Reproducimos las palabras pronunciadas por Juan Bolívar Diaz en el acto de despedida de la socióloga Isis Duarte, el pasada sábado, en la Funeraria Blandino:
Le ha tocado a mi hija Hilda vivir en estos días el misterio insondable de la vida y de la muerte, cabalgando en el infinito discurrir del tiempo sin que los seres humanos, con toda su soberbia y creatividad, hayan podido comprender.
Tres semanas atrás Hilda partía hacia Puebla, México, acompañando a su madre, en un capítulo más del drama humano iniciado hace tres anos cuando recibió el primer aviso de su finitud.
Anoche regresó con el alma compungida y el cuerpo de su madre de retorno a la tierra, cumplida textualmente la leyenda bíblica de que polvo eres y en polvo te has de convertir.
El canto ancestral de los antiguos mexicas lo pregona en el Chilan-Balam: "Toda luna, todo año, todo día, todo viento camina y pausa también. También toda sangre llega al lugar de su quietud".
Y he aquí que nosotros hemos llegado a este lugar de quietud eterna para depositar las cenizas de nuestra querida compañera, hermana, amiga y madre de Hilda, Isis Duarte Tavárez, a quien la vida le colmó de dones para vivir su tiempo y dejar hermosos testimonios de integridad, solidaridad y vocación de lucha por las utopías más elevadas de los seres humanos.
Se puede leer en unas de las paredes del Museo de Antropología de México, donde acopañé a Hilda al medio día del miércoles para allí rendir homenaje a la investigadora social que fue Isis. Los Huehuetlatolli de los nahuas nos lo dejaron escrito: "Comenzaban a enseñarles: Como han de vivir, como han de respetar a las personas, como han de entregarse a lo conveniente y recto, han de evitar lo necio, huyendo con fuerza de la maldad, la perversión y la avidez".
Así transcurrieron las casi siete décadas de fructífera vida de Isis Duarte: desde la niña atrevida que fue, aferrada a lo conveniente y recto, sin la menor avidez, combatiendo la maldad y la perversión, tratando de construir nuevos nichos para la realización humana,
Fue una rebelde impenitente contra la mediocridad, el conformismo y el inmovilismo. Construyó sus castillos personales sin temor de la maledicencia ni de la hipocresía de los que pregonan falsas purezas.
Desde muy joven, Isis fue precursora de la libertad y la independencia de la mujer, por lo que a menudo fue víctima del desdeño de algunos hombres, pero admiración de muchos de los previsores de los cambios socio culturales. Sin querer disputar el espacio masculino, ocupó el que le correspondía como mujer y como ser humano.
No hubo buena causa a la que le sacara el cuerpo, desde sus días en la universidad hasta la inasible línea fronteriza de la vida y la muerte, en la militancia de los valores cristianos originales, en las convicciones socio políticas derivadas de su formación académica, en el fragor de su tiempo, cuando todos creíamos que podíamos y debíamos cambiar el mundo de ignominias que heredamos.
La acompañamos en su siembra de semillas por los clubes culturales del país, en la solidaridad con los que exponían la vida durante los años de la terrible represión, en la fundación de instituciones de su tiempo como lo fue la Unión Dominicana para Defensa de los Derechos Humanos, y fue parte importante de la decena que sentaron las bases para la creación del movimiento cívico Participación Ciudadana, del que sería comandante importante en la lucha por la transparencia electoral, por las reformas democráticas, el fortalecimiento institucional y en el inaplazable combate de la corrupción.
De su vida académica, dan cuenta una docena de libros y múltiples ensayos derivados de una intensa investigación social, de profundas reflexiones y convicciones. Pero sobre todo está el testimonio de su legión de alumnos en el quehacer sociológico del que a menudo fue precursora en el país.
La vida no le concedió el don de la maternidad, de lo que nunca se quejó ni se dejó arredrar. Pero lo pudo ejercer a través de la opción de Hilda, a la que dedicó una proporción considerable de su íntima ternura, a menudo oculta por un carácter demasiado recto y exigente.
Aunque el doctor Duarte y doña María fueron de larga duración, a Isis se le acabó el tiempo con anticipación, quedando por debajo del promedio de los dominicanos y dominicanas. Como no acunó ambiciones personales, parece que tampoco se aferró excesivamente a la vida. Los que la acompañamos en estos últimos anos de sufrimiento físico sabemos que aceptaba con integridad el límite de sus fuerzas físicas, demostración incontrovertible de su fortaleza moral y espiritual.
Volvió a Puebla, donde hace un año le hicieron un trasplante de células madres, sin mucha convicción de que saldría adelante. Es más parece que no quería volver y probablemente lo hizo atendiendo a los incesantes reclamos de Hilda, quien no quería resignarse a lo que se venía como inevitable.
Creo que Isis temía mucho al deterioro que engendra conmiseración y quería irse como vivió siempre, con integridad y profunda dignidad. Tanto que no quiso ni siquiera que Hilda viviera sus horas finales y la convenció para que se fuera el pasado sábado a la ciudad de México para que conociera algunas de sus maravillas antiguas y modernas con una compañera de estudios.
Se buscó una enfermera para que la acompañara y juraba que se sentía muy mejor. A mí mismo me lo anunció la noche del sábado cuando tomó mi llamada telefónica, y quiso convencerme diciendo que Hilda regresaría este jueves al país y ella en unos diez días. Cuando terminó lo que sería su última conversación, le conté a Adita, quien estaba a mi lado, y le dije que el discurso de Isis era traicionado por su voz, que ya se estaba apagando definitivamente.
Si ella lo eligió así todos tenemos que respetarlo, comenzando por Hilda, quien sólo alcanzó a acompañarla en sus últimas cuatro horas, cuando tras un colapso generalizado, ya los médicos la habían preparado para que partiera sin mayores sufrimientos.
A nombre de toda su familia, de su hermana y hermanos sobrinos y amigos queridos, y especialmente a nombre de Hilda, que tanto luchó por preservarla, de Adita y Juan Gabriel que me acompañaron en la solidaridad y el cariño, hemos da dar gracias a la vida de Isis Duarte Tavárez y su tiempo. De su integridad y comprensión de la vida habla elocuentemente su relación con mi familia, muchos años antes de su enfermedad.
No puedo concluir sin dejar constancia de eterno agradecimiento a los amigos y amigas mexicanos que acompañaron a Hilda en el difícil transe de la muerte de su madre.
En el Popol/Vuh está escrito:
Que no caigan en la bajada
Ni en la subida del camino,
Que no encuentren obstáculos
Ni detrás ni delante de ellos
Ni cosa que los golpee,
Concédeles buenos caminos
Hermosos caminos planos"
Y yo agrego: caminos de plena eternidad.
Isis Duarte Tavarez descansa en el sitial de los mejores seres humanos y vivirá en nuestros recuerdos por siempre. –
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