Placentero apostar por lo honesto,

Aun se pierda.

Leyendo entre líneas a J.L. Borges, constate una vez más que no importa el querer olvidar lo pasado cuando este continuara incidiendo en el presente, que otrora fuera el futuro, y que ni siquiera la Suma Teología ose negar que ni Dios  pueda lograr que lo pasado no haya sido y que no cabría anular un solo hecho por insignificante que fuera, sin invalidar el  presente.

En esta tierra no hay santos ni santas, quizás en otra dimensión existan, pero a las que hacemos referencia, son como cualquier cosa creada o inventada por los intereses del hombre y que son “nombradas” en un momento determinado. Iglesias crueles que han sacrificado más seres humanos que todas las guerras producidas por dominios terrenales. Estas iglesias se han aliado en sus momentos a los más onerosos intereses políticos y en otras tantas su silencio ha sido más patético y cómplice que sus propias acciones.

Hasta el Papa Francisco a abogado para que la iglesia sea humilde, que se olviden de las parafernalias y el perdón que dio origen a su existencia vuelva a reinar para ricos y pobres. Pero no es lo que se percibe, más bien se han convertido en sucursales de una empresa multinacional y multimillonaria, con más intereses por lo terrenal que por la llamada “alma” de sus “ovejas”. Se revuelcan en la miseria de los pobres para ellos vivir como en los tiempos del Señor Feudal, o acaso, alguien ha visto uno de estos “representantes del Señor” ¿vestidos con harapos?

No señor, más bien parecen actores de cines y es por eso que el surgimiento de tantas sectas y agrupaciones religiosas hayan crecido como la verdolaga y la razón es simple, porque también desean y lo están haciendo, disfrutar de las mieles producto de los miedos que producen en el hombre ante lo desconocido.

El caos estaba bien escondido y solo ráfagas del mismo se sentían, hoy ya se deja ver como si fuese como un ciclón, claro, para aquellos que no se las dan de cegatos, sordos y mudos. Indiscutiblemente el caos total nos abarcara y con mucha fuerza. La camisa de fuerza fabricada con una deuda externa extremadamente irresponsable nos pasara cuenta y de qué manera. Trujillo, Balaguer, según muchos, lo peor de lo peor –y que nadie me venga con pendejadas, porque en esa época perdí lo mejor de mi familia-, ellos levantaron esta aldea a nivel de pueblo sin deberle un centavo a nadie. Otros dicen que sacrificaron mucha gente y otros tantos, que se robó en demasía, pero, si comparamos los hechos sin mucho análisis o intereses espurios, que sería lo mismo sin intereses políticos, nos daríamos cuenta de que en esta “Democracia mostrenca”, en menos tiempo, han sacrificado y se ha robado más y mucho más descarado que en aquellos tiempos de “dictaduras” y “tiranos”. Quien lo dude que busque las estadísticas de los “¡Intercambios”; desapariciones; negación de justicia y la debacle de las “indelicadezas”.

Y en todo esto y durante todo el tiempo, siempre la Iglesia ha tenido su rol protagónico, quizás protegiendo su privilegiado e inmoral “Concordato”, que ningún político se ha atrevido a pedir su revisión, porque ante este monstruo, del solo pensarlo, se orinan en los pantalones. Y ya que me refiero a esto, es bueno recordar cuando un Presidente temió por su gobierno si actuaba en contra de determinados militares pero, erró el tiro, el peligro no era por ese lado.

Ahora dentro de este caos, cuya participación de la Iglesia es innegable, donde los iguales se juzgan entre sí, como parte de otro drama de mal gusto, porque si a sentencias no vamos, todos conocen ciertas de ellas emanadas desde los cielos, para beneficiar allegados, otros muy allegados y otros más cercanos, quizás hasta como hijos, cabría preguntar en lo que llega la semana que viene –si estamos vivos- para continuar con este tema, si quizás tengamos que recurrir a la disciplina de la eugenesia, buscando erradicar esa herencia maldita de los conquistadores y ayudar al nacimiento de nuevos dominicanos, más sanos, más inteligentes y con menos genes de corrupción corriendo por nuestras venas. Quizás. ¡Si señor!