Las trabajadoras domésticas son un actor invisible en el hogar dominicano, a pesar de ser parte de la estructura familiar, no se le reconoce como tal. Sin embargo, tiene peso en las relaciones al interior de la misma.
La presencia de las trabajadoras domésticas en los hogares de estratos medios genera unas relaciones internas bañadas de la mezcla entre relaciones familiares y discriminación social.
La trabajadora doméstica no recibe el trato de “empleada” en tanto sus horarios y salarios no se mantienen dentro de rangos establecidos sino que varían en cada hogar según las decisiones que tengan los/as jefes/as de hogar sobre ello. Así encontramos salarios más bajos que el salario mínimo y otros que concuerdan con el mismo.
Los horarios pueden variar desde 10-12 horas hasta todo el día incluyendo en algunos casos la dormida en la casa de familia. El hecho de que las empleadas domésticas ingieren alimentos que son costeados por la familia y duerman en muchos casos en las viviendas convierte esta labor en una mezcla de empleo-residencia que difumina los límites entre uno y otro.
Las trabajadoras domésticas no se sienten con derechos para reclamar mejores condiciones salariales. La pobreza y la marginalidad afecta esta posibilidad, muchas mujeres de los barrios y campos del país tienen como única opción de fuente de ingresos este trabajo. Encontramos casos de jóvenes que emigran de sus campos hacia las ciudades principales para trabajar en labores domesticas y estudiar en las noches.
En la presencia de las trabajadoras domésticas en el hogar encontramos un continuo roce de relaciones de desigualdad social que se expresan en su exclusión para compartir espacios como la comida en la mesa y los espacios de fiesta-encuentro familiar. En algunos casos se producen casos de abuso sexual de hombres miembros del hogar hacia trabajadoras domésticas y se mantienen ocultos.
Otro elemento que explicita las diferencias de clases es la demanda continua y sin limites a “servir”. Esta lógica de servicio continuo que debe ofrecer la trabajadora doméstica representa una cierta continuación de la lógica servilista de la esclavitud.
Otro rol importante que asumen las trabajadoras domésticas en las familias de estratos medios y altos es el de facilitar la conexión entre estratos sociales. Las trabajadoras domésticas proporcionan el nexo con: plomeros, electricistas, jardineros, albañiles y carpinteros, a quienes contactan en su barrio o su comunidad.
Discriminación de género. La presencia de las trabajadoras domésticas en hogares de estratos medios y altos genera una reproducción de los roles tradicionales de género al interior del hogar que se extienden de mujer a mujer. El hecho de que las mujeres estén insertas en el mercado laboral no ha generado un cambio al interior de las familias en la redistribución de los roles domésticos sino que integra a otra mujer que asume estos roles
En otras sociedades las familias de estratos medios no tienen trabajadoras domésticas y tanto el hombre como la mujer se distribuyen las labores domésticas en forma equitativa, lo que no ocurre en nuestra sociedad.
La presencia de las trabajadoras domésticas reproduce al interior de los hogares de estratos medios y altos las relaciones desiguales de clase y de género en la cotidianidad. Las nuevas generaciones se alimentan de la desigualdad social imperante en sus familias con la presencia de una trabajadora doméstica de estrato pobre que debe “servirle” a la misma. Muchas familias desconocen las condiciones sociales en que viven estas trabajadoras domésticas, sus familiares y su contexto social.
Este articulo fue publicado originalmente en el periódico HOY