"Haré grandes cosas: lo que son no lo sé". Así inicia el maestro de maestros don Pedro Henríquez Ureña su maravilloso ensayo “El Descontento y la Promesa” (Seis ensayos en busca de nuestra expresión, 1928). La idea básica es el descontento de la nueva generación frente a la anterior y la promesa de renovación según los nuevos cánones literarios. Pero estas ideas renovadoras presentaban un escollo: no se sabía ciertamente el camino para alcanzarlas.

A ojos del maestro, parece redundar como una ley sociológica el descontento con la tradición y la promesa de nuevos cambios, aunque no se sepa con certeza el mejor camino para lograrlas. Lo que a casi cien años el maestro de Latinoamérica proponía como una clave interpretativa para la literatura criolla podría servirnos para dilucidar los linderos fatigosos del trajín político en nuestro país.

La política dominicana sigue atada a la promesa de unas mejores condiciones de vida para sus ciudadanos, lo que contrasta dramáticamente con lo que se percibe a diario en términos de pobreza y calidad de la vida y el aumento de la deuda pública. Según los expertos, el crecimiento económico al que apunta siempre el Banco Central está sostenido en el endeudamiento del país, por tanto, es un crecimiento burbuja. Según el economista dominicano Pavel Isa de cada cien pesos que recauda el gobierno hay que destinar cuarenta y tres para el pago de capital e intereses de la deuda. Si bien no es un caso de “alarma inminente”, el congreso del presidente Medina se apresta a tomar más préstamos para poder solventar el déficit para este año fiscal.

Si recordamos las promesas realizadas para el presidente Medina, diríamos que estamos en más de lo mismos y que no se toca a fondo la cuestión del problema: el despilfarro administrativo y las condiciones claras de impunidad generalizada hacia aquellos que cometen robo de los fondos públicos. Parece que el país que el presidente Medina soñó el 26 de febrero de 2016 cuando dijo que “Superaremos las dificultades que se presenten. Haremos una República Dominicana más grande y más respetada en el mundo” ha sido un rotundo fracaso en lo que respecta a este punto.

Diario libre hizo una comparación de las promesas del presidente realizadas en el 2012, inicios del primer mandato, y 2016. En lo que atañe a corrupción estas fueron sus palabras: 2016: "Vamos a llevar a cabo un vigoroso programa de fomento de la transparencia, la institucionalidad y la lucha contra la corrupción". 2012: "Estoy decidido a ponerle fin a la impunidad en nuestro país, mediante la lucha decidida contra la criminalidad y la corrupción" (ver Mariela Mejía, 17 agosto 2016, Diario Libre).

A juzgar por los índices de corrupción señalados por Transparencia Internacional en el 2017 estábamos en el lugar número 135 de 180 países con una media de 29, muy por debajo de la media mundial del IPC (índice percepción de la corrupción pública) que fue de 43.07.  Estos datos son respaldados por la baja de doce puestos en el Índice Global de Competitividad ya que según el Foro Económico Mundial estamos en el puesto 104 de 137 países analizados.

El descontento hacia esta manera en que el partido oficialista aborda este y otros problemas nacionales tiene como efecto, por un lado, la popularidad de la Marcha Verde y sus causas y, por el otro, el marcado pesimismo por la situación económica. Según Gallup-Hoy del mes pasado el 85% de los dominicanos apoya al movimiento y el 74% cree que la economía anda mal.

Las promesas políticas acostumbradas parece que deben ir cambiando ya que sólo generan descontentos masivos cuando los datos muestran el fracaso de las políticas implementadas en materia tan centrales como educación, seguridad, anticorrupción, transparencia, etc.

Aquí es donde la nueva camada de políticos que desean ser tomados en cuenta como futuras opciones de poder o simplemente el candidato que aún repite sus aspiraciones, bien del partido oficialista o bien de la oposición, debe girar su discurso. Como señalaba Pedro Henríquez Ureña, el ansia de perfección de la propia obra debía ser la consigna de las nuevas generaciones literarias. Hoy la política está en los proyectos-país alcanzables, cero palabras.