Esta es la democracia más cuidada, por un lado, como una señorita en tiempos pasados, y la más dañada, por otro lado, porque nos miramos con desconfianza. Un vacío en el alma nos recoge donde la inseguridad nos apodera y se sobredimensiona por aquello del imperio de una nueva modalidad de la retórica: few news. Los actores aparecen en la pantalla grande o chica poseídos de palabras grandilocuentes y con impresiones supuestamente firmes para conquistar simpatías y votos. Todo se torna incrédulo en el ambiente festivo electoral, aunque hay una presa a cazar: el votante dominicano.

Lo triste del caso es, si pensamos sabiamente, como dijera en versos el poeta medieval, que como consecuencia de la desconfianza en los procesos electorales dominicanos, nos ocupan el espacio vital de la vida social y productiva tanto tiempo que la sociedad prácticamente se paraliza, tal como podemos apreciar en estos últimos meses, con mayor intensidad en las ultimas semanas, donde se impone la crueldad de las palabras con toda su " malamaña".

Cuando los argumentos no cubren bien los efectos y metas trazadas por los actores, entonces se acompañan del soborno, de maniatar la voluntad e intención del votante; de esclavizar a los más vulnerables del " democrático" sistema. ¡ Vaya democracia!.

Al parecer la democracia dominicana no es auténtica, necesita de observadores nacionales, de observadores internacionales, de protección financiada para equipo sofisticado de la Embajada, de todo un aparataje de fiscalización y montaje de tecnologías y kits que no entienden muchos, menos los incautos dominicanos con menos acceso a la educación.

Ahora peor, instalación de softwere, de móviles inteligentes y monitores a insertarles códigos de procedencia extraña y complicada. Yo mismo no entiendo algunos de esos lenguajes informáticos tan sofisticados. Termino creyendo que es sobreabundancia, pero que al final con sólo robarse un código por parte de un interesado envuelto en el proceso, se podrían cambiar los resultados electorales.

Es una democracia muy cara, se usa mucho dinero del presupuesto nacional en proveer a los partidos, en contratación de técnicos y consultores extranjeros y nacionales, en compra de equipos tecnológicos que en ocasiones no funcionan ( Ref. Roberto Rosario) ; se gastan millones en publicidad, también en instalar las herramientas electorales a lo largo y ancho del país.

La sociedad civil y la oposición reclaman permanentemente equidad, pero esta no se aplica y los recursos del Estado, el Gobierno los usa indiscriminadamente para sacar provecho de la truncada democracia dominicana, seguro de la impunidad, por haber estructurado un aparato de justicia a su antojo.

Todo este andamiaje, tan diferenciado del sistema electoral de Uruguay, Costa Rica, Puerto Rico, etc, produce un excesivo dispendio de los recursos de la nación, que dejan de usarse para emprender tareas productivas en la industria, en la agricultura, la vivienda social y otros sectores. Al tiempo que se desperdicia un inapreciable tiempo en conflictos baladíes, en discursos y publicidad engañosas que no aportan nada nuevo, sólo garatas que van y vienen, crispando de stress a la gente, sembrando desasosiegos. Se precisa un cambio, que transforme las instituciones del Estado dominicano.