Algo más de medio siglo han pasado desde el derrumbe del hombre que, poseído por una peculiar megalomanía, tiranizó el país durante 31 años. Tras ese hecho, el cual se alza con más importancia que el disparo final que segó la vida de Ulises Heureaux en el 1899, han sucedido múltiples convulsiones históricas producto de la lucha constante no solo por el poder, sino también por el alcance y disfrute final de una Democracia Burguesa que parece consolidada.

En la historia de las luchas políticas Post-Trujillo, las fuerzas antagónicas parecían obedecer cada una a renglones de pensamientos opuestos, pero, aunque diferían en sus métodos, al final procuraban alcanzar la misma meta: La consolidación de la Democracia en el país. Hoy día, esa democracia por la que tanto se luchó, y por la que líderes como el Profesor Juan Bosch y el Dr. José Francisco Peña Gómez decidieron discipular a todo un pueblo para darla a conocer, está finalmente establecida en la Republica Dominicana. Sin embargo, nos preguntamos qué ha pasado en la sociedad que después de tanto esfuerzo no pocos dominicanos muestran insatisfacción con el sistema democrático y casi una repulsa total por ese sistema de representación; dar con la respuesta no es empresa fácil.

Una razón, y tal vez la más socorrida al momento de reflexionar al respecto, es el hecho de que con la Democracia Representativa no se han podido satisfacer las necesidades básicas que tiene el pueblo, y que entiende, además, deben ser resueltas por la clase gobernante que se posiciona gracias al favor de éste. De los problemas sociales heredados tras el ajusticiamiento de Trujillo, ningunos han sido, increíblemente, resueltos en la Republica Dominicana, de hecho, muchos de esos problemas parecen haber empeorado, y otros, si bien es cierto han sido “mejorados”, no han sido erradicados por completo, lo que resulta igualmente injustificable. Temas como el Analfabetismo, Inequidad, Energía Eléctrica, Desigualdad en la Distribución de Recursos, eran y siguen siendo problemas que padecen los dominicanos; que lo padecieron en la dictadura y que lo siguen padeciendo en la Democracia. Otros fenómenos, como el de la Inseguridad Ciudadana o el peligro siempre latente que corre la producción de bienes nacionales por el contacto con bienes extranjeros, eran problemas inexistentes en la dictadora, pero que en la Democracia, tan deseada años atrás, surgieron como hijos directos de ésta.

¿Quiénes son los culpables? ¿Es la Democracia? ¿Era la Dictadura? ¡No! son sus gobernantes. Sin embargo, debemos reconocer que las dictaduras como sistemas políticos basados en una deformación de todo valor humano, y en el terror como base sustentante, trae consigo una naturaleza problemática y no puede generar para la sociedad más que problemas y desasosiego. Pero la democracia representativa es más moldeable, y si hay desarrollo capitalista, una sólida burguesía establecida en los países que la ostentan, y una clase dirigente comprometida solo con el bienestar del pueblo, puede traer bienestar para una gran parte de los gobernados bajo ese sistema. Lamentablemente, ese no es el caso de la Republica Dominicana.

Como hemos constatado, los dominicanos al cabo de medios siglo han pasado de una Dictadura a la Democracia Formal, y sin embargo las insatisfacciones continúan latentes y los problemas nos han sobrevivido. A consecuencia de dicha realidad, vale la pena preguntarse ¿Hacia dónde partir ahora? por desgracia, ni el pueblo ni los políticos parecen saberlo, así que por el momento ambos bandos se entregan a lo que más convenga en lo personal y a los efímeros beneficio que les trae a la clase política la practica clientelista. El futuro dominicano, al momento, parece incierto.