Estaba a punto de escribir un artículo sobre la víspera de Pesaj, la fiesta del Éxodo de Egipto, cuando recordé que escribí exactamente el mismo artículo hace seis años. Así que vuelvo a enviar el artículo anterior, simplemente no tengo nada que agregar.
ESTOY ESCRIBIENDO esto el viernes por la noche, la víspera de la Pascua. En este momento, en todo el mundo, millones de judíos están reunidos alrededor de la mesa familiar, observando el Seder, leyendo en voz alta del mismo libro: la Hagadá, que cuenta la historia del Éxodo.
El impacto de este libro en la vida judía es inmenso. Todo judío participa en esta ceremonia desde la más tierna infancia y desempeña un papel activo en el ritual. Dondequiera que vaya un hombre o una mujer judía más adelante en su vida, se llevará consigo un recuerdo de la calidez y la unidad de la familia, la atmósfera mágica y el mensaje abierto y subliminal transmitido por el texto.
Quien inventó el ritual del Seder (“orden”), hace muchos siglos, fue un genio. Todos los sentidos humanos están involucrados: ver, oír, oler, tocar, saborear. Incluye comer una comida ritual, beber cuatro copas de vino, tocar varios objetos simbólicos, jugar un juego con los niños (buscar una pieza oculta de matzo, pan ázimo). Se termina cantando varias canciones religiosas juntas. El efecto acumulado es mágico.
Más que cualquier otro texto judío, la Hagadá forma la conciencia judía, o más bien el inconsciente, que hoy, como en el pasado, influye en nuestro comportamiento colectivo y en la política nacional israelí.
Hay muchas maneras diferentes de ver este libro.
LITERATURA: Como una obra literaria, la Hagadá es bastante inferior. El texto está desprovisto de belleza, lleno de repeticiones, trivialidades y banalidades.
Esto puede causar asombro. La Biblia hebrea ̶ la Biblia en hebreo ̶ es una obra de belleza única. En muchas partes su belleza es embriagadora.
Los picos de la cultura occidental ̶ Homero, Shakespeare, Goethe, Tolstoi… ̶ no son iguales. Incluso los textos religiosos judíos posteriores ̶ Mishnah, Talmud y demás ̶ aunque no son tan edificantes, contienen pasajes de mérito literario. La Hagadá no tiene ninguno. Es un texto ideado exclusivamente para el adoctrinamiento.
HISTORIA: No es historia. Aunque dice contar la historia, la Hagadá no tiene nada que ver con la historia real.
Ya no puede haber la menor duda de que el Éxodo nunca sucedió. Ni el Éxodo, ni el vagar en el desierto, ni la conquista de Canaán.
Los egipcios eran cronistas obsesivos. Muchas decenas de miles de tabletas ya han sido descifradas. Hubiera sido imposible que un evento como el éxodo pasara sin ser informado en detalle. No si se fueron 600,000 personas, como dice la Biblia, o 60,000, o incluso 6,000. Especialmente, si durante la huida se ahogó todo un contingente del ejército egipcio, incluyendo carros de guerra.
Lo mismo sirve para la Conquista. Debido a las graves preocupaciones de seguridad, después de ser invadidos una vez desde allí, los egipcios emplearon una hueste de espías, viajeros, mercaderes y otros, para seguir de cerca los sucesos en la vecina Canaán, en cada una de sus ciudades y en todo momento. Una invasión de Canaán, incluso una menor, habría sido reportada. Excepto las incursiones periódicas de las tribus beduinas, no se registró nada.
Además, las ciudades egipcias mencionadas en la Biblia no existían en el momento en que se supone que se produjo el suceso. Sin embargo, sí existían cuando se escribió la Biblia, en el primer o segundo siglo d.C.
No hay necesidad de señalar que, en cien años de búsqueda arqueológica frenética por cristianos devotos y fanáticos sionistas, no se ha encontrado ni una pizca de evidencia concreta para la conquista de Canaán (ni que los Reinos de Saúl, David o Salomón alguna vez existieron).
Pero, ¿esto realmente es importante? ¡Ni un poquito!
La historia de la Pascua no deriva su inmenso poder de ninguna afirmación de que es historia. Es un mito que se apodera de la imaginación humana, un mito que constituye la base de una gran religión, un mito que dirige el comportamiento de personas hasta el día de hoy. Sin la historia del Éxodo, probablemente hoy no existiría el Estado de Israel, y con toda certeza, no en Palestina.
LA GLORIA: Uno puede leer la historia del Éxodo como un brillante ejemplo de todo lo que es bueno e inspirador en los anales de la humanidad.
Esta es la historia de un pueblo pequeño e impotente que se levanta contra una tiranía brutal, arroja sus cadenas y gana una nueva patria, creando un nuevo código moral revolucionario por el camino.
Visto de esta manera, el Éxodo es una victoria del espíritu humano, una inspiración para todos los pueblos oprimidos. Y, de hecho, ha servido para este propósito muchas veces en el pasado. Los Padres Peregrinos, los fundadores de la nación estadounidense, se inspiraron en él y también lo fueron muchos rebeldes a lo largo de la historia.
EL OTRO LADO: Cuando uno lee el texto bíblico atentamente, sin parpadeos religiosos, algunos aspectos nos dan alimento para otros pensamientos.
Tomemos las Diez Plagas. ¿Por qué todo el pueblo egipcio fue castigado por las fechorías de un tirano, el faraón? ¿Por qué Dios, como un Consejo de Seguridad divino, les impuso sanciones crueles, contaminando su agua con sangre, destruyendo su medio de vida con granizo y langostas? Y, aún más horripilante, ¿cómo podría un Dios misericordioso enviar a sus ángeles a asesinar a cada uno de los primogénitos egipcios?
