Las ciencias sociales son un conjunto de disciplinas racionales que tienen por objeto de estudio las relaciones sociales e interacciones reales y virtuales en los diferentes sistemas sociales, económicos, culturales, ciberculturales y políticos en los que interviene el sujeto en sociedad. Esto implica la articulación con lo humanístico, en la que cada campo de como conocimiento, como la filosofía, la literatura el arte, la psicología, la lingüística, la historia y la filología entran a formar parte del ámbito complejo del sistema cognoscitivo enfocado también en la sociología, la política y el derecho.

Desde un enfoque epistémico interdisciplinar, multidisciplinar y transdisciplinar , que se realiza en este siglo XXI, es donde cobra importancia lo social y humanístico.

Es por eso, que las ciencias sociales y humanísticas no pueden ser pensadas al margen de los estudios de lo ciberespacial, del mundo cibernético o cibermundo. El excluir estos estudios de época es vivir envueltos en un discurso anacrónico, repetitivo y sin incidencia social.

La relación Sujeto, Lenguaje, Discurso, Poder y Sociedad digital hay que pensarla desde las  redes y con visión crítica en este siglo XXI. No pensar esa relación del poder digital y su implicación social, es desconocer el pensamiento innovador y de los que son las humanidades digitales en estos tiempos cibernéticos y transidos. El pensar hoy las ciencias sociales y humanísticas no puede dejar a un lado los planteamientos de M. Castells (1998), el cual comprende la relación compleja Cibernética-Poder y Sociedad en sus investigaciones sobre la Era de la Información, donde explica la sociedad de la información como estándar de nuestra época y de la cual nadie puede desentenderse. Sus ideas revelan la presencia de una forma de Estado que no tiene nada que ver con la que tradicionalmente se conoce y una cultura que, a su vez, implica la cibercultura.

Filósofo Nicanor Ursua, co-autor de este texto

Sus ideas nos revelan la presencia de una nueva forma de Estado, el Estado-red, en el cual la presencia de la información y el ciberespacio es clave para el entendimiento del cibermundo caracterizado por redes de poder cibernético. Para Castells el conocimiento y la información son las fuentes de la productividad de estos tiempos. De ahí que en su texto Comunicación y Poder (2009) coloque el poder en relaciones de cambio de dos formas que giran alrededor de la articulación entre lo global y lo local y principalmente en redes, no en unidades individuales, en donde las relaciones de poder son específicas de cada red.

II

En un mundo donde predomina el conocimiento tecnocientífico, alguien podría pensar que las ciencias sociales y humanísticas son un lujo superfluo. No obstante, como ese conocimiento tecnocientífico ha sido elaborado por el ser humano, éste siempre estará detrás como agente responsable. No nos deberíamos preguntar, por tanto, más bien si las ciencias que producen el conocimiento tecnocientífico necesitan las ciencias sociales y humanísticas, ya que siempre está detrás el ser humano como agente.

En tanto en cuanto seamos seres humanos necesitamos las ciencias sociales y humanísticas. Estas ciencias, como la historia, la filología, la sociología, la política, la literatura, el arte, la lingüística, el derecho, la filosofía y demás ciencias que conforman esta categoría, forman una parte esencial de nuestra existencia vivida. Una cosa está clara, los meros hechos y los datos no son suficientes para explicar este complejo mundo hiperconectado y globalizado en el que viven y actúan los seres humanos.  Las ciencias sociales y humanísticas nos proporcionan un saber sobre nosotros mismos, un saber que nos orienta y nos ayuda a formar nuestra capacidad de juicio. Necesitamos este saber para vivir y orientarnos en y dentro de la complejidad de las diferentes culturas existentes, entendiendo por cultura la gran información, actividades, procedimientos, ideas y valores almacenados en nuestro cerebro y adquiridos y aprendidos socialmente. Para alcanzar este objetivo, necesitamos un saber sobre cómo nos representamos los hechos, los valoramos y los juzgamos.

