Nuevamente le ha tocado el turno al dengue, luego de las consecuencias en vida y costos dejados por la chikungunya y el ébola. Cada epidemia mal manejada arroja un saldo lamentable en muertes, gastos familiares y pobreza, evidenciando elevados y recurrentes niveles de descuido, improvisación, incoordinación e injusta asignación de los recursos.
Angustia y desesperación. Los hospitales insignias de Salud Pública se mantienen abarrotados por decenas de miles de pacientes con síntomas de dengue, quienes desesperados acuden en procura de atención urgente. El congestionamiento en las emergencias es tal, que muchas madres tienen que esperar hasta cinco horas con niños en sus brazos antes de ser atendidas.
Improvisación. Tan mayúsculo es este drama social que el Presidente Danilo Medina tuvo que convocar a funcionarios municipales, educativos, del sector salud, y hasta de seguridad, para exigirles redoblar los esfuerzos a fin de conjurar la situación. Además, dispuso la movilización este viernes y sábado de “todos los empleados públicos” para contribuir a eliminar los criaderos de mosquitos.
Incoordinación. Los directores del Robert Read Cabral y del Hospital Materno Infantil de los Mina, entre otros, agobiados por el aluvión de pacientes, estiman que muchas referencias al tercer nivel son innecesarias ya “que no son graves y en todos los hospitales existe un área de pediatría”. La ausencia de protocolos permite que algunos centros se quiten la presión social, refiriendo a pacientes que pueden atender.
Asignación injusta. No obstante, tanto los centros “referidores” como los “receptores” continúan recibiendo la misma asignación, situación injusta y desestimulante, ya que éstos últimos tienen que atender una mayor demanda, con el mismo presupuesto y recursos humanos. El resultado es que al cabo de varias semanas terminan frustrados por el exceso de trabajo y la falta de estímulos.
Pero además, esas referencias innecesarias representan un alto costo para miles de familias humildes, al tener que trasladarse por varios días a la capital, abandonando su pequeño negocio, y muchas veces, dejando a los demás niños al cuidado de una vecina, y con frecuencia hasta de menores.
Los directores también señalan que reciben muchos casos referidos por las clínicas privadas al agotarse “el límite del SFS para los menores”. Revelan que algunos niños graves requieren de tratamientos catastróficos que cuestan entre 300,000 y 800,000 pesos, límites que desbordan la cobertura del seguro de salud, y la capacidad de cualquier familia. Sin embargo, reconocen que todavía los hospitales públicos no facturan ni le cobran a las ARS por los servicios prestados a sus afiliados,
Todos estos problemas son endémicos y tienen una larga historia, con lamentables pérdidas en vidas humanas, altos índices de morbi-mortalidad y baja calidad de vida. Durante décadas estas limitaciones han sido diagnosticadas con propuestas de solución, archivadas administración tras administración. Por eso sostenemos que, a pesar del crecimiento económico, la salud continúa siendo la cenicienta nacional.