Estoy escribiendo esto en la noche del viernes, la víspera de la Pascua. En este momento, todo el mundo, millones de judíos se reúnen alrededor de la mesa familiar, en observación del Seder, leyendo en voz alta del mismo libro: la Hagadá, que narra la historia del Éxodo de Egipto.

El impacto de este libro sobre la vida judía es inmenso. Cada judío participa en esta ceremonia del año desde su más tierna infancia, y desempeña un papel activo en el ritual. Dondequiera que un hombre o una mujer judía llega a la vida adulta, lleva consigo un recuerdo de la calidez y la unión de la familia, del ambiente mágico,  y del mensaje explícito y subliminal que transmite el texto.

Quienquiera haya inventado el ritual del Seder (el “orden”) hace muchos siglos, era un genio. Involucra a todos los sentidos humanos: ver, oír, oler, tocar, saborear. Incluye una comida ritual, cuatro vasos de vino, tocar diversos objetos simbólicos, jugar con los niños (en busca de un pedazo escondido de Matzo ‒pan). Termina al cantar juntos varias canciones religiosas. El efecto acumulativo es mágico.

Más que cualquier otro texto judío, la Hagadá forma la conciencia judía ‒o, más bien, la inconsciecia‒ de hoy, como en el pasado, que influye en nuestro comportamiento colectivo y en la política nacional israelí.

Hay muchas maneras diferentes de ver este libro.

LITERATURA: Como obra literaria, la Hagadá es más bien inferior. El texto está desprovisto de belleza y lleno de repeticiones, lugares comunes y banalidades.

Esto pudiera sorprender. La Biblia Hebrea ‒la Biblia en hebreo‒ es una obra de singular belleza. En muchos lugares, la belleza resulta embriagadora. Los picos de la cultura occidental ‒Homero, Shakespeare, Goethe, Tolstoi‒ no son sus iguales. Incluso, los textos religiosos judíos posteriores ‒Mishná, Talmud, etc.‒ aunque no son tan edificantes, contienen pasajes de mérito literario. La Hagadá no tiene ninguno. Es un texto diseñado puramente para el adoctrinamiento.

HISTORIA: no es Historia. A pesar de que afirma contar la historia, la Hagadá no tiene nada que ver con la historia real.

Ya no puede existir la menor duda de que el Éxodo nunca sucedió. Ni el Éxodo, ni el deambular por el desierto, ni la conquista de Canaán.

Los egipcios eran unos cronistas obsesivos. Muchas decenas de miles de tablas ya han sido  descifradas. Hubiera sido imposible que un suceso como el Éxodo ocurriera sin que fuera informado en detalle. Y menos, si 600,000 personas se marcharon, como relata la Biblia, o 60,000 o incluso 6,000. Y especialmente, si durante esa huída se ahogó un contingente completo del ejército de Egipto, incluyendo carros de guerra.

Lo mismo ocurre con la Conquista. Debido a los graves problemas de seguridad, después de ser invadidos una vez desde allí, los egipcios emplearon una serie de espías ‒viajeros, comerciantes y otros‒, para seguir de cerca los acontecimientos en la vecina Canaán, En cada una de sus poblaciones y en todo momento se hubiera reportado una invasión de Canaán, por muy pequeña que fuera. Con la excepción de las incursiones periódicas de las tribus beduinas, nada quedó registrado.

Por otra parte, las ciudades egipcias mencionadas en la Biblia no existían en el momento en que se supone ocurrió este suceso. Sin embargo, existían cuando la Biblia fue escrita, en el siglo primero o segundo, después de Cristo.

No es necesario señalar que después de cien años de búsqueda frenética por parte de devotos arqueólogos cristianos y sionistas fanáticos, no se ha encontrado ni un jirón de evidencia concreta sobre la conquista de Canaán (ni que hayan existido los reinos de Saúl, David o Salomón).

¿Pero, realmente, esto es importante? En absoluto.

La historia de la Pascua no deriva su enorme poder de alguna afirmación de que es  historia. Es un mito que atrapa la imaginación humana; un mito que es la base de una gran religión; un mito que ha dirigido el comportamiento de las personas hasta hoy. Sin la historia del Éxodo, probablemente hoy en día no habría un Estado de Israel, y por supuesto, no en Palestina.

LA GLORIA: uno puede leer la historia del Éxodo como un ejemplo brillante de todo lo que es bueno e inspirador en los anales de la humanidad

Esta es la historia de un pueblo pequeño e impotente que se levanta contra una tiranía brutal, arroja sus cadenas y gana una patria nueva, mientras crea un revolucionario nuevo código moral.

Visto de esta manera, el Éxodo es una victoria del espíritu humano, una inspiración para todos los pueblos oprimidos. Y de hecho, ha servido a este propósito muchas veces en el pasado. Los Padres Peregrinos, los fundadores de la nación norteamericana, se inspiraron en él, por así decirlo, y también lo fueron muchos rebeldes a lo largo de la historia.

EL OTRO LADO: Cuando uno lee el texto bíblico con atención, sin anteojeras religiosas, ciertos aspectos nos alimentan otros pensamientos.

Veamos las Diez Plagas. ¿Por qué todo el pueblo egipcio fue castigado por las fechorías de un tirano, el Faraón? ¿Por qué Dios, como un Consejo de Seguridad divino, les impone crueles sanciones, contaminando el agua con sangre, destruyendo su medio de vida con granizo y langostas? Y, aún más horrible, ¿cómo pudo Dios misericordioso enviar ángeles para asesinar a todo primogénito egipcio?

