La República Dominicana es una de las economías más dinámicas de América Latina y el Caribe (ALC). Durante el período 2015-2019 experimentó un crecimiento promedio de 6.1%, y en el 2019 el país cerró con un crecimiento económico de 5.1% (el segundo más alto en América Latina); sin embargo, en el año 2020, fruto de la crisis sanitaria del COVID-19, nuestra economía decreció un -6.7%

En el 2021 habíamos considerado la interrupción de cadenas de suministros y la contracción del consumo, producto de las medidas de contención sanitaria, por lo que esperábamos un debilitamiento de la demanda externa. Además, preveíamos que la desaceleración en la economía de los Estados Unidos (nuestro principal socio comercial) podría causar una disminución sostenida de las remesas, el turismo y las exportaciones. Sin embargo, las ayudas económicas que se otorgaron en Estados Unidos contrarrestaron esas predicciones y por el contrario las remesas crecieron, mientras que las exportaciones y el turismo tendieron a una rápida recuperación.

Es importante destacar que la economía dominicana presenta una creciente divergencia entre un sector económico de alto crecimiento y productividad concentrado en las zonas francas, capaz de generar una cantidad relativamente limitada de buenos empleos y actividades orientadas al consumo interno con baja productividad. Esto incidirá fuertemente en impactos diferenciados económicos y de empleo.

La notable recuperación de la economía (en forma de “V”) para 2021, ha sido satisfactoria, pues además de recuperar el tamaño alcanzado en el año previo a la pandemia, se prevé un crecimiento de casi un 3% con respecto a éste. Pero este rebote de la economía no significa necesariamente que los retrocesos en pobreza y desigualdad derivados de la contracción económica del 2020 se recuperarán automáticamente; se requerirá que los trabajadores más afectados sean beneficiarios de la recuperación del crecimiento económico.

La crisis económica provocada por la pandemia ha repercutido adversamente en el mundo del trabajo en tres dimensiones: 1) la cantidad de empleo disponible, 2) la calidad del trabajo y, 3) los efectos en los grupos específicos en condición de vulnerabilidad frente a las consecuencias adversas en el mercado laboral. En cada una de estas dimensiones se generarán presiones adicionales a las que ya nuestro país afrontaba en la pre-crisis que, en el mejor de los casos, ralentizará la velocidad de reducción de los principales déficits de trabajo decente en el país.

Según anunció el Ministro de Trabajo las cifras de empleo formales en la República Dominicana ya se sitúan a los niveles previos a la pandemia de covid-19. Señaló que el pasado septiembre, se superó el nivel de 1,5 millones de empleos formales, lo que supone haber recuperado los cerca de medio millón de puestos de trabajo formales destruidos en el país durante la pandemia.

Pero a pesar del efecto rebote o recuperación en forma “V”, del nivel de empleo, hoy en día los ciudadanos entienden que el problema más importante que tiene el país es el desempleo y esto tiene una explicación, pues una cosa es nivel de empleo y otra, tan importante o más, es la tasa de desocupación.  La tasa de desocupación o también conocido como tasa de desempleo, mide el cociente entre el número de personas desocupadas comprendidas en el rango de edad desde los 16 años hasta los 64 años (económicamente activas), y la población total que comprende el mismo rango de edad (Población en edad de trabajar (PET)).

En el año 2021 la tasa de desocupación alcanzó el rango del 8.0% cuando históricamente esta ronda el 6.5%, y esto tiene una explicación, pues aunque se haya recuperado la cantidad de empleos formales, faltaría evaluar cuantos empleos informales se han podido recuperar y no menos importante es que en países como el nuestro, con alto índice de natalidad y de inmigración, la población económicamente activa (entre 16 y 64 años) tiene un gran crecimiento, que para lograr aproximarse al Pleno Empleo necesita un crecimiento mayor de los puestos de trabajo.

Esta situación, aumentó del desempleo y la inflación, que tiende a estar muy próxima a los dos dígitos, o sea, la más alta de la última década, tiende a ser un caldo de cultivo para el malestar social y la pérdida de confianza en las ejecutorias de las autoridades e incluso para el aumento de la propia delincuencia, que es otro de los factores que más les preocupa a los ciudadanos.

En tal sentido entendemos que el Ministerio de Trabajo debe promover medidas que permitan revertir esta situación, como, por ejemplo:

  • Generar Políticas de promoción al Primer Empleo.
  • Ser mucho más rigurosos en el cumplimiento del artículo 135 del Código de Trabajo: que precisa que “el ochenta por ciento, por lo menos, del número total de trabajadores de una empresa debe estar integrado por dominicanos” y,
  • Promover nuevas leyes, reglamentos e incluso hacer promoción de normas tendentes a priorizar al empleado dominicano, por encima del inmigrante, como también lo hacen en cientos de países.