La chispa de la hoguera social va saltando e incendiando las praderas seca por las iniquidades que han sumido la humanidad en una humillante desigualdad que refleja un mar de riqueza creciente, pero cada vez más lejana de las necesidades de los millones que no alcanzan los escalone de la prosperidad, que sus pocos dueños estrujan a la pobreza a que condenan sus hazañas a millones de ciudadanos que por lo menos no han perdido la libertad de expresarse hasta ahora sin los resultados anhelado, más que el ruido de sus tumultos desordenados sin una ruta aparente que los conduzca al paraíso de la igualdad.
No he leído un solo economista que hoy no te plantee la gran desigualdad que sufren los ciudadanos hasta de países que disfrutan de las bondades de los crecimientos y la gran acumulación de las riquezas del planeta donde no importa cuánto crezcan las riquezas incluso de los países en desarrollo, los países ricos se llevan la mejor proporción, pero no se logra reducir de igual forma, la pobreza y la desigualdad de los ciudadanos, con un elemento nuevo que nos lleva a expresar y extender la indignación por el conocimiento que al instante van teniendo las masas de todos los elementos que engloban los altos ingresos, el dispendio de las minorías ante las penurias de los más pobres, a través de la televisión y ahora el internet, lo que no han podido privatizar, aunque hayan tenido la habilidad de convertirlo en mina para engordar sus riquezas, sin que los Estados tengan la capacidad o la intención, de convertir un bien común de uso y de beneficio universal, no que pocos tengan el monopolio de los beneficios de su secuestro.
Adam Smith, el padre de la teoría económica moderna, argumentaba que la búsqueda privada del interés propio daría lugar, como a través de una mano invisible, al bienestar de todos. Pero al parecer el tiempo le ha venido quitando la razón, ya que los más favorecidos por circunstancias pertinentes han tenido más posibilidades para aprovechar los mercados y lograr mejores ventajas para acumular tantas riquezas que han evitado las que van dejando, rindan para lograr el bienestar de todos, porque el crecimiento no es bienestar o no garantiza, y es lo que encontramos que explica magistralmente Joseph E. Stiglitz en su libro: EL PRECIO DE LA DESIGUALDAD. Y lo mejor de todo es que además de ser Gringo, no es de tendencia Marxista, basando su teoría sobre la sociedad Norteamericana. Y agrego otro como el de las redes sociales, que a pesar de que usan un bien común como las ondas hercianas sirve a muy pocos de enriquecimiento bárbaro, llegando a tener tanta fortuna que algunos hasta la donan como dadiva de su gran bondad.
Un buen ejemplo lo plantea Stiglitz cuando dice que la búsqueda del bienestar individual por parte de los banqueros resulto catastróficos para la sociedad. Los incentivos de los banqueros no estaban alineados con la rentabilidad social y como todos recordaran la gran RECEPCION por la quiebra de los bancos (2007=8), afecto a una gran parte de los países y para sorpresa de todos, el Estado Norteamericano salvo a los banqueros afectando a todos los demás sectores como a los propietarios de viviendas ahogados por ellos mismos y sobre todo los productores. Es el caso nuestro, donde los bancos tienen alta rentabilidad a costa del gran sacrificio de los sectores productivos, o el caso de mayor iniquidad como los altos intereses de las tarjetas de créditos y la aplicación de los intereses sobre el saldo soluto, acción criminal que el Estado permite a nuestros banqueros.
Ya que no tenemos un sistema mejor que la democracia, necesariamente los políticos abanderado de la misma tiene que buscarles respuesta a las desviaciones del capitalismo, el cual se come su propia cola con el método salvaje de acumulación en muy pocas manos, ya que este conspira con la producción y el consumo y por otro lado la tecnología que desplaza manos de obra de los sectores menos valorados, reduciendo así la paga y aumentando la renta de las multinacionales. Y todo esto, a pesar de las grandes riquezas que producimos, está aumentando la desigualdad y con ello la indignación de los pueblos.
