En la calidad de la noche fresca de estas Navidades en ocaso, con brisas nocturnas que llaman a reciclarse la vida y el pensamiento con mayor vigor y fluidez; se me presenta al instante de evaluar nuestra democracia torcida en su correr social por reiterados escándalos periódicos, concluyo que su accionar histórico corre paralelo y consubstancial a la Corrupción.

Esa es la pura realidad que nadie puede invalidar, sino que al contrario validan, con todo el peso la experiencia amarga, los hechos crueles y vivencia de los pueblos. Muy pocas sociedades están exentas de corrupción y no sólo en las democracias de estilo occidental, también lo sufren los países llamados comunistas del pasado y presente. Se salvan los que presentan un cuadro transparente, institucional, de alto nivel educativo y con una justicia a toda prueba independiente y carrera profesional estructurada.

Las anomalías vienen acompañando a la humanidad y sociedades desde tiempos muy antiguos, previo a Roma, sucumbiendo esta por la ambición desmedida de poder y las orgías a que se sometió la clase cortesana; leyendo los papeles del archivo de Sevilla, recopilación Fiallo Cabral durante los Festejos de los 500 años de la Celebración de la Descubrimiento o Encuentro de dos Culturas en Santo Domingo, cuenta de un tal Rodríguez, que en su calidad de Tesorero de la Colonia, recibía las Partidas de España y se las tomaba para sí arrastrándolas en una especie de carretón para enterrarlas a su favor. Fue juzgado por corrupción por el tribunal de la Real Audiencia. Esto viene de lejos.

Conservadores, liberales, neoliberales, socialistas Siglo XXI y comunistas se lanzan con egoísmos incontrolados en apoderarse del botín, que no les pertenece y que están en el deber de administrar con pulcritud.

Pasando a tiempo más modernos, presenciamos corrupción en los más distintos gobiernos del mundo, acentuando el caso en los gobiernos de América Latina y el Caribe, marcada sin distinción de ideologías, exceptuando algunos países, que consolidan sus instituciones, normas y aparato judicial con fines de detener la febril tendencia de gobernantes y funcionarios a enriquecerse con el patrimonio del pueblo.

Conservadores, liberales, neoliberales, socialistas Siglo XXI y comunistas se lanzan con egoísmos incontrolados en apoderarse del botín, que no les pertenece y que están en el deber de administrar con pulcritud. Imagínese que en el propio Vaticano cierran el banco Ambrosiano, donde se supone radica la pureza espiritual y el orden equiparado al celestial, como nos lo atestigua el investigador Eric Frattini ( argentino) en su libro La Corrupción en el Vaticano, toda una obra dedicada a los eventos de corrupción de la Santa Sede.

Cuando menos fuertes son las instituciones, y la justicia se encadena al Poder, las Leyes se convierten en simples papeles( un gobernante dijo que la Constitución era un simple papel), derivando en teóricas y códigos muertos, sin aplicación alguna que sancione y de ahí la lucha constante de sectores en contra de la impunidad, (la palabra mágica que está en el tapete de la crítica a petición salvadora).

La conclusión que cualquier mortal saca de su cerebro es que la democracia, y mucho más en el neoliberalismo, es una farsa que montan en el tablado las elites políticas y empresariales en componendas traviesas o cómplices por omisión, incluyendo a sectores de la Iglesia, que a manera de agradecimiento se pronuncian por la reelección del gobernante. ¡ Que desparpajos, ombe!. Nuestra Democracia es una palabra elegante, teórica, inaplicable e hipócrita que sólo vive en labios de gentes acomodadas a ella por intereses espurios; nuestra Democracia corre paralela a la corrupción, con hedor y clientelismo, sin instituciones que la hagan valer, con su fondo de reelección amparada en el clientelismo de compras y ventas.