El ruido mediático que se ha sentido en nuestro país en los últimos días ha sido sorprendente. Nuestro primer ataque pseudo-terrorista, Felix nos dejó claro su nivel de ignorancia y desfachatez con respecto a los ideales de Bosch, Sergio Vargas confirmó que lo único que debe hacer en esta vida es cantar, los representantes de la justicia dominicana se querellan contra el Procurador que quiere trancar a Bautista por ladrón, un “adivino” quiso ostentar más de la cuenta y entre una cosa y otra, Leonel está dando entrevistas a Forbes a US$1,000 la entrada, y las irregularidades de Díaz Rúa podrían llenar un periódico entero, pero claro, eso no va a pasar.

La cultura de corrupción y circo barato que envuelve a este país es un insulto a la inteligencia de todos. La destrucción sistemática del sistema de educación, que viene deteriorándose cada vez más desde hace décadas, es la plataforma ideal para un gobierno como el que tenemos: uno que se beneficia de un pueblo manejable, crédulo, conformista y resignado.

En una sociedad donde lo admirable es “tener” sin importar como se obtengan los bienes, donde han matado de hambre y estrecheces a sus habitantes, los valores terminan por tergiversarse. Ya nos encontramos con muchachos de colegios de élite que sueltan frases como “yo me voy a meter a político para dejar de pasar trabajo”.

Con la filosofía de “mientras más tíguere, mejor”, la corrupción política se ha convertido en una carrera deseable, y nos estamos comiendo vivo al país. Hemos enfocado tantas energías en sobrevivir a pesar de las medidas que nos imponen, que no nos ha quedado tiempo de organizarnos y exigir que dejen de burlarse de nosotros.

Aunque ya no somos una colonia española, ni estamos bajo la dominación haitiana, no somos un pueblo soberano. Somos la cuenta de banco y parque de diversiones de una pandilla que da vergüenza. No tenemos un gobierno que vele por los intereses de sus votantes. El Estado no nos brinda salud digna, educación, seguridad, justicia ni transparencia. No confiamos en nuestros “líderes”.

Cómo podemos confiar en un sistema que busca condenar a uno de los pocos funcionarios que se atreve a hacerle frente a uno de los corruptos más notables de la última década?

Como podemos decir que somos un país libre cuando estamos bajo el yugo de funcionarios que nos imponen medidas a su antojo, que tratan de vender nuestra media isla por partes a su conveniencia, y que gastan millones de nuestro dinero en bebida, comida, viajes, y carros de lujo cuando los que pagan esos impuestos y sus hijos mueren en los hospitales por falta de recursos y materiales?

Qué esperanza podemos tener si no hay una oposición contundente, organizada y con posibilidades reales de destruir el círculo de poder que domina la política dominicana?

Un gobierno sin oposición real, que no cumple con su deber para con el pueblo, que implementa medidas, leyes e impuestos que van en detrimento del país y en beneficio particular de los funcionarios, que tilda de traidor a quien le hace frente, que vende sus riquezas naturales a cambio de dinero que no va al país sino a sus bancos, que arma un circo en los medios de comunicación cada vez que quiere salirse con la suya…eso no es un gobierno democrático. Búsquenle otro nombre, pero democracia no es.