Parte II

Tras realizando una breve lectura, en nuestra entrega anterior, de lo que ha sido el origen y evolución de las administraciones públicas, desde la llegada del colonizador hasta nuestros días, hemos podido constatar que la  democracia nos trajo otros niveles de corrupción, ahora más sofisticados y extendidos a un mayor número de ciudadanos.

Donde pareciera  que a mayor democracia, mayor consolidación de la corrupción. Pues aparecen modalidades mucho más sutiles,  que van desde el  vulgar robo de un bolígrafo,  hasta el uso y abuso de la cosa pública, sin pudor, lo que incluye además a los seres humanos, sumergidos y socavados en esta práctica, que se va apropiado de la esencia del individuo, para convertirlos en títeres, capaces de aceptar cualquier prebenda a cambio de su integridad.

Estando la organización de los poderes del Estado concentrada en el poder ejecutivo, algo que se hereda tal vez de la monarquía colonialista o de la dictadura. Tejiéndose en torno a la figura presidencial  toda una madeja institucional, que nutre esta democracia discursiva  que se desarrolla desde el siglo [1] pasado, donde lo que se destaca es la ausencia de rendimiento de cuenta y falta de sanción hacia todos aquellos que sirven y se sirven de la administración pública.

En el avanzando ejercicio del desarrollo democrático, también se han ido construyendo unos mecanismos de corrupción, que terminan  por establecerse como  sistema, donde  convergen ciertas pautas culturales de nuestra sociedad, ciertas patologías de la personalidad de la clase dirigente, junto a ciertos dispositivos ideológicos entre los que cabe destacar, aquellos  orientados a envilecer a los individuos mediante un clientelismo aberrante.

Siendo tal vez la excepción el período del Prof. Juan Bosch que no sólo trató de ser muy ético, sino que además fue muy moderado en el gasto público, pretendiendo que en Palacio se sirvieran “coco de agua y café” a los visitantes. Siendo éste el primer y más corto de los gobiernos democráticos de la historia nacional, lo que no permitió que se desarrollaran ciertas prácticas corruptas tal vez,  pues apenas duró siete meses.

Durante los años del Balaguerismo, la corrupción tomó visos corporativos, que cubrieron todo el territorio nacional hasta, “pararse  en la puerta de su  despacho” lo que no excluyó a sus familiares y amigos, haciéndose uso de la corrupción como una estrategia para permanecer en el poder , que lo llevo a corromper hasta  sus enemigos.

Considerado como un gran perverso, Balaguer gobernó durante seis períodos, que llenaron de sangre y vergüenza el escenario dominicano, pues usó la misma filosofía del trullijismo, dentro de un discurso "democrático", donde la corrupción se convierte en un instrumento para permanecer con el control del poder, no dejando institución alguna sin que sufriera los embates de su dominio, usando a su antojo las capacidades de nombrar funcionarios del poder ejecutivo, miembros del congreso y la justicia, manejando el staff de la administración pública a su antojo, dado el perfil de aquellas gentes de su extrema confianza, serviles e incapaces.

“..El primer gobierno peledista gastó más de RD$ 1400 millones de pesos para entregarlos en dadivas a un grupo de vagos y delincuentes que no ofrecían ningún servicio a la administración pública”. [8]  Justificando el Señor Presidente, cuando se le interpeló ante estos hechos, que ya lo habían hecho perredeístas y reformistas, para apaciguar a los grupos revoltosos, argumentando, pues  que “se  trataba de pagar o pegar”

Creyendo algunos autores, que su gestión “… sembró en el país la semilla de la depravación, la corrupción y el irrespeto total a las instituciones y al estado de derecho”,  ya que prostituyó el ejército, el congreso, la iglesia, los partidos políticos, los sindicatos y algunas instituciones de la sociedad civil, estableciendo como altos valores, el enriquecimiento ilícito, el tráfico de influencias y la venta de conciencia. Durante 22 años de gobiernos balagueristas, el poder siguió estando concentrado en las manos del gobernante, algo que sigue remitiendo al poder colonial y a las facultades del Monarca y aquel inmenso poder del dictador.

Siendo necesario destacar aquí el rol de la corrupción como una estrategia política para neutralizar a las FFAA y los liderazgos de su partido hoy inexistente.

El avance de la democracia, se tiño de luto cuando en el período 1978-82, el Presidente  Antonio Guzmán, de comprobada integridad antes de desempeñarse como Presidente, pone fin a sus días, el 4 de Julio del 1982 en un extraño escenario [2], donde se le acusaba a él y su gobierno de ciertos casos de corrupción. Siendo éste el único caso de suicidio de la historia nacional, donde hay cierto pudor, que puede remitir a vergüenza, ante la afrenta de tener que asumir una eventual condena social.