La gente común cada vez más contacta la desigualdad a cada paso y en cada manifestación de la producción y la distribución de la renta, cuando salen a los mercados y plazas donde se exhiben los bienes y servicios que necesitan sin que los mismos estén a su alcance, como la frustración de los soldados de guerra que cuando regresan del infierno, ven que su sociedad, su gente, se mantiene en plena diversión, en las grandes avenidas atestadas de lujos, a diferencia de las bombas y balas, más la destrucción que debieron esquivar en otras tierras donde fueron enviado a invadir por los mismos amos.
Esa indignación que al parecer no sienten, no palpan los lideres, se va acumulando y presionando la caldera, presta a explotar cuando menos lo esperan los dirigentes empresariales, sociales y políticos, ya que en nuestra modernidad líquida no requieren de un líder que incite las masas para que las mismas se lancen a las calles sin ningún orden ni plan claro de los objetivos que persiguen, donde se pone muy peligrosa por la naturaleza irascibles, primitiva, espontánea y breve de las mismas.
La gente de América está llena de deuda social y están harto de esperar que las promesas de los políticos se cumplan y lo que ven a cada paso es la acumulación de las mismas sin que sus líderes tengan la inteligencia de satisfacerlas, pero peor aún, sin presentar proyectos que abonen la esperanza de que se trabaja por su causa y pueden constatar a través de la prensa, la televisión, el cable y ahora las redes sociales, de que las riquezas siguen aumentando, crece el PBI, etc. y a sus barrios no llega más que calamidades, que van sufriendo colectivamente, pero también en las individualidades como resulta cuando pierden la vivienda por un préstamos a intereses altos que no pudieron pagar, cuando le quitan el instrumento de trabajo por el atraso de su tarjeta de crédito con los intereses más perversos de una deuda que pago la mitad y le siguen cobrando intereses altos por la deuda total, sin embargo el banco acumula beneficios a costa de todas estas iniquidades que los políticos y los gobiernos y el Estado ignoran.
Otro caso muy patético es la ley de Seguridad social y las pensiones, donde estamos acumulando recursos recogido de los magros salarios de los trabajadores hoy en día, con la promesa de una pensión digna, resultando beneficiario los banqueros con dinero fresco actualmente con lo que especulan en el mercado de valores, acumulando grandes beneficios, no así los afiliados que recibirán pensiones de miseria que no alcanzaran para una vida digna. Es una de las causas de las protestas en Chile que inicio cuando la primera oleada de pensionados, que de la promesa a recibir el 70% de sus salarios, están recibiendo menos del 30%. En RD será peor y los políticos del patio aún no han despertado.
También debemos mencionar los vicios a los cuales son empujado las clases más bajas como los juego de azar y el consumo de alcohol, donde se va una gran parte de sus magros ingresos, juego y alcohol que más que política pública para reducirlo, son motivados por las prácticas en que ha caído la clase política, donde buscando financiamiento para sus operaciones, han infestado los partidos de personeros que debieron combatir, los cuales se han ido enquistando en los estamentos más importante de mando sociales.
Y sumamos aspectos indignantes, en la falta de regulaciones y aplicaciones tan simple como el tránsito, donde los miles de muertos y heridos pertenecen a los hogares más pobres, donde dejan familia huérfanas del sustento y agravado cuando quedan inservible siendo carga, con un número tan elevado cada año que sobre pasa los 20 mil, con edades de 15 a 29 años la gran mayoría. Y súmele el costo para el Estado en atenciones médicas que necesariamente son restados a otras necesidades urgentes y todo por no asumir con coraje una ley que regula el tránsito, por puro populismo y falta de visión con el futuro que vamos creando, lleno de escollos que lastran el avance del desarrollo integral de la sociedad para el futuro.
Si damos una nueva miradita a lo que acontece en Chile, un país que todos entendíamos tenía los mejores parámetros sociales del bienestar, multitudes en las calles, destruyendo los bienes públicos, saqueando y cometiendo los peores desvanes, nos daremos cuenta que estamos empujando nuestras naciones a cometer los mismos errores. Y es muy pronto y ya se está repitiendo lo mismo en otras latitudes, cercas y lejanas, aquí la lado esta Haití que no sale de una, encima de la pobreza que sufre, destruyen lo poco que le queda, sin tener para recuperar nada, hundiéndose más. Y esta es una tarea de los líderes, que no deben meter la cabeza en un hoyo como el Avestruz, esperando que llegue la barba arder, por no asumir con coraje y enfrentar las estructuras mafiosas construidas por años por los más beneficiarios.
