Adán y Eva pecaron por su color. Y es que con tanto ruido de creación quedaron sordos y solos en medio de la nueva estrategia del cielo y la tierra recién inaugurada. Dios ignoraba todo, aunque sabía lo exactamente necesario.
Domingo, día de descanso, Dios sueña (Adán con Adán, Eva con Eva, legiones de amor). De madrugada la pareja toma su turno para crear también entre el silencio nuevo… Dos cuerpos abrazados echan un mudito: el bendito ruido del amor. Dios despierta, sobresaltado, toma decisiones. Eva queda muda, la cabeza gacha, preñada de mundo. Adán siente que sus oídos se destapan, como el que recibe un golpe de viento de aire garganta-hacia-arriba. No entiende nada, está confundido y sin embargo, al mirar el vientre de la morena, saborea la certeza de que el mundo en verdad fue creado en ese instante.