Hace unos años circuló en internet un video muy bien hecho que abordaba el tema de la híper conectividad que nos abruma. Es de una compañía de comunicaciones del sureste de Asia y su titulo es: Desconectarse para conectarse…( https://www.youtube.com/watch?v=EWd3XCRu50k ). Y me parece muy oportuno en esta situación que afecta al mundo entero, ponerle atención a esta idea de lo que podría llamarse “desconexión creativa”…
Hoy en día estamos participando de una era de híper comunicación. Participamos en numerosos grupos de chat, profesionales, familiares, académicos, de amigos que constantemente nos bombardean con informaciones , notas y videos. Con la irrupción a nivel mundial del virus que no mantiene encerrados y aterrorizados la cantidad de mensajes han tomado una escala descomunal, además de que son repetidos ad absurdum y sin ninguna confirmación de veracidad. Y como bien plantea Cesar Pérez en su articulo, “Miedos y mitos en los tiempos de pandemia” (https://acento.com.do/2020/opinion/8797707-miedos-y-mitos-en-los-tiempos-de-pandemias/ ), en esta situación aparecen una cantidad de personajes que encuentran en estos grupos un auditorio cautivo donde desplegar su infinita sapiencia, salpicada de citas de Marx, Gramsci, Harari y otros conspicuos pensadores.
Cantidad de videos son enviados y reenviados, cargando las redes que están trabajando al limite, a pesar de que las empresas de comunicación han exhortado a que se limite estos envíos; yo mismo me descubro a cada rato reenviando un video.
La avalancha de mensajes, fake news, ideas -buenas y malas- se mezclan con discusiones bizantinas que reviven las discusiones medievales entre los antiguos y los modernos, que al final lo que hacen es desviarnos del objetivo principal de los medios en tiempos de crisis: dar información confiable y proponer y discutir soluciones viables. Si dejo sin revisar el WhatsApp por una hora, me encuentro con cientos de mensajes nuevos, entre los cuales hay que discernir cuales abrir. Para mi, quizás porque no soy fanático de las redes y aunque soy capaz de leer un libro en pantalla, prefiero el papel, las llamadas redes sociales me abruman, sobre todo cuando constato que la mayoría de los mensajes son banales y repetidos.
Debemos controlar esa compulsión de compartir todo lo que nos llega y concentrarnos en compartir propuesta viables, crear plataformas y chats propositivos y evitar querer dar catedra sobre nuestros dogmas. Ir descartando esa actitud de que lo único valido es lo que YO propongo y que a cada solución le opongamos cuatro problemas.
De repente han aparecido un grupo que, con sobradas razones, pero sin entender la gravedad de la situación, levantan una serie de normas y leyes – que en su momento criticaron- para detener cualquier iniciativa. Activistas del momento que en personalísimas propuestas observan que todo debe ser consensuado por unas inexistentes “comunidades”.
Umberto Eco (https://verne.elpais.com/verne/2016/02/20/articulo/1455960987_547168.html
) dijo en una ocasión que uno de los problemas del internet y las redes era que le daba “derecho de hablar a legiones de idiotas”. Debemos dejar de comportarnos como tales y rescatar el valor social de convocatoria y de información que tienen las redes.
Creo que debemos hacer un alto, detenernos un momento, para pensar seriamente sobre lo que está ocurriendo y cuales son las medidas que debemos tomar. Detenernos para que manejemos responsablemente la información y los mensajes que compartimos.