A finales del siglo XIX y a comienzos del siglo XX se produce la tensión ideológico-literaria Desenfreno y Verismo (Scapigliatura y realismo). Estas dos tendencias que empiezan a tomar cuerpo con el apoyo del romanticismo, dio frutos en casi todas las literaturas europeas de mediados de siglo XIX hasta bien entrado el siglo XX, y así escritores como Balzac, Zola, Stendhal, Flaubert, Galdós, Baroja, Verga y otros partieron de un concepto de realidad que adquiría valor de cultura,sociedad y experiencia, en un momento donde las literaturas nacionales asumían la política de lo real o las realidades del sujeto como encuadre ideológico y cultural.

En el caso de Italia, la literatura de fin de siglo XIX dio a luz a escritores como Manzoni, Carducci, Foscolo, Verga y otros que hicieron repensar  la condición del poema, la novela, el teatro, el ensayo y otros géneros importantes para el momento de resurgimiento político e ideológico.

Max Henríquez Ureña pasa revista en su Lección Decimosexta al fenómeno romántico y bohemio en el contexto literario italiano, analizando el mapa literario en cuestión, basado en sus procesos y efectos. Según MHU:

“La reacción contra el romanticismo de Manzoni tuvo, aparte de Carducci y sus amigos, un grupo de jóvenes rebeldes y bohemios que la proclamaron y sostuvieron. A ese grupo milanés se dio el nombre de Scapigliatura (Desenfreno).  Sus componentes eran, pues, los desenfrenados, habida cuenta además de que scapigliati quiere decir también los desgreñados. Exaltados, bebedores de ajenjo, aficionados (al menos en teoría) a los paraísos artificiales y a las deudas, murieron casi todos jóvenes”. (Obra y Apuntes, Lección Decimosexta, op. cit., Vol. p. 84)

¿Cuál era la actitud estéticovital de aquellos desenfrenados en aquel contexto de replanteamientos, preguntas y respuestas? Según nos dice Max:

“Hacen ruidos, protestan contra la burguesía tranquila en nombre de la libertad en el arte, y quieren armonizar las tendencias y orientaciones de todas las bellas artes. Todos escriben, pero muchos de ellos cultivan también otras artes: Emilio Praga, el poeta de Fantasmas, de Paleta y de Penumbra, es pintor; Arrigo Boito, que despuntó como poeta, fue libretista y músico, autor de las óperas Mefistófeles y Nerón, otro poeta delicado, IginioUgoTarchetti, era crítico musical, y otros, que sólo eran pintores y músicos, se afiliaron al grupo”. (Ibídem. loc. cit.)

Max se refiere a los “Scapigliati” como grupo raro, extraño y curioso que en grupo lograron más aporte que de manera individual. Solos, y por propio esfuerzo individual no hubieran logrado el valor y éxito de entonces. Pero habiéndose opuesto al romanticismo tipo Manzoni, la reacción contra el mismo fue general. En varias regiones y ciudades de Italia había reacciones muy particulares entre sus creadores.

De las reacciones de los llamados Desenfrenados, nacieron tendencias, manifestaciones estéticas, que como el verismo, lograron imponerse con tonos, modos y formas específicas. ¿Cómo  definió Max el verismo?

“El verismo, en sus líneas generales, no se diferencia gran cosa del naturalismo que en Francia encabezó Émile Zola: la creación artística debe basarse en el documento humano, decían los naturalistas; e igual decían los veristas italianos. El verismo aspiraba a pintar la realidad, tal como ella es, sin caer en ningún propósito didáctico y en ello diferían de Zola, que de sus novelas quería deducir la comprobación de postulados científicos, como la ley de herencia. El ejemplo manzoniano de presentar aventuras edificantes, no era, para los veristas, digno de seguirse, porque ellos querían simplemente pintar hechos reales, prescindiendo de si esos hechos podían servir o no de sustentáculo o algún principio moral”. (Ibídem.)

El didactismo del verismo se hizo normal en Francia y otros países de Europa y América. Los ejemplos del verismo o realismo partían de tipos, lugares, escenas cotidianas, historias de vida, expresiones líricas y épicas rurales o urbanas, donde aparecía la tragedia o el drama de la vida cotidiana.

