Este 25 de abril, el presidente Danilo Medina dio un plazo de 15 días a una comisión para que presentara un listado de programas y acciones para el desarrollo económico de la frontera, siendo esta quizás la primera iniciativa, por lo menos verbal, que llevan a cabo las autoridades con la finalidad de frenar el histórico abandono de las comunidades fronterizas, receptoras permanentes del flujo migratorio de nuestros vecinos haitianos.
Finalmente, se trata de ver la frontera desde otra perspectiva – que no sea el comercio, trasiego del contrabando, tráfico de personas, drogas, etc. Es un interesante paso el dado por Medina, al cual se le ha adelantado el sector privado en la figura del visionario empresario Juan B. Vicini, quien desde hace un tiempo, sueña con un proyecto binacional, esperanzador, del que poco o nada se quiere conocer.
La inquietud del presidente Medina – de establecer políticas que incrementen el arraigo de la población dominicana en dichos territorios – es una lucida decisión, que no debe ser festinada con promesas populistas de “ayudar la población de la frontera”. Cabe recordar que los gobiernos no ayudan a nadie, están solo en la obligación de administrar bien los recursos del Estado.
El pedido del presidente ha coincidido con la participación de seis senadores PLD de las provincias fronterizas, al almuerzo del Grupo Corripio, quienes en muchas de sus declaraciones, deslucen la iniciativa que debería ser tomada con el rigor que exige un problema de Estado – no solo por el desempleo y las condiciones de pobreza de las poblaciones allí establecidas, sino claro está, por el desplazamiento e implantación del vecino en territorio dominicano, y el tipo de población e idiosincrasia, que surge de ese contacto en medio de la exclusión y el olvido, lo que exige un enfoque técnico riguroso, menos populista. Para que cuaje Señor Presidente.
En el almuerzo, los senadores saludaron la medida oficial: “Vemos con buenos ojos el anuncio del presidente”, dijo Dionis Sánchez (Pedernales) – como si alguien osara llevarle la contraria al presidente. Y en un ejercicio de creatividad legislativa, se lanzaron con una “lluvia de ideas”, que ninguno de ellos jamás pensó proponer desde su rol de legislador. Se habló de lo que debe hacerse, pero que nunca se ha hecho, quedando un aroma a negocio, que poco ilustra el interés por el bien común.
Adriano Sánchez (Elías Piña) expresó la idea – ya presentada en la estrategia de desarrollo binacional de Vicini – de la creación de “un muro de industrias en toda la frontera; se evitaría que la población migre”. Mientras que Juan Orlando Mercedes (Independencia) habló de “una zona de libre comercio” con Haití, y de la “creación de una central hidroeléctrica y una planta térmica”. Aunque su provincia “está saliendo de la pobreza gracias a la intervención del gobierno”, junto a Dajabón, representada por Sonia Mateo, “son las que mejor están” – no obstante, destacarse la precariedad que persigue a la Sra. Mateo, que “su salario no le alcanza ni para comprar botellitas de agua”. “Los que vivimos en la frontera siempre tenemos necesidades”, puntualizó la senadora, aunque “las visitas sorpresas del Presidente Danilo Medina impactan en el desarrollo de la provincia”.
Cabe destacar que solo un senador habló de educar: Manuel Antonio Paula (Bahoruco) cree que hay “que retornar a la educación en valores”. Debe ser por el alto nivel de explotación sexual infantil que presenta esa región.
Nadie habló acerca de posibles inversiones del sector privado en la zona fronteriza. Dionis Sánchez (Pedernales) comenta que [a esa zona] “le tienen miedo los inversionistas”. Se requieren condiciones especiales.
El Estado debe crear y garantizar las condiciones para que las inversiones lleguen, y para que las instituciones atiendan los ciudadanos y sus problemas desde la provincia, sin tener que desplazarse hasta los centros urbanos más poblados.
Lo del listado en 15 días es una idea genial, para conocer propuestas. Pero si realmente interesa empezar a desarrollar esos territorios, hay que convocar a los actores esenciales, algunos de los cuales hemos señalado, por ser bien conocido, con propuesta sustentadas y hasta presentadas a organismos internacionales.
La viabilidad de los proyectos debe ser analizada, a la luz de la desenfrenada corrupción, y las características antropológicas de los pobladores. La frontera no es, ni debe ser solo un negocio; es un territorio complejo donde la miseria, exclusión y explotación – de todo nivel – conviven con la corrupción, marcando el desarrollo humano de un tipo de individuo lleno de traumas, frustraciones y negaciones de sus orígenes y pautas culturales.
Mejorar las condiciones de vida de los pueblos fronterizos, va mas allá de promesas de “ayuda”. Debe ser una tarea prioritaria de Estado, rigurosamente planificada, que facilite el desarrollo y la construcción de un ser humano al servicio de relaciones binacionales coherentes, por el bien de las provincias fronterizas y de ambos países.