Y lo peor de todo es que las situaciones de estos pueblos se parecen al que sufre de una enfermedad como el SIDA, que esto no lo mata pero cualquier gripe desata los demonios y termina con el cuerpo ya en enfermedad crónica, porque los responsables del mal no buscan la cura; la gula y la angurria del enriquecimiento es tan fuerte que su satisfacción es mayor que la pena de ver morir de hambre a su gente explotada de años.
En la portada de uno de los libros de Zygmunt Bauman, DAÑOS COLATERALES, desigualdades sociales en la era global, escribe el autor, las siguientes referencia que de triste me pareció encantadora: El compuesto explosivo que forman la desigualdad social en aumento y el creciente sufrimiento humano relegado al estatus de COLATERALIDAD (puesto que la marginalidad, la externalidad y la cualidad descartable no se han introducido como parte legitima de la agenda política) tiene todas las calificaciones para ser el más desastroso entre los incontables problemas potenciales que la humanidad puede verse obligada a enfrentar, contener y resolver durante el siglo en curso.
Políticos y empresarios, están perdiendo el tiempo, porque desde ayer debieron tener en la agenda los conflictos que ha venido acumulando la gran desigualdad que enferma la humanidad. Dice Branko Milanovic, el economista más destacado del BM: LA DESIGUALDAD ENTRE LOS INDIVIDUOS DEL MUNDO ES ABRUMADORA. A comienzos del Siglo XXI, el 5% más rico recibe un tercio del ingreso global total, exactamente igual que el 80% más pobre.
Otros economistas plantean que si bien es cierto que la desigualdad de los países se está reduciendo al interior de estos pasa todo lo contrario. Crece la desigualdad entre los más pobres que son más cada vez y entre los más ricos que son cada vez menos y más ricos, y para peor porque pagan menos impuestos, ya que imponen sus criterios a los políticos y líderes sociales, responsables de guiar a las grandes masas y mantenerlas sumisa fuera del tumulto, de espalda a la primavera, aun al borde del colapso, en tiempo de la modernidad liquida, donde todo se está moviendo tan rápido como el movimiento de las mariposas.
Nuestro país ha venido creciendo en los últimos años por encima de la media de América, ahora bien, si bien es cierto que contemplamos el movimiento, el progreso, tendríamos que preguntarnos si hemos reducido la desigualdad en la proporción que han crecido las riquezas de las familias ricas. Pero cuando leo a nuestros economistas más comprometidos, me doy cuenta que necesitamos una gran reforma fiscal, para poder ir en auxilio de los más necesitados, de manera sostenible, fortalecer la institucionalidad y garantizar el acceso al desarrollo de todos los dominicanos.
Hemos tenido algunas acciones de mejorar la distribución de la renta, como la reducción de intereses para los campesinos, la inversión del 4% del presupuesto en educación, la fundación del Banco Solidario para préstamos a las Pymes, la inclusión de miles de empresas medianas y pequeñas como suministro del Estado, la creación de cientos de cooperativas y asociaciones impulsada por la presidencia a través de sus visitas sorpresas, otorgando prestamos colectivos para la producción etc. etc.
A pesar de todo esto, necesitamos implementar muchas más y sobre todo, empeñarnos en la calidad de las acciones del gobierno, que sean más inclusivas y menos populistas, interviniendo los fenómenos y estructuras parasitaria, enquistadas en los aparatos del Estado y la Sociedad, con procesos llenos de imperfecciones y prácticas mafiosas que reducen la eficiencia y calidad del Estado. Dañan su imagen y credibilidad ante los sectores de clase media, que son víctimas y que nuestros políticos no han tenido el ni la voluntad ni el coraje de enfrentar. Necesitamos recuperar la confianza de la ciudadanía y devolverle un poco de esperanza, si queremos mantener la paz.