Puede anticiparse y darse por seguro que para el presidente, la directiva y los promotores de la huelga en el seno de la ADP será motivo de satisfacción y lo calificarán de éxito total la casi completa paralización de la docencia en el Gran Santo Domingo, que seguramente será seguida por una cadena progresiva de otras similares en el resto del país.
¡Pero que espectáculo más deprimente y penoso el de esas aulas vacías y cientos de miles de niños y jóvenes dominicanos verse privados de la docencia en un país que acusa los índices educativos de mayor atraso en la región¡
¡Y cuantas razones de queja para los ciudadanos que con sus aportes tributarios son los que hicieron y hacen posible dedicar el cuatro por ciento del Producto Interno Bruto a la Educación. Unos recursos que no son maná que cae del cielo y que otorgan pleno derecho a los contribuyentes a reclamar el cumplimiento del Pacto por la Educación¡
¿No participó la Asociación Dominicana de Profesores en el mismo? ¿No suscribió y asumió el compromiso formal, que debiera adquirir categoría de sagrado, de anteponer el derecho a la educación de los niños, niñas, jóvenes y adultos a los intereses sectoriales? ¿No implica esto hacer de la enseñanza un sacerdocio de total entrega a la formación educativa de los alumnos y a no perder una sola hora de clases?
No es para hacer huelgas que se aportó y se aporta el cuatro por ciento. Es para una educación de calidad, la cual gira necesariamente alrededor del maestro como eje central y principal protagonista. No es el papel que está asumiendo. Al parecer nada les dice y le resbala por la piel sin dejar huella, el informe que se acaba de dar a conocer donde se señala que el 60 por ciento ¡entiéndase bien: 60 de cada 100 jóvenes¡ no completan el proceso de escolaridad debido al bajo nivel de capacitación en el conocimiento del idioma y de las Matemáticas, que recibieron en el nivel Primario, deficiencias que arrastrarán y se reflejarán en los cursos posteriores.
No les preocupa y menos les abochorna el hecho de que en cada medición regional sobre la calidad de la educación, nos mantenemos obstinadamente aferrados al último escalón. Olvidan que cuando un alumno fracasa, el fracaso lo es o lo comparte en gran medida el maestro.
Risibles y vergonzosos los argumentos a que apela el presidente de la ADP para tratar de justificar esta nueva paralización. Primero fue atribuirle al Ministro de Educación haber tomado la medida de las ternas para elegir los directores regionales y de distrito, con la finalidad de colocar parciales suyos para apoyar sus aspiraciones políticas. Luego, como si en vez de ser dirigente del partido de gobierno lo fuera de la oposición, alegó que era con la finalidad de impedir que seguidores de esta pudieran ocupar esas posiciones. Y ya, finalmente, con la absurda versión de que EDUCA trata de manejar el presupuesto de la cartera docente.
Para la ADP el paro será exitoso. Pero para los estudiantes, un crimen que les priva de recibir docencia. Y para los que pagan sus impuestos con los cuales se sostiene el 4 por ciento, sobrado motivo de queja y derecho a reclamo. De hecho, quizás sea llegado el momento, como apunta la aguda pluma de Inés Aizpún, de revisar el 4 por ciento, o yendo un poco más lejos de fundar la asociación de contribuyentes que exija y vele por el destino que se le da a nuestros impuestos en todas las áreas, no solo el gobierno. En suma, por nueva vez, es un deprimente y penoso espectáculo que brinda el sindicato de maestro