Mis semanas de cuarentena. Así podría escribir lo que tan libremente comparto, porque les cuento cosas de lo que vivo al día a día durante la semana en estos meses de confinamiento y soledad en mi casa.
Tengo tiempo de más. Es más, me sobra tiempo, porque aunque dé muchas vueltas en mi casa, que no es tan grande, pero que para una sola persona tiene el tamaño de una mansión de los famosos de Hollywood, no la puedo barrer ni trapear siempre, porque me duelen las manos. Fregar platos me es difícil por el mismo problema. Me gusta cocinar y hacía comida para tres días, costumbre que he abandonado, porque mi hijo menor se ha tomado el trabajo de traerme diariamente la comida, creo que es para que no diga que mi nuera no sabe cocinar, porque esa era mi cantaleta, aunque reconozco que la mejor lasaña y el mejor pastelón de plátano maduro con berenjena los hace ella. Pero, ¡qué buena está su comida! Lo que más valoro es con el amor que me la traen. Hasta el postre me lo traen ya que mi hijo además de ser el mejor cocinero, es el mejor repostero del universo.
Pues bien, al sobrarme tanto tiempo, me alcanza para leer todos los periódicos y ahí me entero de lo que se mueve en el mundo.
Como soy vieja tengo todo el derecho de opinar lo que me venga en ganas, porque total, cuando salía de la casa e iba a cruzar una calle por el cruce de peatones, venía un carro a to lo que da y el chofer me voceaba: “vieja er diablo, váyase a rezar”. Creo que eso me concede todo el derecho de decir las cosas que me sorprenden.
Lo primero es, que creo que somos el hazmerreír del mundo entero y que somos el país más tercermundista de los del tercer mundo, porque lo que vi dizque “un peregrino con su cruz a cuestas”, que no solo será un iluminado o un científico, es de antología, ya que con su peregrinaje y su gentío atrás, escoltado por los vehículos de las autoridades que debían prohibirle dicha acción, iba a enterrar el coronavirus en la playa. ¿Ya tenemos las estadísticas de los curados y los no infectados?
Otra de las cosas que más me tienen sorprendida es que el gobierno no está tomando al toro por los cuernos. Como no se puede hacer campaña electoral, el chapulín colorado nuestro es un candidato. Es quien compra a su nombre. Es quien distribuye los insumos médicos. Es quien visita las zonas que más necesitan. Yo pensé que todo eso debía estar en manos del Estado, al fin y al cabo esa es la campaña. ¿Dónde está la Junta? ¿Qué dice de esto? Lo que más me molesta es que si estoy viendo algo en youtube el primer rostro que sale es la de ese candidato.
Otra más que me sorprende. Me parece que el deber del Estado es dotar de todo lo que un hospital necesita para enfrentar la pandemia y lo que no es pandemia. Con mucha pompa el Ministerio de Salud Pública “donó” unos respiradores a un hospital, parece que no es deber de ese ministerio.
Somos todo lo contrario de Nueva Zelanda. Así como nos enteramos de su inteligente actuar, todos en el mundo se enteran de nuestra forma estúpida de enfrentar, creer y aceptar las cosas. Algo que me hace preguntar cada noche deshojando una margarita: ¿voto, no voto, voto, no voto?
¡Qué país tan especial!