Para ello, necesitamos un lenguaje correcto (un “orto lenguaje”), pues el mundo del ser humano es lingüístico, a saber, nos “apalabramos” en el lenguaje. Este lenguaje ha de ser gramatical y lógicamente correcto. Como afirma Goethe en la última escena del Fausto: “Caro amigo, por ello os aconsejo un Collegium Logicum. Así tu espíritu será adiestrado y bien ceñido en botas españolas (alusión a instrumentos de tortura) a fin de que en lo sucesivo más circunspecto por las vías del pensamiento se deslice”.  En la lógica se trata de operaciones que no se realizan con números, sino con pensamientos, o, dicho con otras palabras, con enunciados lingüísticos.

Los dos autores del artículo, Nicanor Ursua y Andrés Merejo

Además del lenguaje y la lógica, las ciencias sociales y humanísticas necesitan un saber fáctico que lo proporciona las ciencias fácticas o empíricas con las que nuestras ciencias han de estar siempre en contacto para poder hablar del mundo y de la sociedad sin renunciar al concepto de objetividad, de verdad y de belleza.

Las ciencias sociales y humanísticas no solo transmiten valores como igualdad, libertad, tolerancia personal, social, política, respeto al diferente, comprensión de los otros, reconocimiento de la diversidad en la sociedad (género, orientación sexual, clase, edad, raza, religión:  cuanto más diversas sean las perspectivas, más multifacética y excelente será la investigación), compromiso con la ley, separación Iglesia-Estado, justicia, responsabilidad y otros tantos valores reflejados en la Declaración de los Derechos Humanos, sino que conducen y potencian el oráculo del dios Apolo en Delfos: “Conócete a ti mismo,” a saber, la autorreflexión y el pensamiento autoconsciente en una época muy mala para el pensamiento. La mayoría de los estudiosos en la Humanidades afirman que la misión de las ciencias humanas consiste en conocernos a nosotros mismos y en articular nuestra conciencia. Preguntas como ¿Quién soy yo? ¿Qué somos los humanos? ¿Qué lugar ocupamos en este mundo tecnificado? ¿Cuál es nuestra realidad? ¿Cómo conocemos? ¿Cómo nos hemos de comportar? ¿De dónde procedemos y a dónde vamos? ¿Qué posibilidades y limitaciones tenemos? ¿Qué podemos esperar?, son preguntas que ya se hicieron nuestros antepasados y todavía hoy nos las hacemos de  manera nueva y a la luz de las ciencias naturales. (Ver, por ej., J. Mosterín, 2015, 78-98).

En la Teoría de la ciencia, según el campo de estudio, las ciencias se dividen en “Naturwissenschaften”, que explican mediante leyes causales y “Geisteswissenschaften” (“Humanities” o “Social Sciences”, “Lettres” o “Science Humaines”), que comprenden en base a intenciones.” (W. Dilthey, 1883).

En 1959, el científico y novelista Charles Percy Snow en su libro “The Two Cultures and the Scientific Revolution” lanzó la tesis de las “dos culturas” y describió la gran brecha existente entre las Ciencias Naturales y las Ciencias Humanas. El sociólogo y novelista Wolf Lepenies criticó en 1985 la contraposición entre ambas ciencias e introdujo el concepto de las “tres culturas” denominando a las ciencias sociales (“Sozialwissenschaften”) como una forma fundamental entre las Ciencias Naturales y las Ciencias Humanas. F. R. Leavis en su obra “Two Cultures? The Significance of C.P. Snow” (1962) insistía en la necesidad de una reflexión crítica urgente para dar sentido a todo lo que en este mundo cambia tan rápidamente.

Para muchas personas existe un gran progreso tecnocientífico en nuestra sociedad y un gran estancamiento y crisis que caracterizaría a las ciencias humanísticas, debido quizá, según algunas personas, por no estar abiertas a un diálogo constante con las ciencias naturales para incorporar conceptos, por ej., como gen, neuronas, evolución, cibercultura, ciberespacio, pandemia, etc.

