“Hay momentos en la historia en que 

la cordura y la audacia se vuelven sinónimos 

y en los que regatear el cambio es, 

simple y llanamente, ignorar el signo de los tiempos. 

Estoy persuadido de que este es uno de ellos.”

Agustín Basave

En la misma línea de la reflexión de estas últimas semanas, tal vez sea posible concluir que la mesa todavía no está servida: acuerdos que no llegan a concretarse, cotidiano traspaso de militantes de un partido a otro, renuncias, etc. demuestran que la boleta no podrá ser diseñada hasta marzo.

Lo que sí resulta innegable es que el cambio ya está aquí. Dudo que alguien se atreva a discutir que ante nuestros ojos tenemos un nuevo sistema de partidos. Y lo digo a partir de la caracterización de D. Nohlen, uno de los más destacados estudiosos de estos temas: “a) número de partidos, b) su tamaño, c) distancia ideológica entre ellos, d) sus pautas de interacción, e) su relación con la sociedad o con grupos sociales, f) su actitud frente al sistema político”.

Se incorporan como objeto de estudio de la Ciencia Política dominicana los partidos familiares. Tampoco es posible ignorar los pactos y las alianzas, su análisis no debe ignorar la sabiduría de la calle: “Dime con quien pactas y te diré quien eres”.

Así, durante estos próximos meses podremos conocer si acaso las elecciones de mayo cumplirán, nueva vez, una función legitimadora del sistema político autoritario post Trujillo o si lograrán ser expresión de su crisis. La segunda posibilidad pone a prueba los nuevos liderazgos, políticos y electorales, y los obliga a tener posiciones y actitudes que miren más allá de la pura coyuntura y a tener más cuidado en cuanto a no cometer errores no forzados.

Sería interesante tratar de ver el actual momento político sin renunciar a la perspectiva histórica: poniéndole algo de contenido al debate y yendo más allá de las encuestas -que ni van ni vienen- pues hay suficiente evidencia de que las mismas no han sido precisamente un aliado de la causa democrática.  Aunque acierten, han sido siempre una advertencia de que todo va a seguir igual. Agréguese el hecho de que hemos llegado a una “etapa superior” de la encuestología: ahora lo que se ha puesto de moda es comentar encuestas, no publicarlas.

Entrando a los riesgosos caminos de la conceptualización -que como se sabe no nos están consentidos- me parece conveniente entrarle al escenario actual dejando fuera el concepto de oposición política tan propio de los regímenes presidencialistas.  La aplicación del concepto de oposición política empobrece el debate en un momento que, observado con algo de generosidad, el horno sí está para bizcochitos. Hace unas semanas preguntábamos si acaso sería posible saber a qué se opone la oposición.

Como el acontecer soporta ponerle algo de ‘teoría’ y como en los últimos días hemos sido testigos de apariciones públicas que merecen ser valoradas y debidamente utilizadas en los análisis, digamos que los contendientes están en el ‘área chica’, con distintos niveles de avance en cuanto a una explicación amplia de lo que ocurre.  Veamos:

1.- La teoría del “todismo”: todos son culpables, los políticos y la sociedad. Es sabido que cuando todos son culpables, nadie es responsable.

2.- La teoría del “darwinismo electoral”: falta explicar quiénes son los más los más aptos y cómo determinarlos.

3.- La teoría del “estado de conservación de la Malus doméstica” (el fruto del manzano): Esta teoría puede considerarse como una variante de la del “todismo”, pero de ella, además, habrá que cuidarse por el peligro de la ocurrencia del viejo cuento del “sillón de Don Otto”, pues para la bienvenida pomácea en Navidad, es evidente que lo que no sirve es el envase.

Este planteamiento puede sin duda ser aderezado con algo de las teorías de la transición de Guillermo O´Donell, de la democracia de Sartori y del conocimiento de otras experiencias políticas, claro que sin intención de plagiar.

Si seguimos la idea de la “crisis democrática” por la mantención eterna del sistema político autoritario post Trujillo, el panorama se vuelve bastante alentador. Frente a todos y todas podemos, por fin, identificar expresiones muy diversas ante el presente y el futuro.

¿Cuáles son esas expresiones? Yo diría que fuera del gobierno y a partir de  lo que consideran el problema principal, hay al menos cuatro corrientes presentes en el concurso electoral que es posible identificar:

a. Peligro de invasión haitiana, de la pérdida de soberanía y la “cuestión valórica”. (“Pequeños, serán pequeños en número, pero grandes en su decisión de lucha por esta patria y por este pueblo”).

b. El peligro es la corrupción y la falta de solución judicial.

c. El peligro es el continuismo del Partido de la Liberación Dominicana. (“ahora me toca a mi”).

d. El peligro es la mantención del sistema político en grave retroceso democrático. Más democracia, fortalecimiento de las instituciones, avance progresivo en la vigencia de derechos.

Si algo de acuerdo puede haber sobre esas corrientes, lo primero que salta a la vista es la imposibilidad de la mentada unidad. Si algún acercamiento pudiera darse a partir de lo descrito es a+b y a+c;  aunque ya conviven, lo hacen de tal manera que la invisibilidad de los que están de acuerdo con a, estando en c, les juegue a favor de la suma imaginaria.  Y d. no pega ni con a. ni con b. ni con c.

Insisto en la posibilidad y necesidad de debate. Lo que propongo puede ser discutido, mal tratado, erróneo, etc., pero ahí está y puede ser “hecho leña”, ojalá fuera del ámbito de campaña y partiendo de que sólo representan formas distintas de ver el país, independientemente de aquellos y aquellas “que van y vienen”.

Si las democracias funcionan así, ¿por qué seguirse negando a una “democracia con respaldo popular”?

“Alea jacta est”