Al salir de Egipto, los israelitas fueron alentados a robar las propiedades de sus vecinos. Es bastante curioso que el narrador bíblico, que ciertamente, era profundamente religioso, no omitiera este detalle. Y esto, solo unas pocas semanas antes de que los Diez Mandamientos fueran entregados personalmente a los israelitas por Dios, incluyendo “No robarás”.
Nadie parece haber pensado mucho en el aspecto ético de la conquista de Canaán. Dios prometió a los Hijos de Israel una tierra que era el hogar de otros pueblos. Les dijo que mataran a estos pueblos, ordenándoles expresamente que cometieran genocidio. Por alguna razón, Él eligió a la gente de Amalec, ordenando a los israelitas que los erradicaran por completo. Más tarde, el glorioso rey Saúl fue destronado por su profeta porque mostró misericordia y no asesinó a sus prisioneros de guerra amalecitas, hombres, mujeres y niños.
Por supuesto, estos textos fueron escritos por personas que vivieron en tiempos pasados, cuando la ética de los individuos y las naciones era diferente, como lo eran las reglas de la guerra. Pero la Hagadá se recita, hoy como antes, sin crítica, sin ninguna reflexión sobre estos aspectos horribles.
Especialmente en las escuelas religiosas en Israel de hoy día, el mandato de cometer genocidio contra la población no judía de Palestina es tomado literalmente por muchos maestros y alumnos.
ADOCTRINAMIENTO: Este es el verdadero objetivo de estas reflexiones. Hay dos oraciones en la Hagadá que siempre tuvieron, y aún tienen, un profundo impacto en el presente.
Una es la idea central en la que casi todos los judíos basan su perspectiva histórica: “En cada generación se levantan contra nosotros para destruirnos”. Esto no se aplica a un tiempo específico ni a un lugar específico. Se considera como una verdad eterna que se aplica a todos los lugares, todos los tiempos. “Ellos” es todo el mundo exterior, todos los no judíos en todas partes.
Los niños oyen esto en la noche del Seder sobre la rodilla de su padre, mucho antes de que puedan leer y escribir, y desde entonces lo escuchan o lo recitan todos los años durante décadas. Expresa la total convicción consciente o inconsciente de casi todos los judíos, ya sea en Los Ángeles, California o en Lod, Israel. Con toda certeza, dirige la política del Estado de Israel.
La segunda oración, que complementa a la primera, es un clamor a Dios: “Derrama tu ira sobre las naciones que no te conocen … porque han devorado a Jacob y desolado su hogar … derrama tu ira sobre ellos! ¡Que tu ardiente ira los alcance! Extermínalos de bajo los cielos del Señor! …
La palabra “naciones” en este texto tiene un doble significado. La palabra hebrea es goyim, un antiguo término hebreo para “pueblos”. Incluso los antiguos Hijos de Israel fueron llamados un “Santo Goy”. Pero a lo largo de los siglos, la palabra ha tomado otro significado, y se entiende que se refiere a todas las personas no judías, de una manera muy despectiva. (Como en la canción Yiddish “Oy, Oy, Oy, / Bebido está el Goy.)”
En muchas traducciones, la palabra “exterminar” se cambia por “perseguir”.
Para entender este texto correctamente, hay que recordar que fue escrito como un grito del corazón de un pueblo indefenso y perseguido que no tenía medios para vengarse de sus torturadores. Para elevar sus espíritus en la alegre velada del Seder, tenían que confiar en Dios, clamar a Él para que se vengara por ellos.
Durante el ritual del Seder, la puerta siempre se deja abierta. Oficialmente, eso es para permitir que el Profeta Elías entre, si él milagrosamente se levantara de entre los muertos. En realidad, era para permitir que los Goyim miraran, a fin de refutar la calumnia antisemita de que los judíos horneaban su pan sin levadura de Pesaj con la sangre de niños cristianos secuestrados.
LA LECCIÓN: En la Diáspora, esta ansia de venganza era comprensible e ineficaz. Pero la fundación del Estado de Israel ha cambiado la situación por completo. En Israel, los judíos están lejos de estar indefensos. No tenemos que depender de Dios para vengarnos de los males que se nos han hecho, pasados o presentes, reales o imaginarios. Podemos derramar nuestra ira nosotros mismos sobre nuestros vecinos, los palestinos y otros árabes; sobre nuestras minorías, sobre nuestras víctimas.
Ese es el peligro real de la Hagadá, tal como yo lo veo. Fue escrito por y para judíos indefensos que viven en perpetuo peligro. Levantaba sus espíritus una vez al año, cuando se sentían seguros por un momento, protegidos por su Dios, rodeados de sus familias.
Sacado de este contexto y aplicado a una situación nueva y completamente diferente, puede llevarnos por un rumbo malvado. Al decirnos a nosotros a nosotros mismos que todo el mundo está dispuesto a destruirnos, ayer y seguramente mañana, consideramos que la grandilocuente efusividad de un gran bocón iraní es una prueba viviente de la validez de la antigua máxima. Están dispuestos a matarnos, así que debemos ̶ de acuerdo con otro antiguo mandamiento judío ̶ matarlos primero.
Entonces, en la noche del Seder, dejemos que nuestros sentimientos se guíen por la parte noble e inspiradora de la Hagadá: la parte acerca de los esclavos que se levantaron contra la tiranía y tomaron su destino en sus propias manos, y no la parte de “derramar nuestra ira”.