El mito de la neutralidad del derecho fue desmontado en el siglo pasado, donde confluyen intereses no hay neutralidad. Me parece poco conveniente reivindicar una supuesta neutralidad como criterio para llegar a “lo justo”. Esto así, porque en la práctica ha operado como un medio para ocultar, disimular, apañar, disculpar, exculpar, aliviar, encubrir, atemperar, disfrazar y esconder beneficios hacia las personas en posición de privilegio. Es algo cierto el dicho: “si eres neutral ante una situación de injusticia has elegido el lado del opresor”.
Es cierto que la Declaración Universal de los Derechos Humanos en su artículo 1, expresa que nacemos libres e iguales en dignidad y derechos. Es cierto que la Constitución Dominicana en su artículo 5, establece que su fundamento es el respeto a la dignidad humana. Y que la definición de dignidad da por sentado el respeto y la valoración integra de cada ser humano sin distinción de color, raza, género, etnia, condición social, orientación sexual; en consecuencia, implica autonomía, libertad y responsabilidad como inalienables a nuestra condición de seres humanos.
Ahora bien, las pulsaciones cotidianas de poder, deseo, saber y discurso, no transcurren ni desde la neutralidad, ni desde el respeto a los principios mencionados. Muy por el contrario, parecería que la norma es la discriminación, la subordinación, el abuso, los privilegios, la explotación, entre otros grandes males. Frente a esta realidad, de un enunciado correcto, sobre cómo debería funcionar la humanidad, y un cuadro fáctico que lo desdice, no queda otra opción que reafirmar que evidentemente el derecho no es neutral. En la formación y en la aplicación de la norma, lamentablemente habrá un peso específico marcado por el poder, el dinero, las relaciones, las estrategias, la conveniencia de ciertos grupos, y la ceguera generalizada frente a lo que en la construcción imaginaria colectiva se “normaliza”, independientemente de que sea o no justo.
Dejando establecido lo anterior, algunas consideraciones:
1) Un principio básico del derecho penal, es la presunción de inocencia, esto supone que a quien se le imputa un hecho conserva su cualidad de inocente hasta que se demuestre su culpabilidad. Para demostrarla deberá realizarse un juicio con todas las garantías establecidas en la ley, oralidad, contradicción, publicidad, inmediación, igualdad de armas. Además, implica que la persona imputada no tiene que probar su inocencia, sino que la acusación tiene la obligación de probar su culpabilidad (hay excepciones a esta regla establecidas por ley, donde se invierte la carga probatoria). Suceden hechos en que este principio no nos resulta simpático, a pesar de esto, no creo que la alternativa sea “ganar” los casos en los medios de comunicación y las redes sociales, y no en los tribunales, ese remedio al final es peor que la enfermedad, se los aseguro. Exijamos institucionalidad, denunciemos cualquier anomalía, trabajemos para cambiarlas; pero no queramos sustituirlas por “fuente ovejuna, todos a una”.
Hay personas muy inteligentes que saben que cuando se actúa desde la pasión y la emoción, habrá poca reflexión y que, si va acompañado de un hecho que ha impactado grandemente, es fácil conducir a la “opinión pública” por donde queramos conducirle, y luego presentarse como “héroes” y “salvadores”. Cuidado con esto, eso no construye un Estado Constitucional y Derecho.
2. Personas capaces de organizar una rueda de prensa y expresar preocupación y dolor por la desaparición de alguien cuyo cadáver tienen en el baúl de un carro, no tienen el más mínimo escrúpulo, es una acción tan ruin, despreciable, abyecta, abominable, infame, vil y rastrera que no hay posibilidad de expresar toda la repulsión que produce. Y esto es lo de menos, porque el hecho en sí, la descripción de como asesinaron a una chiquilla, es tan catastrófico que duele, paraliza las venas, no encuentras palabras para expresar la mezcla de dolor y rabia… Sinceramente, no merecen ninguna compasión.
3. En los últimos 7 años he supervisado la indexación de al menos 15 mil sentencias penales del Poder Judicial Dominicano, y no me he encontrado con personas condenadas a 30 años por robo simple, como a cada momento y de manera alegre se alega: “30 años por un salami”.
En las 5,200 sentencias penales indexadas del 2015 (que es el año más reciente registrado) hemos encontrado en Tribunales Colegiados, 9 casos por robo ordinario, (artículo 379 del Código Penal), 1 condena a 2 años, 6 extinciones. ‘1 por conciliación, 2 por desistimiento, 1 por retiro de la acusación, 1 por abandono de la acusación privada y 1 por vencimiento de plazo máximo’ y 2 absoluciones por retiro de la acusación. En tribunales unipersonales, 7 casos, de los que 3 fueron condena por 2 años, 3 fueron absolución (1 por insuficiencia de pruebas, 1 por retiro de la acusación y 1 sin especificar la causal) y 1 extinción por retiro de la acusación privada. Sería tema de otro artículo, pero si fuésemos a criticar los procesos por robo simple, tendríamos que preguntarnos porque tan pocos llegan a obtener una sentencia, y porque de esas sentencias hay tantas que no son condenatorias; sabemos que este tipo de robo pasa todos los días y a toda hora.
4. El derecho posee límites empíricos o fácticos y normativos, pero por favor que eso no nos lleve a querer conseguir “justicia” violando el debido proceso. Presionemos y logremos que la administración de justicia tome en cuenta todo lo que debe tomar en cuenta para no privilegiar a quien posee dinero o poder. Exijamos transparencia y ética. Usemos los medios de comunicación y las redes sociales para obligar a una actuación coherente, imparcial y lícita en los tribunales. Eso es muy pertinente, ahora bien, cuidémonos de caer en la trampa de pensar que el fin justifica medios, eso es peligroso. De la misma forma que es sumamente irresponsable, arengar para que se cree el desorden en una población, cuando usted tiene la seguridad que el hollín de las gomas encendidas, los gases de las bombas lacrimógenas y los tiros al aire que se le pegan a cualquiera que esté cerca, a usted no lo va a alcanzar, porque lo está viendo por Facebook o Twitter desde su “poltrona de moralidad”
Tratemos de que toda la rabia que produce este caso sea una constante y exijamos que no haya más feminicidios, y que si se producen reciban condenas ejemplares; sin querer quitarle ni un poquito de drama a la forma espeluznante en que Emely perdió la vida y a la justa exigencia de justicia. Trabajemos para que ninguna mujer tenga que ser violentada, violada o asesinada en nuestra sociedad. Y exijamos un Código Penal acorde a nuestras nuevas realidades.