Hoy nos encontramos en medio de una gran revolución –la digital– y nos puede preocupar qué implicaciones encierra para nuestra investigación y para nuestra manera de pensar y escribir. De nuevo resuenan los ecos de la controversia Snow-Leavis.

Si no hacemos nada como científicos humanistas, si no nos adueñamos de la plena inteligencia humana, un poder enraizado fuertemente en la experiencia y sumamente humano, capaz de dar una respuesta creativa a los nuevos retos de nuestro tiempo y de crear, como propone Leavis, una Universidad “centro de la conciencia humana” (“centre of human consciousness: perception, knowledge, judgment and responsability”), nos transformaremos en una “obsolescencia planificada”. No podemos renunciar a PENSAR, algo que nos hace humanos en una época en la que estamos constantemente y diariamente actuando con máquinas “inteligentes.”

Aunque hoy, cada vez, más las “Humanidades Digitales” aúnan reflexión (autorreflexión) y crítica metodológica, pues son tan importantes como el desarrollo y enseñanza de prácticas, habilidades, modelos y técnicas (J. C. Meister, 2012).

Las ciencias humanas cultivan, en opinión de O.  Höffe, 2007, 292ss, y esto nos parece muy relevante para la educación de la ciudadanía, cinco competencias epistémicas (formas de conocimiento) que encierran también capacidades y métodos, e incluso actitudes. Estas competencias epistémicas y culturales aprendidas en las ciencias humanas no solo se apoyan unas sobre las otras, sino que se entrelazan entre sí y son: 1) una cultura de la percepción, ésta se intensifica hasta llegar a ser una observación clara y precisa, ligada a una cultura de la fantasía y de la imaginación,  se aprende a mirar, a escuchar y a leer,  2) una cultura del recuerdo, en la medida en que estas ciencias exploran, descubren y reconstruyen, no permiten que los productos culturales caigan en el olvido, 3) una cultura del juicio, pues se hace una lectura personal de los textos, se forma uno su propia opinión y se ejerce un juicio crítico, 4) una cultura de justicia anamnética (anamnesis, término acuñado por Platón, = recuerdo en el contexto de “el saber como un recordar”; la capacidad de no hacer artificialmente de cada innovación de hoy un cambio revolucionario, uniendo imparcialidad a su cultura del recuerdo y 5) potencian  los debates de orientación y del sentido (un verdadero clásico enriquece el espíritu del ser humano). En todas ellas opera también la creatividad y la originalidad.

“De esta manera, afirma O. Höffe, p. 299, las ciencias humanas proveen un alimento que se conserva toda la vida y tentempiés que llenan la mochila que nos acompaña durante nuestra existencia”.

Bibliografía

Castells, M. (1998). La era de la información. Economía, sociedad y cultura. Vol.1-3. Madrid: Alianza Editorial.

Castell, M. (2009). Comunicación y Poder. Madrid: Alianza Editorial.

Deutscher Bundestag/Wissenschaftliche Dienste (2006): “Die Geisteswissenschaften in der Diskussion. (https://www.bundestag.de/resource/blob/419310/3c89d93d4ad812085221c6c5441b39e4/WD-8-175-06-pdf-data.pdf (16.3.2021).

Höffe, O. (2007): Ciudadano económico, ciudadano del Estado, ciudadano del mundo. Ed. Katz, Buenos Aires.

Humboldt Kosmos. Progress Diversity. Weshalb Wissenschaft mehr Vielfalt braucht. Alexander von Humboldt Stiftung. 112/2021, 12-20.

Meister, J. C. (2012): “DH is in Us or on the Unbearable Lightness of a Shared Methodology” (Wir sind die Digitalen Geisteswissenschaften oder Die unerträgliche Leichtigkeit einer geteilten Methodologie), en Historical Social Research 37 (2012), 3, pp. 77-85 : http://nbn-resolving.de/urn:nbn:de:0168-ssoar-378413 (16.3.2021).

Mosterín, J. (2015): “Crisis y renovación de las humanidades”, en Revista Internacional de los Estudios Vascos, 60.1 (2015), 78-98.