“Uno no puede elegir con qué va a soñar”. Quino

El tema de la democracia parece inquietar casi atodos –menos uno- los que siguen con interés la actualidad social y política. Pero el menos uno essuficiente para preocuparse especialmente.

En primer lugar se percibe un acuerdo generalizado acerca del deterioro de la democracia.  Acoto que para deliberar sobre el tema dejaremos fuera el argumento frívolo de que existen programas de televisión críticos o que Acento.com.do está en el ciberespacio. Esos recursos argumentales sólo reflejan ignorancia o mala intención, de compromiso democrático, nada.

Inquieta observar, para sólo enumerar algunos síntomas,  la forma en que se están aprobando las leyes, la notoria falta de contrapesos políticos e institucionales y una cada vez más incierta separación de poderes.

No estaría nada mal que ante la precariedad del funcionamiento institucional, en la academia, en los centros de estudio o en la universidad se comenzara a tratar de responder la pregunta acerca de cuándo la precariedad de la democracia autoriza a hablar de su inexistencia. ¿Cuándo el andar de los acontecimientosconducirá a quienes aspiran a recuperar, mejorar o conquistar la democracia a hacerse cargo de este escenario y a asumir que tienen que actuar reconociéndolo.?

En tiempos recientes la entretención predilecta ha sido una injuriapermanente y destructiva a la democracia representativa y a sus instituciones apostando a la ilusión de la democracia participativa. Los resultados danzan a la vista de todos y todas y en la confusión avanza sin crítica, sin oposición, un orden nuevo, pero nefasto, resultado de alianzas no explicitadas de un partido cartelizado con sectores sociales que nunca han apostado en realidad a la democracia, sino más bien a estar cerca del poder y a ejercerlo sin que sus personeros o sus intereses hayan sido sometidos al escrutinio electoral. Es decir, remplazar la soberanía popular y las instituciones democráticas por sanedrines sin representación democrática.

Averiguar dónde está el liderazgo político puede ser una pregunta para la próxima encuesta. Me permito proponerles dos ejemplos acerca de cómo y donde actúan lo que la Ciencia Política llama ‘poderes fácticos’.

No es posible que pase desapercibido que la solución al importante problema de la electricidad se está buscando en uno de los sanedrines más reconocidos(y dirigido por un sacerdote católico), pero no por eso representativos de nadie institucionalmente, ni socialmente, ni políticamente.

El otro ejemplo francamente exquisito es el de la Reforma al Código Laboral bajo la dirección del rector de una universidad privada que acoge en sus instalaciones las discusiones. ¿Y no es a la Ministra del Trabajo, cuya autoridad proviene de ser parte de un gobierno legítimo, a quien le corresponde liderar el proceso por ser la principal autoridad política, la vocera autorizada del gobierno en los temas laborales?

En ambos casos el proceso institucional que responde a un diseño democrático prevé que sea el Poder Ejecutivo quien formule las iniciativas legales necesarias y que el Poder Legislativo lleve a cabo, junto con el debate, la escucha de los intereses de los diferentes sectores sociales involucrados.

Toda observación a este camino, o su negación, supone un desconocimiento de la soberanía popular en el que se puede adivinar su desenlace: los ‘poderes fácticos’,  mediante la iniciativa legal de un Poder Ejecutivo carente de políticas o temeroso de explicarlas, culminará en los cada vez más frecuentes bochornos parlamentarios fruto de la inexistencia de independencia de los poderes del Estado.

Es cierto que es fácil -y que los legisladores con frecuencia lo facilitan aún más- acabar con este poder del Estado representativo por excelencia y por disposición constitucional, pero la solución democrática es mejorar la calidad legislativa en los procesos electorales, no saltarse a los que desempeñan esas funciones.

De todo esto se pueden sacar dos enseñanzasque muchos hemos aprendido con indecibles sufrimientos:

1) ya tenemos en funciones y pasada de contrabando una ‘democracia corporativa’ y

2) Mucho peor que un mal poder legislativo, es no tenerlo.