Vendo el puente de Brooklyn. Por favor, contactarme únicamente todos aquellos que crean que estas elecciones han sido confiables pese a los tiroteos, el robo de urnas, la violación de reglamentos, la compra descarada de votos, el cuadruplicado de boletas para peledeístas, el proselitismo abierto en colegios electorales, los tickets con la cara de Danilo, los tres mil técnicos desaparecidos, el fiasco de los scanners, el uso de los recursos públicos para hacer campaña, las mesas que abrieron tarde, las mesas que cerraron temprano, la improvisación caótica, el relajo, las actas sin copia, los votos arrebatados y redistribuidos, la confusión, los apagones precisos y convenientes, las sumatorias que no cuadran, y el hecho puro y simple de que la JCE es una sucursal peledeísta.
Vendo la Isla Saona a descuento a quienes puedan encontrarle una explicación satisfactoria a estas múltiples capas de trampa, chanchullo, y tigueraje; a los que insisten de manera orwelliana en que todo ha sido transparente, inevitable, razonable, porque el fuego enfría, arriba es abajo, y el día es noche, como todo el mundo sabe.
La península de Samaná, a cheles, para todos los partidos opositores que crean de corazón que en el 2020 será distinto y que tendrán oportunidad de ganar aun cuando los árbitros del juego militan en uno de los equipos…
O quizá estoy equivocado.
Quizá esto es lo "normal" en nuestro país. Quizá, como quieren las voces de la conciliación oportuna y la resignación beneficiosa, este es el único tipo de elecciones a las que podemos aspirar los dominicanos, y quienes demandamos un mínimo de decencia en el proceso electoral somos un chorro de haters, de amargados, de malos perdedores, de fantasiosos, de quiméricos, de locos, de irracionales… y es que en la tierra donde el cielo es el suelo y las toallas mojan, pedir justicia y transparencia es ser injustos y opacos.
Por suerte, el presidente electo — que se ufana de haber ganado sin ir a televisión, sin dar entrevistas, y sin debatir a sus contrincantes… ya saben, como Kim Jong Un, Muammar Gadaffi, Robert Mugabe, y Rafael Leónidas Trujillo — nos ha lanzado una rama de olivo, tranquilizándonos con la promesa de que no perseguirá a sus opositores.
Ignoren mi baratillo todas esas personas cuya inteligencia no puede ser insultada. Los demás, pasen por mi tienda. Mis precios nadie los bate.