He leído un artículo periodístico de Joseba Elola, titulado: “Es hora de apagar el móvil”. El mismo nos habla de los males generados por la hiperconectividad.

La cultura de la conexión a los dispositivos electrónicos está generando preocupaciones no solo entre filósofos, psicólogos y estudiosos de la cultura, sino también, entre los responsables del derecho laboral, quienes apuntan ahora a la construcción de legislaciones que garanticen “el derecho a la desconexión”.

En Francia, Alemania y otros países comienzan a elaborarse códigos laborales que establecen un horario libre de correos electrónicos relacionados con el trabajo de la empresa.

Algunas instituciones están acordando con sus empleados horarios de desconectividad.

La hiperconectividad laboral contribuye a la hiperconectividad general. Habituados a interactuar a través de los dispositivos para eficientizar nuestro trabajo, es fácil continuar conectados por razones no laborales. Aprendemos a experimentar multiples experiencias lúdicas como distracción y con la exposición constante a ellas se genera una adicción.

A la vez, una sociedad que fomenta la adicción al trabajo estimula la conexión permanente. En muchos casos, esta se percibe como un indicador de eficacia y de disponibilidad, de entrega a la empresa.

Algunos estudios nos hablan de una condición de “estres previo” provocado por el temor a perderse un correo importante, un mensaje o una información de WhatsApp.

Probablemente, lo más perjudicial de la hiperconectividad sea el permanente estado de sobreestimulación y el rechazo a una privacidad necesaria para enfocarnos en nosotros mismos, para reflexionar. Si bien, la interacción con el otro es una dimensión innegable de la condición humana, también lo es el distanciamiento para tomar decisiones sopesadas, sobre nuestra vida y nuestras relaciones.

Debemos ser pues, conscientes de la necesidad de fomentar la desconexión. Pues, no importa el número de horas que las empresas puedan acordar con sus empleados para abandonar el trabajo a través de los dispositivos, o la existencia de leyes que intenten proteger el derecho al descanso, si estamos dispuestos a buscar los medios para no estar a solas con nosotros mismos.