De manera silenciosa y vertiginosa avanza una gran amenaza contra los sistemas de pensiones del mundo, tanto en las naciones más industrializadas, como en las economías y sociedades del tercer mundo.
Dentro de unas décadas, la industria inteligente tendrá un impacto generalizado, ya que se apoya en una revolución digital que multiplicará notablemente la productividad y la producción de riqueza.
Por su extraordinaria flexibilidad y bajo costo, es aplicable a todas las actividades económicas, sociales, políticas, transformando radicalmente la organización de las empresas, de la sociedad, los estilos de vida, la cultura y los valores.
Hace un cuarto de siglo, señalé en mi libro “Modelos de Desarrollo y Políticas de Salud” que “quizás la mayor especificidad de la revolución tecnológica actual reside en el impacto que ha desatado sobre sí misma”. Ya los robots dotados de inteligencia artificial interactúan, de tú a tú, con los humanos, superándolos en varios campos del saber.
Y tenía mucha razón. La industria 4.0 eleva a un nivel superior la automatización y la robótica, ya que vincula y articula no sólo los procesos productivos, sino además, los administrativos y gerenciales, posibilitando la toma de decisiones en fracciones de segundo, superando con creces la capacidad y destreza humana.
Este proceso ha tenido en gran impulso durante las últimas décadas gracias a la producción de ordenadores con capacidad para almacenar y procesar cantidades cuasi infinitas de información (Big Data), a la velocidad de la luz, con un desarrollo sin precedentes de la productividad.
La industria inteligente permitirá producir y concentrar más riqueza social, cada vez con menos recursos humanos, generando lo que John Maynard Keynes denominó el “desempleo tecnológico”.
Pronósticos sombríos para el mercado laboral y el retiro
Si bien esta revolución es el producto del desarrollo de la productividad, los recursos humanos ya son los grandes perdedores, dado que el objetivo del sistema es acelerar la concentración del ingreso y la riqueza social. El 82% de la riqueza creada en año pasado quedó en manos del 1% de la población mundial más rica.
La firma Mckensey Global, estima que el 50% de los puestos de trabajo podrían ser reemplazados por la industria inteligente para el 2030. Si el cambio tecnológico es lento, afectaría a 400 millones de empleos (el 15%), pero si se acelera, desplazará a 800 millones, el 30%.
Moshe Vardi, informático de la Rice University, en Houston, asegura que la mayoría de los trabajos menos calificados van a desaparecer, y se pregunta si el mundo está preparado para una economía en la que el 50% de la población esté en paro.
Una encuesta de finales de noviembre del 2017, a más de 20,000 personas de 18 países de América Latina, comprobó que “4 de cada 5 Latinoamericanos creen que la ciencia y la tecnología son una amenaza para el empleo. En México tiene “un potencial de 52% de empleos que pueden ser automatizados, y reemplazados por robots o máquinas.
Acelerado o no, lo cierto es que la disrupción de la industria inteligente acentuará la crisis de los actuales sistemas de pensiones, por dos razones: 1) la contracción relativa del mercado laboral; y 2) la reducción del salario como componente del PIB.
Estos dos factores afectarán tanto al reparto, como a la capitalización individual debido a que ambos se financian en base al salario. Pero perjudicará al sistema de reparto, porque el pago las pensiones actuales y futuras, genera un déficit que su cubre con los aportes de los trabajadores activos.