El desarme de la población civil es un recurso de dictadores. Con esto se aseguran de monopolizar las armas y poder organizar de manera más eficiente asesinatos a opositores y masacres o genocidios a grupos que odian o les adversan. El Ejército Rojo de Stalin pudo así organizar sin mayor dificultad purgas en el partido y matanzas de millones de civiles. En su ascenso al poder con sus matones, Hitler se aprovechó de la política del desarme y se ocupó en su mandato, antes de eliminar masivamente a los judíos y la resistencia en los países que ocupaba, de dar prioridad a despojar de armas letales al enemigo. Con los judíos en territorios nazis, el Juez Andrew Napolitano relata dos episodios que demuestran que Hitler estaba en lo correcto: La “Noche de los Cristales Rotos” y la rebelión en el Gueto de Warsaw.
Sobre Kristallnact: “Esa noche, en una revuelta general contra los judíos, turbas de simpatizantes nazis asaltaron y mataron centenares de personas, quemaron sinagogas, y destruyeron innumerables tiendas y casas. Esas víctimas, desarmadas e imposibilitadas de defenderse contra esos ataques, estaban obligadas a contar con el gobierno para recibir apoyo. Sin embargo, el Jefe de la Policía Hermann Goering expresaba que ´la policía protege a todo el que se adapta a la legitimidad alemana, que no es el caso de los usureros judíos´.
En contraste: “La revuelta del Gueto de Warsaw, en abril de 1943, demuestra la dificultad de cometer genocidio contra una población armada. Un día, sin previo aviso, dos mil soldados de la Wehrmacht llegaron al gueto judío en Warsaw, Polonia, en tanques militares y armados de ametralladoras. Sus órdenes eran liquidar el remanente de la población judía y transportar sobrevivientes a los campos de concentración. Para su sorpresa, encontraron resistencia de un grupo poco organizado de judíos que habían logrado apoderarse de armas ligeras y granadas que quitaron a miembros de la Gestapo que antes habían asaltado el gueto. Con apenas armas ligeras y granadas, el grupo fue capaz de matar cerca de 300 miembros del sumamente entrenado y equipado ejército Nazi y ¡mantenerlos a raya durante un mes! Algunos escaparon, otros cometieron suicidio, pero ninguno de estos bravos luchadores fueron llevados a campos de concentración.”
En una masacre de civiles por soldados nazis en un pueblo francés se basó una película que también demuestra la preferencia de los dictadores por el desarme y, al mismo tiempo, un homenaje vigoroso sobre la autodefensa. “El Viejo Fusil”, de los años 70, muestra el exterminio de hombres, mujeres y niños de la comunidad de Oradour-sur-Glane por el ejército invasor nazi. Entre éstos estaba la familia de un médico, asesinada en un castillo de su propiedad que fue ocupado por la oficialidad germana. Escondido con su antigua escopeta y su superior conocimiento sobre la estructura del castillo, el doctor fue tomando poco a poco venganza contra los criminales nazis.
Lo que hace esta película diferente a similares de Hollywood, donde el argumento se ha banalizado con actuaciones de fantasías, es que vemos la previsión y el valor del hombre común. No entregó a los nazis el viejo fusil que no aparecía en el registro oficial de armas que los nazis confiscaron y usaron para desarmar a los franceses al inicio de la ocupación. Conservarlo le permitió defender su vida y vengar su familia, en escenas donde transmite el valor capaz de residir en simples mortales que tenga la motivación y el medio para defenderse. Como fue el caso reciente del valeroso joven que enfrentó a tiros a policías vestidos de civil, cuando asaltaron el vehículo en que viajaba su familia, provocando la captura de la banda y donde murió trágicamente su novia.
Es a esas muestras de valor inesperado de civiles que los dictadores o aspirantes a tiranos le tienen miedo. Me da risa escuchar que Trujillo era un hombre valiente porque andaba sólo con su chofer, sin escolta militar. ¿Si les colgaban de bronce, por qué entonces desarmó la población civil y la mantenía bajo una vigilancia estricta con sus sabuesos del SIM? Valientes fueron los civiles y militares que lo enfrentaron conociendo la altísima probabilidad de no salir con vida del intento. A esos civiles valientes los imitaron quienes se unieron a la conspiración para restablecer el gobierno de Bosch y los que tomaron las armas para defender en comandos la zona rebelde en 1965. Si alguna duda existía entre los redactores de no hacer tan dura nuestra vigente Ley de Armas para que el civil se hiciera de una legal, se despejó con la secuencia de fotos que recorrió el mundo, donde un dominicano sin armas discute y enfrenta desafiante con sus puños a un militar yanqui armado con fusil.
Balaguer se sirvió de esa ley para su política de exterminio durante 12 años y, cosas de la vida, no le cambiaron ni una letra los gobiernos progresistas que le siguieron. Por cincuenta años es una ley a la que los criminales, como en todas partes del mundo, no le hacen caso y que sólo limita el acceso a las armas al que tiene miedo de caer fuera de la ley o no tiene los cuantiosos recursos para adquirir una. La policía nunca ha sido capaz de quitar armas a los criminales que, en vista del número limitado de civiles que las portan legalmente para defensa, pueden cometer sus fechorías con escaso riesgo. En un reciente video de un robo a un restaurante, es por eso que se ve al asaltante dando la espalda a un hombre que despoja en su mesa de algunos objetos.
Siguiendo con los dictadores, Duvalier, al otro lado de la isla, también mantenía sumisa a su población desarmada con el monopolio de masacrar civiles que tenían sus grupos represivos paramilitares. Pol Pot, en Cambodia, es otro ejemplo de que genocidas prefieren matar cuando sus víctimas no tienen forma de defenderse. Como explica Napolitano, el preludio de la matanza de casi dos millones de personas, el 30% de la población, se inició luego de una masiva campaña casa por casa para despojar a los camboyanos de sus armas. La película “Killing Fields” muestra esa horrenda masacre, imposible de haberse llevado a cabo de los camboyanos haber contado con armas para defenderse. Una prueba de que esto es así, ¡oh ironías de la vida!, es que para enfrentar dictaduras en otros países, que provocan desmanes similares, una de las políticas es apoyar que los civiles tengan acceso a armas y a entrenamiento militar.
El nacimiento de Estados Unidos se debe a una milicia de civiles armados y el derecho a portar armas es constitucional, con la finalidad de enfrentar gobiernos extranjeros y al propio si se vuelve tiránico. Con cada caso de ataques a civiles por civiles armados se enciende el debate para que se adopte a nivel federal legislación para desarmar a la población. Su línea favorita es que el “americano está obsesionado por las armas” y que, al igual que el país tal o cual, se debe limitar el uso a las fuerzas del orden. No va a pasar. Primero sucumbirá la obsesión del gobierno americano con promover a bayoneta la democracia, en guerras interminables por medio mundo. El americano se está dando cuenta que sus impuestos que no se gastan en infraestructura en su Estado, se destinan a bombas que destruyen puentes en otros países y en gastos para reconstruirlos para gobiernos amigos; éstos entonces vuelven a cometer masacres contra una parte de la población que no toleran, que se ve obligada a emigrar en masa y provocar aumentos en el gasto de seguridad social, que tendrá que financiar él también con más impuestos. Así las cosas, no veo forma de convencerlo que es parte del problema por armas que por generaciones ha llevado para su defensa. Millones son fieles al lema de que un pueblo libre es un pueblo de civiles armados, la lección que no aprendimos de los héroes civiles del 1965.