Cuando salían de Egipto, a los israelitas se les animó a robar la propiedad de sus vecinos. Es curioso que el injusto narrador bíblico, que fue sin dudas alguien profundamente  religioso, no omitiera este detalle. Y esto, apenas unas semanas antes de que los Diez Mandamientos fueran entregados por Dios, personalmente, a los israelitas, incluyendo el que dice “No robarás”.

Nadie parece haber pensado nunca en los aspectos éticos de la conquista de Canaán. Dios prometió a los Hijos de Israel una tierra que era el hogar de otros pueblos. Él les dijo que liquidaran a estos pueblos, mandándolos, expresamente, a cometer genocidio. Por alguna razón, señaló a la gente de Amalec, y ordenó a los israelitas que los erradicaran por completo. Más tarde, el glorioso rey Saúl fue destronado por su profeta, porque mostró misericordia y no asesinó a los prisioneros de guerra amalecitas ‒hombres, mujeres y niños.

Por supuesto, estos textos fueron escritos por personas que vivieron en tiempos remotos​​,  cuando la ética de los individuos y las naciones eran diferentes, así como las normas de la guerra. Sin embargo, la Hagadá se recita hoy como antes, sin crítica, sin reflexión alguna sobre estos hechos horribles. Especialmente en las escuelas religiosas de Israel, hoy en día, el mandamiento de cometer un genocidio contra la población no-judía de Palestina se toma literalmente por muchos profesores y alumnos.

ADOCTRINAMIENTO: Este es el objetivo real de estas reflexiones.

Hay dos momentos en la Hagadá que siempre tuvieron, y todavía tienen, un profundo impacto en el presente.

Uno de ellos es la idea central en la cual casi todos los judíos basan su perspectiva histórica fundamental: “En cada generación ellos se levantan contra nosotros para exterminarnos".

Esto no se refiere a un tiempo específico ni a un lugar específico. Se le considera como una verdad eterna, en todas partes, en todos los tiempos. “Ellos” significa todo el mundo exterior, todos los no-judíos, en todas partes. Los niños escuchan esto en la noche del Seder, sentados en las rodillas de su padre, mucho antes de que sean capaces de leer y escribir, y desde ese momento lo recitan o escuchan cada año, durante décadas. Expresa la creencia total,  consciente o inconsciente, de casi todos los judíos, ya sea en Los Ángeles, California, o en Lod, Israel. Y desde luego, dirige la política del Estado de Israel.

La segunda idea, que complementa la primera, es un clamar a Dios: “Vierte tu ira sobre las naciones que no te conocen (…) porque ellos han devorado a Jacob y dejaron su casa desolada (…) ¡Derrama tu ira sobre ellos! ¡Que tu ira ardiente los alcance! ¡Acósalos bajo los cielos del Señor! … “

La palabra “nación” en este texto tiene un significado doble. La palabra hebrea es “goyim”, un término hebreo antiguo para referirse a los “pueblos”. Incluso los antiguos hijos de Israel fueron llamados “Goy Santos”. Pero durante siglos, la palabra ha tomado otro significado, y se entiende que se refiere a todos los no-judíos, de una manera muy despectiva. (Como en la canción en yiddish “Oy, oy, oy, / ebrio está el goy”.)

Para comprender correctamente este texto, hay que recordar que fue escrito como un grito que brota del corazón de un pueblo indefenso, gente perseguida que no tenía medios para vengarse de sus torturadores. Para elevar sus espíritus en la noche alegre de la Seder, tenían que poner su confianza en Dios, clamando a Él, que Él debe vengarlos.

(Durante el ritual del Seder, la puerta siempre queda abierta. Oficialmente, el objetivo es permitir que el profeta Elías entre, si milagrosamente resucitara de entre los muertos. En realidad es para que los gentiles miren, a fin de refutar a los antisemitas por la  difamación de que los judíos horneaban su pan sin levadura del Pesaj con la sangre de niños cristianos secuestrados.)

LA LECCIÓN: En la Diáspora, este ansia de venganza fue tanto comprensible como ineficaz. Pero la fundación del Estado de Israel ha cambiado completamente la situación. En Israel, los judíos distan mucho de ser indefensos. No tenemos que depender de Dios para vengarnos por el mal que nos hicieron en el pasado o en el presente, real o imaginario. Nosotros mismos podemos verter nuestra ira sobre nuestros vecinos, los palestinos y otros árabes; sobre nuestras minorías, sobre nuestras víctimas.

Esa es la verdadera amenaza de la Hagadá, tal como yo la veo. Fue escrita por y para los judíos desamparados que viven en peligro constante. Levantaba su espíritu una vez al año, cuando se sentían seguros por un momento, protegidos por su Dios, rodeados de sus familiares.

Sacada de contexto y aplicada a una situación nueva, completamente diferente, nos puede poner en una senda maligna. Diciéndonos que todo el mundo intenta destruirnos, ayer y mañana y sin duda hoy, llegamos a considerar que la habladuría pomposa iraní es una prueba viva de la validez de la vieja máxima. Quieren matarnos, por lo que ‒de acuerdo con otro antiguo mandato judío‒ debemos matarlos primero.

Por eso, en esta noche del Seder, dejemos que nuestros sentimientos sean guiados por la noble e inspiradora parte de la Hagadá sobre los eslavos que se levantaron contra la tiranía y tomaron su destino en sus propias manos, y no la parte que habla de derramar nuestra ira.