En uno de mis artículos pasados escribí acerca de la situación social y humana que desencadena la edad en la sociedad. En esta ocasión quiero referirme a otros aspectos dentro de este mismo orden.

La psicología, aunque otros afirman que las estadísticas, ha sido la ciencia social que básicamente ha ido definiendo la conducta y decisiones que se espera asuma una persona en relación a la edad. Estos convencionalismos son considerados como lo “normal” de la vida y son asumidos como patrón por la generalidad de las personas.

Esta situación crea el agravante de que si llegas a determinada edad y no has realizado lo previsto para ella estás fuera de órbita y serás considerado “anormal”.

Si pasas de los treinta años y no tienes hijos o pareja y tampoco se observa  interés por estas “normalidades” de la vida serás el centro de la conversación en encuentros familiares o de amigos quienes hasta cuestionarán tu orientación sexual si no actúas según sea lo “normal”.

Las felicitaciones de año nuevo o cumpleaños serán siempre las mismas: “que Dios te regale una buena mujer, en el caso un hombre, o un buen hombre en caso de una mujer” ¿O es que acaso te quedarás jamón o jamona? “Los hijos hay que tenerlos”

Pareciera que cumplir años les otorga licencia a los demás para opinar sobre tu vida, involucrarse en tus decisiones o en tu modo de vivir sin que nadie se lo pida siempre amparados en la dudosa expresión de “te lo digo porque soy tu amigo o amiga y me preocupo por ti”. A veces se les observa hasta un rostro compungido que expresa preocupación por algo que al protagonista de la conversación posiblemente ni le preocupa.

Las personas “normales” aparentemente no entienden o no quieren admitir que existen personas que pueden tomar decisiones en su vida contraria a la lógica de lo establecido sin que tengan que tildársele de “anormal”. Esa ha sido su decisión y debe ser respetada como cualquier otra.

Pondré algunos ejemplos. Aunque lo normal en un sistema democrático es que la gente emita un voto, también existen personas a quienes no les interesa hacerlo por lo corrupto que ha resultado ser el sistema de partido o prefieren ejercer el sufragio por otra alternativa que no sea la que, por lo general, elige la mayoría.

Que lo normal es que tengas un trabajo, ganes dinero y produzcas riquezas, pero existen quienes han decidido vivir con lo necesario y asumir un modelo de vida menos centrado en la producción del dinero y quizás más centrado en las luchas sociales sin ser cura ni monja.

Otra “normalidad” es que una persona se case, tenga hijos o pareja, pero también existen quienes en su vida no han considerado esa decisión porque no les interesa o porque no le haya llegado el momento.

El problema aquí radica en que, quienes han decidido ser “anormales” deben pasar su vida ofreciendo explicaciones a los demás cuando supuestamente se interesan por ti y deciden hurgar en tu vida o tu pasado llegando incluso a cuestionar no sólo tu orientación sexual, sino tu equilibrio mental o emocional.

Emitir juicios sin ser consultados, acrecentar estigmas porque una persona haya decidido en su vida no hacer o seguir las cosas que se entienden “normales” tiene un solo significado: Irrespeto.

Así como se respeta la decisión y la vida de quienes han decidido ser “normales” lo mismo debe suceder con quienes han decidido ser anormales.

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