Sucediéndole Jorge Blanco 1982-86 quien se ve involucrado en varios escándalos de corrupción no obstante “sus manos limpias”, que no bastaron para que Balaguer a su regreso, lo enjuiciara en un intento de debilitarlo políticamente “castigarlo” y  sancionarlo[3]. Observándose que desde la colonia el castigo ha sido siempre un instrumento para intentar modificar esta conducta, eso lo supieron los monarcas muy temprano, ya que existía un gran control desde la Metrópoli en pro de frenar algunos desmanes de los colonizadores, ahora funcionarios en la colonia, ha quienes se les había dado ciertas facilidades, sin dejar de ejercer el control, que permitía a los funcionarios de hacienda recabar las mínimas imposiciones, tanto a las poblaciones indígenas, como a los recién llegados.

La burocracia  de la corona, permitía que los territorios se mantuviesen bajo el mandato  de la Ley, existiendo un rigor punitivo al cual “nadie, por elevado que fuera su puesto, pudo considerarse libre de una orden punitiva llegada desde España, lo mismo se castigo a simples regidores, que presidentes y virreyes sin excluir autoridades eclesiásticas” [4]

Algo que resulta difícil de entender, cuando tratamos de hacer un paralelismo entre aquellos tiempos coloniales de sanción y esta post modernidad de impunidad, que nos   muestra una sociedad que pareciera no tener rumbo, donde no se tiene control, ni se piden cuentas (a no ser las del fisco) de lo que hacen los ciudadanos comunes, mucho menos de empleados y funcionarios que sirven y administran la cosa pública, por no hablar de las autoridades eclesiásticas.

La llegada del Dr. Leonel Fernández, en 1996, tras un último gobierno balaguerista de corrupción corporativa-ensangrentada, lleno a muchos de ilusión. El Prof. Juan  Bosch había dicho muchas veces, que sus hombres eran diferentes. Durante años el PLD había mantenido un discurso crítico, ante las barbaridades administrativas, que venían haciendo los gobiernos que le precedieron.

Señalando en su discurso de juramentación, el Dr. Leonel Fernández, que se proponía desarrollar “una profunda reforma y modernización del Estado”, que tenia como “objetivo central… Contribuir a eliminar la corrupción de la administración pública…” [5] Destacando que “debido a que la corrupción es un mal estructural del sistema político” [6] que toca a todas las fuerzas políticas. Algunos estimaron “que una lucha de esa naturaleza tenía carácter quijotesco”.[7] Llevándose acabo algunas iniciativas en la administración pública que produjeron ciertos cambios aún visibles.

Los acontecimientos históricos de los últimos años han demostrado que la lucha anti corrupción es difícil, sino ciertamente quijotesca. Ya que durante estos períodos el Poder Ejecutivo no hizo ningún esfuerzo para adecentar y cualificar las acciones de los congresistas, repitiendo las mismas prácticas de sobornar como lo señala Zapete en su libro antes citado, “se concedieron beneficios económicos extraordinarios que terminaron  en convertirse en fortunas personales para los legisladores, sumándose así”, a las viejas prácticas reformistas y perredeistas de utilizar prebendas y dádivas para comprar la aprobación de las iniciativas del gobierno, rehabilitando las viejas prácticas, ante la sorpresa de la ciudadanía que esperaba un cambio basado en aquellas ideas de Don Juan.

Los especialistas del quehacer sociopolítico piensan que, el hecho que el PLD ganara  apoyado por el caudillo Balaguer, propició una gran identificación con la ideología balaguerista, al punto de generar un alineamiento ideológico, que se ha sido  manifestando  increcendo en la gestión del Dr. Fernández, algo que lo ilustra cuando se usa la corrupción para garantizar la gobernabilidad, “..El primer gobierno peledista gastó más de RD$ 1400 millones de pesos para entregarlos en dadivas a un grupo de vagos y delincuentes que no ofrecían ningún servicio a la administración pública”. [8]  Justificando el Señor Presidente, cuando se le interpeló ante estos hechos, que ya lo habían hecho perredeístas y reformistas, para apaciguar a los grupos revoltosos, argumentando, pues  que “se  trataba de pagar o pegar”.

No obstante todo esto, se trató de una corrupción discreta y silenciosa, que involucraba a cinco o seis de sus emblemáticos funcionarios en casos de corrupción.[9] Pero algo significativo debió pasar en aquellos días, a nivel de nepotismo, tráfico de influencias y otras prebendas, aunque  ante la opinión pública nacional, las instituciones aparecían mas fuertes mientras la imagen del Presidente permanecía intacta, para los analistas políticos y   especialistas, fue diferente ya que  consideraron “que la forma  en que el PLD se manejó en el poder provocó un retroceso político en la República Dominicana, al propiciar la vuelta al poder del PRD” .[10]


[1] El sistema democrático se sitúa a partir delaño 1963.

[2] Báez Guerrero, José Guzmán, su vida, gobiern y suicidio. Santo Domingo, editorial. Montalvo 2009

[3] Durante la administración 2004-2008, el Estado decidio desistir de la constiución en parte civil.

[4] Ya  citado, Capdeqi pp53.

[5] Discurso Proclamacón pp27

[6] Íbidem pp2

[7] Íbidem pp2

[8] ya citado Zapete pp5

[9] Ver 20 años de impuidad, investigación  Participación Ciudadana ,1983 2003. Sto. Dgo, Feb.2004

[10] Íbidem pp46, Zapete