No son muchas las veces donde nos encontramos en un momento decisivo. En tiempos de excepción, o donde la fibra política social se ha rezagado, invade la indignación, la frustración,  e incluso la resignación. Cuando todas estas emociones que nos invaden,  nos hablan con tantas lenguas que sabemos cómo traducir, debemos pensar cómo y cuándo debemos hacer la transición para recuperar el sentido y la dirección, recuperar el camino hacia la justicia.

La injusticia de la que, nosotros, los y las votantes fuimos víctimas es que nuestro voto se vio afectado, suprimido o frustrado. Es en este momento donde la acción fue la manifestación, la propagación de información e indignación, pero, más importante el deseo de obtener respuestas y saber quiénes son los responsables, para poder tener elecciones libres y justas. Este es el camino al sentido democrático, hacia una democracia justa.

Cuando se transita de un estado de injusticia como el acontecido el pasado 16 de febrero, a un estado de justicia, se requieren esfuerzos y concesiones, compromisos. Tomamos la ira o la decepción para saber qué pasó, por qué llegamos hasta aquí, y saber qué viene a continuación y cuáles son nuestras responsabilidades. Las nuestras como miembros de la sociedad, la responsabilidad de la clase política y de las instituciones encargadas de mantener el equilibrio del pacto social. Lo del domingo 16 de febrero no fue un acto solo de ese día, es el cúmulo de actos durante décadas que estalló en aquel momento.

Toda indignación, frustración e ira puede convertirse en venganza o retribución, pero, también puede convertirse en transición a un futuro mejor, a un futuro justo. La transición de crisis a estabilidad, cuando se trata de la unión individual de todos y todas con intereses y emociones diversos, implica detenerse, respirar y seguir adelante, en frío, pero, sin que el corazón deje de latir y con unidad; algo que solo el amor por el otro y por la democracia puede hacer.

Nada de esto será posible sin tener verdad, justicia y reparación. La verdad, porque necesitamos respuestas de lo ocurrido, qué pasó, donde se falló y quienes están o estuvieron involucrados. Ya decía Louis Brandeis, el sol es el mejor de los desinfectantes, por lo que no podemos transitar a la estabilidad y la confianza política sin traer a la luz aquello que se hizo en las sombras, aquí el periodismo ha jugado un rol crucial. La democracia transicional requiere también justicia, es decir, que tengamos las estructuras de lugar para que los procesos legales administrativos, contenciosos electorales y penales, para la determinación de la responsabilidad de los involucrados. Los procesos judiciales o administrativos ayudan para pasar la página, no para la impunidad o el “deja eso así”, ayudan para la reparación.

La reparación se trata de medidas particulares que van a la restauración de lo afectado por el estado de injusticia generado. Por ejemplo, una forma de iniciar la reparación ha sido la proclama para la celebración de elecciones en el más corto plazo posible; el retorno a la boleta manual, su reconfiguración, permitir observadores externos más rigurosos. La forma de reparación también es la respuesta a demandas, por ejemplo, durante los 5 días de manifestaciones en la Plaza de la Bandera y el intercambio de información verbal, así como por las redes sociales, llevó al Estado a allanarse a las peticiones generales de los votantes.

Además, necesitamos de las garantías de no repetición, para asegurarnos de que situaciones similares no vuelvan a repetirse y estar en constante observación para realizar los ajustes que sean necesarios en un futuro. Estas medidas usualmente son buenas para un contexto, pero, como sucedió en la crisis del 1994, así como otras que pueden tener un efecto más integral y, quizás más duraderos, como sería la oportunidad en la cual nos encontramos ahora. Para ello, sería necesario ajustar los problemas que tanto la Ley de Partidos y la Ley del Régimen Electoral, así como el régimen de consecuencias para situaciones donde el voto no pueda llevarse a cabo o donde existan riesgos de supresión de voto.

La justicia es para restaurar, no para saldar cuentas. La venganza y el ajuste de cuentas en política es irrelevante cuando el presente y futuro de todos y todas está en juego; los partidos políticos hasta la fecha se han equivocado en esto y, durante estos días, los y las votantes le han demostrado las formas. En momentos como estos donde la inestabilidad acecha, la gente protesta, la gente analiza, habla, escribe y demás. Hay mil y una formas de entregarse, pero, solo se entrega a una causa: la democracia; ahora, no se pide solo democracia, se pide una democracia justa y, para ello, necesitamos elecciones libres y transparentes.

El nivel de madurez en que las distintas voces de los y las votantes se han hecho sentir es esperanzador y llena de amor. Y es que el amor es la emoción política más importante para llevar las cosas a cabo, para unir diferentes visiones en un mismo fin y crear la unión individual, para llevarnos a la justicia. En la democracia transicional, la justicia es el instrumento para restaurar el lazo social arrebatado por los poderosos o por la arrogancia de un error; los y las votantes estamos claros que, cuando avanzamos en la cadena social lo hacemos no solo de forma individual, sino para preparar el camino para todos y todas puedan ingresar. Esta es la reacción que se ha visto en las manifestaciones presenciales o virtuales, es el ejemplo que hemos puesto, es lo que la clase política aún le queda por aprender – irónicamente – de sus votantes.

Cada quién en su propio campo de batalla, en su propia vida, en la plaza de la bandera, más allá de ella, o bien anónimamente, hace lo que puede e impacta. Esto porque cada uno de nosotros tiene la tarea de mantener el equilibrio, el balance de las cosas; pero, la responsabilidad de todos y todas nos llama cuando la indignación y la ira lleguen, para que la tomemos para transitar al futuro, a la justicia, a las elecciones justas y transparentes, para recuperar la estabilidad y la confianza que están heridas.