La democracia dominicana se encuentra lacerada. Nuestra democracia no logra superar sus cicatrices de una larga transición, que no le permite superar sus lastres penosos del pasado; a pesar de las creaciones de nuevas leyes y constituciones.
Es un fardo a cuesta que no logra, después de 50 años, superar las acciones, creencias, valores, costumbres, tradiciones y mitos de la ideología negadora de la democracia: Autoritarismo, culto a la personalidad, mesianismo, providencialismo y el poder por el poder mismo.
La democracia nuestra se encuentra en estos momentos en una encrucijada de un agujero profundo, que puede derivarse en una crisis institucional que dé pie a una crisis política.
Los que dirigen el Congreso nos están llevando a una crisis institucional y de seguridad jurídica, en el que no se logra pintar a cual laberinto nos quieren llevar. No se logra bordear y pincelar el objetivo central de estas decisiones ilegales, ilegítimas y éticamente inaceptables.
Permitir que finalmente la Cámara de Diputados aplique lo que hizo y señala su Presidente, es a todas luces, no solo un fraude constitucional a la luz del Artículo 112, sino que sentaría un precedente nefasto para todo el andamiaje jurídico de la sociedad dominicana.
En el cuerpo constitucional de la Constitución del 26 de enero, hay más de 25 LEYES ORGANICAS que son vitales para el desarrollo del régimen económico, monetario, financiero, de seguridad, de función pública y de inversión. El Art. 112 contiene tanto el sostén y validez para la vida democrática, que es como señala Giovanni Sartori, en su libro La Democracia en 30 Lecciones "… la democracia tiene que inspirarse en el principio de mayoría limitada o moderada. Si no, vivirá un día y empezará a morir al día siguiente".
Nuestra democracia real, más allá de todo discurso, actualmente se contrae, se reduce, se vuelve sombra, eco y fantasma, y, no se atisban luces en su clase política, que nos vislumbre puentes institucionales que la hagan más llevadera, más fluida, más generadora de futuro.
En esta democracia herida, con sus secuelas de cicatrices del pasado, se ahonda por la más terrible miopía de la elite política. Están creando un túnel tan largo y tan vasto que configuran un laberinto sin salida promisoria.
Una democracia que ha sido descrita y diagnosticada sistemáticamente en los últimos 6 años, compendiada en todas sus raíces, más no ha encontrado la necesaria voluntad trascendida. El diagnóstico no guarda relación con la disposición de los actores políticos que dirigen.
La luz de la esperanza comienza a dibujarse claramente cuando 110 organizaciones se reúnen para exigir "El Cumplimiento de las leyes". Cuando ayer miles de personas acudieron al llamado de Voces Amarillas. Es que la sociedad deberá comprender que tenemos que romper el mito de la clase política "Todo o Nada".
La sociedad organizada construyendo espacios de participación, deberá entender que solo con una visión enérgica, verdaderamente potencializadora, podrá impulsar el camino de un cuerpo social más incluyente y una clase política más honesta, responsable y transparente.
Estos límites que el Congreso quiere imponerle a la sociedad son la tierra abonada para encontrar nuevas oportunidades, nuevas enriquecedoras maneras de organizarnos y participar; para fraguar oleadas sucesivas de acciones que los lleven a cumplir con lo que ellos mismos se dieron: La Constitución.
Esa comodidad del Congreso con sus expectativas ilegales e ilegítimas, nos debe llevar a nosotros a exigir el Art. 6 de la Constitución, que establece "Supremacía de la Constitución. Todas las personas y los órganos que ejercen potestades públicas están sujetos a la Constitución, norma suprema y fundamento del ordenamiento jurídico del Estado. Son nulos de pleno derecho toda ley, decreto, resolución, reglamento o acto contrarios a esta Constitución"
Es la esperanza de llevar a los poderes públicos a su propia legalidad, de asumir que la verdadera visión de una sociedad no es una simple mirada a la superficie visible de la realidad objetiva. La verdadera visión es la visión del potencial invisible de la realidad objetiva.
¡Es la esperanza de un tiempo que nos lleva a caminar de manera diferente!