A falta de razón, apuestan a la crispación; a los demonios creados por un relato incompleto de la dominicanidad. Ponen en jaque al diálogo constructivo. Apuestan al fracaso; a la pasión sobre la razón. Y es que sólo la sinrazón podría dar vigencia a quiénes tanto cuestan y han costado a la democracia.
El miedo ante el supuesto enemigo externo aglutina. Un supuesto peligro inminente (inexistente) justifica aberraciones y crea mayorías. Sirve para desestabilizar y poner freno a cualquier respuesta sensata. Los hilos muestran la paradoja, la solución al problema es su entierro político.
El miedo les sirve de combustible y alimento. Sin él, no tienen discurso. Son desechables. Es el miedo que permite mover la agenda del gobierno y ganar el capital político que perderían en el campo de la razón. Ese (la razón) no es su terreno.
El miedo es, además, rentable. Pintan el escenario de buenos y malos. Ingenuos, mordemos el anzuelo. La retórica nacionalista le pone épica y le quita cordura al tema. Nos sumamos a una gesta heroica que equivoca el blanco. Mientras tanto, con el miedo empujan contratos que estafan al Estado (nos estafan a todos).
No entendemos que para ellos todo se vale en nombre de su patria (que no es la nuestra). Se valen los tucanos y los Rayos X. Se vale difamar, defender estafadores y paleros; oponerse a la lucha contra la corrupción. Nos sacuden los mitos fundacionales y les damos un cheque en blanco. Así han defendido la patria siempre.
Hoy, sin embargo, el costo puede ser impagable. El mal e inoportuno manejo del tema y el oportunismo han contribuido a armar una bomba de tiempo que deberemos desarmar o sufrir. Para ellos, el escenario liberal no es una opción. Se resisten a una sociedad que les dejaría necesariamente atrás. Pero conocen nuestros demonios. Cierran las puertas al diálogo. Ocultan su mano y usan con destreza sus cartas. El clima de tensión hace posible todas las opciones. Desde de la violencia hasta la involución político-institucional.
La pasión nos cegó. Caímos en la trampa y, cándidos, celebramos la 256-14. No nos dimos cuenta que nos hicimos todos vulnerables ante un sistema de justicia hecho a la medida de los sectores conservadores de la sociedad.
El populismo de derechas lee el tablero y mueve sus fichas. Nos encuentran desarticulados y sin estrategia. Atrapados por el ego entre tertulias y rencillas personales y partidarias. Desconectados, además, de la realidad de la mayoría de los dominicanos. Los representantes de un sistema que de a poco se resquebraja aprovechan el escenario. Sus medios son los de siempre: los que sean necesarios. La coyuntura hace un llamado. Es hora de volver a la política; reivindicar lo nuestro.