Frente a la grandilocuencia de Carducci, los veristas oponían las crueldades y realidades de la vida sobre la base de tipos “tomados” de la vida real, alejándose, sin embargo de la “literatura cívica de Carducci”. Según Max: “El principio de objetividad de los veristas iba a un tiempo contra Manzoni y contra Carducci”. (Ibídem. loc. cit.)

En efecto, el verismo era otra cara de la crisis nacional en la Italia del Risorgimento, y de la unificación nacional y en algunas regiones de Italia se consumió con pasión la literatura verista o realista. Según MHU y otros historiadores de la literatura italiana:

“El más alto representante del verismo, Giovanni Verga (1840-1922). Declaraba que la novela alcanzaría su verdadero apogeo “cuando diera la impresión del suceso real, y la obra de arte pareciera haberse hecho por sí sola”. Y agregaba: “El autor debe tener el valor de esfumarse y desaparecer de su obra”. Esos postulados de Verga fueron sostenidos y ampliados por Luigi Capuana (1879-1927), que fue el que dio forma definitiva a los principios del verismo”. (Ver, p. 86, op. cit.)

Pero, ¿quién era realmente Giovanni Verga? Max resume su biografía de la siguiente manera:

“Verga era siciliano. Tenía 20 años cuando, encontrándose en Milán donde tuvo frecuente contacto con los desenfrenados, publicó su primera novela: Los Carbonarios de la montaña. Es una simple evocación de sus abuelos conspiradores, y ahí no aparece todavía el crudo expositor de ingratas realidades”. (Ibídem.)

Desde sus tempranas producciones G. Verga se orientó hacia el verismo como propuesta de mundo narrativo. El narrador italiano describió la realidad tal y como ella se presentaba en el espacio-tiempo cotidiano del sujeto y el paisaje. El tipo era de sumo interés para Verga. Según MHU:

“Sus novelas subsiguientes señalan ya la alborada del verismo, y todas se inspiran en la fuerza de la pasión: La pecadora, Historia de una curruca, Eva, Tigresa real, todas las cuales relatan amores trágicos y mujeres fatales, y Eros, donde aparece el Don Juan moderno”. (Ibídem.)

Una acotación de Max en este sentido resulta útil por la caracterización misma de los tipos, momentos y lugares de desenvolvimiento:

“Pero esas novelas de juventud, indecisas en el trazo psicológico de los caracteres, y llenas de exaltación pasional, no son más que un preludio del verismo, y tienen todavía un sello marcadamente romántico”. (Ibídem.)

Sin embargo entiende que:

“La vuelta de Verga a su tierra natal, Sicilia, lo pone frente a la naturaleza y a la realidad. Un hecho que pudiera parecer secundario, le ilumina el camino que ha de seguir: encuentra en el buque que lo conduce un Diario de a bordo, sin ortografía ni sintaxis, en el que un capitán cuenta resumidamente las aventuras de su velero: narración de marino sin ninguna frase que estuviera de más. Declara Verga que esa narración escueta de hechos era lo que buscaba. Haría lo mismo frente a la vida diaria que aspiraba a copiar”. (Ibídem.)

La narrativa de G. Verga construyó su espacio ideológico y artístico verbal sobre la base de un realismo, cuyos signos encontramos en el tejido mismo de la vida siciliana urbana y rural, pero también en los cuentos realistas y psicológicos que remiten a las raíces históricas de una mentalidad vinculada a niveles propios de realidades culturales del siglo XIX y una parte del siglo XX.

Las imágenes ofrecidas por el verismo italiano epocal, permite comprender los ejes y efectos de realidad de la novela italiana de finales del siglo XIX y del XX, habida cuenta de los signos que incorporan a uno o varios escenarios sus grandes cuerpos significantes. De ahí que Verga enuncie, traduzca y revele parte de un universo y de un espacio que presenta sus ritmos, movimientos, formaciones, leyes culturales que acentúan los planos verbales de la novela y los relatos.