Aunque carnaval no se reduce a Desfile, es un componente importante de la representación de la diversidad, nacional de éste, de su complejidad, y particularmente de su panorámica, como expresión cultural que a la vez refleja su desigualdad, diferencias y niveles de desarrollo por zonas y entre uno y otro de los carnavales nacionales de nuestro país.
Quizás la preocupación entre estudiosos del carnaval es la notoriedad con que el desfile se traga el carnaval barrial. Cómo cada vez el carnavalero pierde interés por su comunidad, y presta a tención a las cámaras de televisión, al público desconocido del desfile y al ambiente impersonal que lo envuelve.
Sin embargo, es correcto que el carnaval de un país tenga un lugar que sirva de espacio de representación, del carnaval nacional. Por tanto, no se trata de confrontar una cosa con otra, sino más bien de evaluar y ponderar cómo el desfile tiene sus pecados y virtudes. Cómo es importante que en una zona de la capital se presente una selección exhaustiva de cada carnaval del país, pues el tiempo no daría para que se presentasen todos los carnavales en su conjunto del territorio, más una selecta muestra, que lo haría más ligero, menos extenso y más representativo, de lo mejor de cada zona carnavalera del país.
Si se hace una escogencia se puede ver como un comportamiento de censura, no obstante, sabemos que todas no pueden estar presentes y por lo regular debemos discriminar. Esa discriminación debe venir desde las comunidades mismas que han de escoger, quienes mejor las representan o quienes ya fueron esa vez motivo de admiración y reconocimiento social en sus comunidades de origen.
El desfile Nacional, debe depurar su muestra para ofrecer con agilidad y sin agotamiento una síntesis del carnaval dominicano, tanto para nacionales como para extranjeros. Debe ese desfile enmarcar su participación en criterios selectivos de participación a través de un reglamento que lo norme, y por supuesto crear una estructura organizativa ágil, profesional y técnicamente eficaz que produzca la movilidad de este sin dar espacios a la improvisación, con una continuidad cronométrica que evite los baches, y con una un cuidado de los desniveles en su participación evitando ciertas letanías y aburrimientos en su marcha.
Todos quisiéramos estar, pero no todos podemos estar. Por tanto se requieren criterios normados de participación que eviten comentarios y desalientos entre los carnavaleros. Al menos que se puedan hacer dos días de carnaval en la ciudad de forma continua, y que el carnaval absorba la ciudad la embriague de su pasión y la contagie de su alegría, lo cual parece ser un sueño poco probable en estos momentos pues la misma ciudad no está prepara para recibir este impacto festivo por dos días continuos.
De todas maneras el Desfile en sí tiene sus puntos críticos, como el dominio de las casetas de las casas comerciales y sobre dimensión en el recorrido, como el predominio de las televisoras ambas marcando el ritmo musical, muchas veces desajustados con el motivo de la convocatoria. La música que acompaña el desfile de carnaval o se unifica o se demanda como parte de las comparsas participantes de manera que se le dé más vida al desfile, pues sucede que algunas comparsas van sin acompañamiento musical y la tristeza que presenta es desmotivante. Carnavales alegría y jolgorio, en el Desfile nacional debe haber una música más organizada, seleccionada y sugerida por el Ministerio de Cultura, institución responsable de su celebración.
Al mismo tiempo que se insiste en participar en el Desfile Nacional, las comparsas nacionales deben compartir con sus comunidades de origen para validar socialmente su carnaval. El tiempo de duración del desfile, la cantidad de comparsas que participan, la calidad de las comparsas que se hacen presenten, la previa selección de estas en sus comunidades de origen y la necesidad de animar su participación haciéndose acompañar de música y coreografía y demandar de los comparseros bajar los decibeles de su discolay, muchas veces insoportables.
El desfile es importante pero esencialmente no es el carnaval en sí, el carnaval es la participación con la comunidad. La interacción con sus gentes que los apoya y donde originalmente el carnaval encuentra mayor identidad y apoyo.
El desfile en todo caso es una manera de representación para el turismo y los nacionales capitaleños, de lo que es el carnaval dominicano. En ese sentido juega un papel importante, pero no debe centrar la atención exclusiva de los portadores, pues los desnaturaliza al reducirlo a este día y ese momento o los desfiles que se hacen cada fin de semana en sus comunidades y ciudades de origen.
En el caso de la capital, es obvio que tanto desfile en Santo Domingo y el Distrito Nacional, pues se congestiona la ciudad y se convierte en un pandemonio ese día la ciudad por donde quiera que te muevas. Una propuesta es reducirlo a un solo carnaval de la ciudad, o tanto carnavales o desfiles en la ciudad. Santo Domingo Este, Norte y Oeste, además del Distrito Nacional, son muchos para esta ciudad, que a veces la diferencia tampoco es tan evidente, pues al fin y al cabo, la ciudad de Santo Domingo, se dividió políticamente, no así culturalmente, por tanto, es innecesario fragmentarla en el carnaval, es un contrasentido y una saturación que pierde adeptos, por falta de racionalidad con la fuerza e importancia de esta convocatoria de la cultura popular.