Estas palabras fueron dichas el día 18 de noviembre del 2017 en la puerta del Conde cuando dominicanos a ritmo de tambores, canto y poesía exigían, de manera pacífica y festiva, que el Estado les restituyera su nacionalidad perdida e ignorada. Yo estaba cerca de ese joven que profería repetidamente las mismas palabras sin que aparentemente nadie ni nada se lo impidiera. Las autoridades policiales no hacían nada. Sus ojos proyectaban rabia y violencia.

“Dénle pa´bajo, ¿quién me sigue para que le demos pa´bajo a los haitianos?”, continuaban sus palabras. Cierto grado de racionalidad de los presentes, como también de los otros dominicanos que se manifestaban en contra de los jóvenes dominicanos que exigían restitución de su nacionalidad, posibilitó que este “líder de la oportunidad” no tuviera más seguidores que él mismo. Se quedó por momentos en solitario. Parece que no le quedó otra opción que tomar prestada una bandera dominicana, izarla, y unirse al grupo identificado por la prensa como de “los nacionalistas”.

Las palabras de ese joven no fueron reseñadas por los medios. Tampoco su mirada. En su imaginario, en el imaginario de la sociedad dominicana y como también lo informa la prensa, estas personas dominicanas son haitianas. Ahora bien, coloquémonos en un punto de partida de que realmente lo fueran, ¿la incitación a la violencia, a darles pa´bajo, se puede tener como un medio para garantizar el cumplimiento de la ley en una sociedad civilizada ante un grupo de nuestra sociedad que ha sido autorizado por las autoridades competentes para manifestarse pacíficamente en la vía pública aunque sus medios utilizados para protestar y el lugar no se encuentren en los márgenes de lo que consideremos apropiado?. O no hubiera sido mejor, como buenos jugadores de ajedrez que planifican muy bien su jugada, ¿dialogar primero con las autoridades que dieron el permiso y sentarse después a dialogar con los manifestantes? Esta pregunta y esta acción tenemos que situarla dentro del imperativo categórico kantiano, si cada persona que tiene diferencias con otra entiende que el modo de dirimirla es dándole pa´bajo, ¿qué pasaría con nuestra sociedad? Evidentemente, nos encontraríamos en el mundo de Juanito Alimaña, donde la ciudad es una selva de cemento. Y creo que nadie en nuestra sociedad aspira a esto.

Mientras el joven llamaba a que le siguieran, las autoridades de la policía que allí estaban presentes parecían no inmutarse. Ni calmar ni intentar a que el joven depusiera su llamado. 

Ahora bien, algunas de las palabras del joven revelan una verdad. Denle pa´bajo a los muros y murallas que nos impiden que dialoguemos calmadamente. Hemos de darle pa´bajo a las injusticias e inequidades que acaecen a diario en nuestra sociedad. Hemos de darle pa´bajo, y construir puentes.

Puentes que comuniquen la verdad que cada persona o grupo considera como cierta, y que los puntos en común nos sirvan de puente. El Estado debe ser el garante de este diálogo basado en derechos y en razones. Y a la sociedad en su conjunto es a quien más le conviene que este tipo de diálogo suceda, por tal razón es ella misma quien debe de liderar ese diálogo.

Ahora bien, algunos podrán preguntarse, ¿qué pasa si es el mismo Estado quien trastrueca las reglas del diálogo y viola los derechos? Trataremos de esto en otra entrega.