegué a escribir sobre aquella experiencia y califiqué lo que vi como un fenómeno en el que se experimentaba, más que crecimiento, un frenesí económico, porque que desbordaba la imaginación no solo mía, sino de todos los colegas que no paraban de comentar sobre las interminables grúas que se diseminaban por toda la geografía de la parte que nos tocó visitar construyendo barrios o ciudades enteras con monumentales edificios que se erigían en claro desafío a las alturas. Las comparaciones con lo visto en otras ciudades se hacían inevitables: ¡no existía algo igual!
Cuando compartimos nuestras impresiones con algunos dirigentes chinos y comentábamos acerca de los pronósticos sobre el desplazamiento de China hacia la hegemonía económica planetaria, no sentíamos el optimismo que podía inspirar el palpable empuje del gigante. Admitían el veloz crecimiento de la economía, pero confesaban (realmente lo hacían a modo de confesión) que eso no sería posible hasta tanto se lograra avanzar en las iniciativas innovadoras. “La innovación es fundamental para mantener el ritmo del crecimiento, para que lo que estamos viviendo sea sostenible”. Entonces se centraban en explicarnos los planes del Gobierno para crear una generación de innovadores que, en principio, saldría a universidades y centros extranjeros enfocados en la formación de jóvenes para estos fines hasta que lograran especializar centros nacionales de entrenamiento. Para el año en que Xi pronunció el discurso citado (2016) el registro de patentes, según un informe presentado por “OBS Business School” y publicado el 2 de mayo de 2017, tres países lideraron las solicitudes de patentes, comenzando por Estados Unidos, que desde que comenzó, en 1978, a operar el sistema del Tratado de Cooperación en materia de Patentes (PCT) estuvo en primera línea; le seguían Japón, China, Alemania y Corea del Sur. Un hallazgo interesante en los datos que suministra el informe es que dos empresas chinas estaban a la cabeza, ZTE y Huawei, esta última avanzaría hasta desplazar la primera.
La Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI por sus siglas en inglés), dio a conocer en su página web el 7 de abril de 2020 lo que los dirigentes chinos esperaban tras el diseño del programa de innovación: su país había pasado a liderar el año anterior (2019) las solicitudes de registros de patentes con 58.990 frente a Estados Unidos que solicitó registrar 57. 840. Pero un dato que llama la atención y que pudiera explicar el acoso contra una empresa de telecomunicación, lo revela el informe cuando detalla el liderazgo de las empresas, al resaltar que “por tercer año consecutivo, Huawei Technologies, el gigante chino de las telecomunicaciones, con 4, 411 solicitudes PCT, publicadas, fue la empresa que más solicitudes presentó en 2019”. La información reseña además que “la lista de las diez principales universidades comprende cinco universidades de los EE.UU., cuatro de China y una de la República de Corea. Entre las chinas está la Universidad de Shenzhen, situada en la ciudad de la que lleva su nombre y que algunos la llaman la Silicon Valley china que, de pequeña aldea de pescadores hace 20 años, se ha convertido en una impresionante comunidad que alberga a las empresas Huawei, ZTE, BJI y BYD; es la California de Oriente (como centro mundial de desarrollo tecnológico) en la que se respira un aire futurista.