La economía dominicana es demasiado frágil. Con un pequeño golpe se desploma. Es como un espejo sin espesor, sin transparencia, sin brillo, más bien demasiado opaco.

Un pequeño acontecimiento se convierte en crisis. Una división partidaria en ingobernabilidad. Una política pública que repugna, en desgracia.

Desde el pasado año, y para ser mas especifico, desde el mes de septiembre, la economía viene mostrando claros signos de ralentización. Esto es, una caída del crecimiento en tres trimestres continuo.

El BCRD ha tenido que tomar tres decisiones urgentes en un tiempo récord. Una primera liberación del encaje por RD$28,000 millones en mayo pasado, otra liberación de encaje por RD$5,154 millones comenzando julio y una reducción del 0.5% de la tasa de política monetaria. 

¿Está bien? Si, muy bien, y yo haría lo mismo, pero el problema no se resuelve con medidas monetarias aisladas. Aquí hay una crisis política donde se juega la democracia, una grave crisis institucional que mantienen en un caos el quehacer público, una crisis eléctrica que le impide dormir a la mitad de la población y fulmina miles de pequeñas y micro empresas, una crisis eterna en los servicios de salud y agua potable, una crisis moral de dimensiones alarmantes, una crisis delincuencial que esta afectando el turismo y a toda la población, una crisis fiscal donde la evasión de grandes contribuyentes es una amenaza a la estabilidad, una crisis laboral muy seria y sin perspectiva de solución, una crisis presupuestaria donde la mitad de los ingresos tributarios es para pagar deudas, y una crisis de confianza entre los agentes económicos al ver un gobierno que está a la deriva y donde algunos funcionarios claves de la órbita presidencial, están involucrados en grandes sobornos por Punta Catalina.

El país esta en una crisis muy aguda, en una encrucijada peligrosa y no porque la economía se este ralentizando. Aquí hemos estado creciendo por encima del potencial y gracias a un excesivo endeudamiento que nos puede llevar a la catástrofe. No tanto por el monto de la deuda global, sino por el costo que conlleva y lo que representa para las arcas públicas. Es un absurdo, algo inmanejable e irracional.

¿Crecer más? Para que, si estas crisis están latentes y golpean a toda la población, impidiendo que los beneficios de ese crecimiento permeen a los más pobres.

Ningún país del mundo logra salir de una crisis de tal magnitud con medidas aisladas, no importa de donde vengan o lo atractivas que estas puedan ser.

¿Quién se arriesga a endeudarse ante un panorama de tanta incertidumbre? Muy pocos, sin en verdad analizan con cuidado la situación del país.

Pero de todas estas crisis mencionadas, la política es la principal y mas peligrosa de todas. Porque es una crisis que se refleja fuertemente en la economía y contribuye a que las demás crisis se agudicen. El gobierno no esta gobernando, esta un 100% metido en la política, tratando de perpetuarse en el poder. Y eso proyecta una imagen de debilidad, de falta de control, de desorientación y de pánico.

El presidente Medina ya tiene un año diciendo que hablará sobre la reelección. Ha puesto varias fechas, pero no ha cumplido, manteniendo a 10.5 millones de dominicanos en total incertidumbre.

Y ahora, después del destape de Punta Catalina, de las declaraciones de varios senadores de Estados Unidos, de la amplia oposición de la sociedad civil dominicana, incluyendo las iglesias, de la delincuencia que atrapa también al turismo, de la potencial división de su partido y del debilitamiento de la economía, vamos a ver que dirá el presidente sobre su reelección.

Total, lo que decida no cambiara nada porque las crisis seguirán latentes hasta que no haya una gran transformación estructural y del modelo económico imperante. Y para eso se necesita mucho valor, coraje y cojones, que es muy escaso en este país.