A pesar de que estoy revisando los textos de Juan Bosch sobre la democracia escritos entre 1955 y 1964 es imperioso reconocer que enfrentamos en el presente, unos 60 años después, una situación de extrema gravedad en el reconocimiento de los derechos de todos los seres humanos que viven en nuestro país y en la nación vecina. Son oportunos los juicios de Bosch en el texto que revisamos, donde incluso se pregunta el autor sobre el futuro de nuestra sociedad y cómo percibiríamos lo que aconteció hace más de media década y su análisis. Bosch afirma en Crisis de la democracia de América en la República Dominicana si las generaciones futuras entenderían los esfuerzos de él y el PRD (hoy propiamente el PRM) en fundar los valores de la democracia en la sociedad dominicana.
“Estamos en una hora crítica en todo el mundo. Tal vez dentro de pocos años parezca ridículo el empeño de los líderes del PRD en dar una lección de democracia en la República Dominicana. Quizá antes de lo que yo mismo pienso los dominicanos de una nueva generación se reirán de ese empeño anacrónico, hecho a destiempo, precisamente cuando ya las señales de los tiempos anunciaban los días finales de la democracia. Pero nosotros habíamos dedicado una vida entera a esa idea; era lógico, pues, que cumpliéramos nuestro destino político con toda lealtad. El deber del hombre, como ser individual y como ser social, es convertir en hechos aquello en que cree, y debe cumplir ese deber aunque sepa que a él no le tocará, como dijo Martí, sentarse a la sombra del árbol que siembra” (Bosch, 2009, v. XI, p. 125-126).
Lo que Juan Bosch señala sobre la democracia, especialmente su perspectiva de que se encontraba en “los días finales de la democracia”, luce semejante a nuestros tiempos cuando pensamos el reconocimiento de la dignidad humana, fundamento único de la democracia, languidece en muchas partes del mundo. Mientras que para la tiranía los seres humanos son piezas prescindibles para el beneficio de los que tienen el poder, en la verdadera democracia todo ser humano es un fin en sí mismo, igual a todos, sin importar sus ingresos económicos, nivel académico, creencias personales o estatus legal. Si en un régimen democrático cualquier sector social (niños, mujeres, extranjeros, pobres, homosexuales, incrédulos religiosos, o cualquier otra categoría) es discriminado, explotado, marginado, perseguido, humillado, violado o se ejerce cualquier tipo de violencia física o psicológica, la democracia pierde su fundamento.
La campaña de discriminación contra la población haitiana en el país, semejante a la desarrollada en Alemania previo a los guetos y campos de exterminio, y semejante al discurso de muchos dominicanos para justificar la matanza de 1937, aparte de ser un amasijo de mentiras y de histerismo racista, va preparando el terreno para crímenes graves, uno de los cuales ya comenzó al apresar a muchas mujeres embarazadas en centros hospitalarios y sin determinar verdaderamente el estatus legal o su tiempo de residencia en el país o incluso si tenía familia en el país, fueron subidas como ganado y echadas al otro lado de la frontera, muchas de ellas a horas o días de dar a luz. Eso es violencia, condenada por los Derechos Humanos y por las leyes migratorias dominicanas. Curioso que eso pase cuando todos los funcionarios de este gobierno gozan de la posición actual debido al esfuerzo realizado por un haitiano nacido en nuestro suelo en condición de ilegalidad pocas semanas antes de la matanza del 1937.
Eso no se puede tolerar y hay que levantar la voz de protesta. Duele que las mujeres del PRM no protesten, duele que los defensores de la vida no nacida no protesten, duele que los hijos y nietos de emigrantes, pobres, igual que los haitianos, aunque hayan venido del Líbano o España, no protesten. Ya vimos intentos de legalizar las violaciones en el matrimonio, el respaldo de muchos congresistas que se permitiera el matrimonio infantil y hasta el uso de la violencia en la crianza de los hijos, ahora asistimos al desprecio absoluto contra mujeres haitianas embarazadas. ¿Quiénes seremos los próximos en ser acosados, perseguidos o violentados?
Hay que comenzar a erradicar ese veneno del racismo y el antihaitianismo de la conciencia de lo más jóvenes, de los mayores ya no tengo mucha esperanza. Bosch lo afirma en el texto citado: “El deber del hombre, como ser individual y como ser social, es convertir en hechos aquello en que cree, y debe cumplir ese deber aunque sepa que a él no le tocará, como dijo Martí, sentarse a la sombra del árbol que siembra”. Hay que sembrar un árbol más sano, sin la toxicidad que le influyó el trujillismo a varias generaciones dominicanas y que Bosch pretendía comenzar a limpiarla del alma dominicana pero el golpe de Estado lo impidió. Basta de seguir como hienas dando dentelladas contra los vecinos haitianos, contra los pobres de ambos lados de la frontera, contra las niñas y las mujeres.
Este gobierno ha perdido en pocas semanas su dignidad, su moralidad. La perdió al intentar una reforma fiscal cuando se descubrió que el presidente colocaba recursos en paraísos fiscales. La está perdiendo cuando se lanza como fiera contra estudiantes y mujeres embarazadas, pero ni toca a los ilegales que trabajan en grandes fincas y pequeños fundos agrícolas, en obras del gobierno y construcciones privadas. ¡A esos no! Porque son haitianos que les suministran riquezas con su trabajo y sus salarios de miseria.
Si el PLD perdió su dignidad política con la corrupción que tanto detestaba Bosch, el PRM ha perdido su norte político execrando la memoria de ese haitiano luminoso, coloso de la política dominicana, que se llamó José Francisco Peña Gómez. Ahora estamos claros, tirada a la basura la herencia de Bosch y Peña Gómez pueden sus herederos políticos revolcarse en sus apetitos, ambiciones y prejuicios. La extrema derecha tiene las bridas de este gobierno y lo dirige aceleradamente a un régimen autoritario.