La desmoralización social es hoy en nuestro país  muy pronunciada. En la lucha por dignificar la vida del dominicano se han abandonado batallas importantes, que muchos consideran imposibles de ganar. Pero tenemos que tomar los  bastiones de dignificación social y encontrar soluciones.

Si bien es cierto que dicha desmoralización ha sido el fruto de la experiencia dominicana, no menos cierto es el hecho de que dichas soluciones se han ausentado principalmente por la falta de responsabilidad en la conducción del Estado. Y por la anteposición de beneficios político-electoreros a los beneficios estructurales de la nación.

Las reivindicaciones sociales por las que hemos luchado al parecer han dejado de ser trascendentes. Hoy se reclaman la extensión  de medidas asistencialistas, paternalistas y clientelitas: la tarjeta solidaridad.  En el pasado se luchó y propugnó por el adecentamiento de los servicios de salud y la inversión en producción agrícola para asistir al pueblo y abaratarle los alimentos.

Algunos  se convencieron  de que  es imposible contar con buenas atenciones médicas para el pueblo o de tener independencia productiva, y tiraron la toalla. Se   conformaron con  la implementación de medidas  asistencialistas; que no resolverán   el problema estructural que sufrimos.

Este abandono de reclamos obedece a una  desmoralización social. “… como hemos tenido tantos años y tantos gobernantes distintos, y los problemas de la energía eléctrica, la falta de servicios de salud, de educación pública, de calidad, de dependencia judicial, de corrupción administrativa y de seguridad ciudadanano se han resuelto, entonces, será  que  es imposible resolverlos.

Al llegar a esas conclusiones, a mí entender incorrectas, se van reduciendo las expectativas de la población, que acepta las soluciones de parche  para  beneficiar las aspiraciones  electorales de quienes detentan el poder del Estado.

La respuesta a esta problemática no reside en sustituir el principal y autentico reclamo por uno accesorio y demagógico;  ni en abandonar las batallas cruciales  para obtener concesiones coyunturales sin importancia.

La desmoralización social se supera requiriendo a los gobernantes hacer su trabajo, que es su obligación y no un favor que pudieran hacernos. Su vocación de servicio debe ponerse a prueba reclamando sin descansar  soluciones de fondo. La educación  es un primer ejemplo de tantos temas principales en los que debemos trabajar.

Sólo  obligando a los gobernantes  a  cambiar las dañadas estructuras  de esta nación, lograremos objetivos  que nos harán ciudadanos con la moral en alto, orgullosos de nuestro entorno y nuestra sociedad. De lo contrario, seguiremos desmoralizados.