Una cadena de eslabones de revolucionarios muertos en los últimos dos anos como que configuran difusamente una línea que podría mal -¿mal?- interpretarse de descarte en procura de una infundada finalización de los símbolos y tópicos nacionalistas y revolucionarios, esencia de la verdadera resistencia potencializada por más de una generación.

Los tópicos, valga decir que los temas trascendentes, devenidos de una axiología del pasado más moral que revolucionaria, que es a la vez relativamente lejano y relativamente cercano, están vinculados a la estructura social dominicana y su devenir, y se han sustentado por realidades y por la vigencia de unos símbolos, que algunos quisieran que fueran mitos.

Partir del concepto de que si los líderes mueren, los símbolos han de morir constituye una equivocación en razón de que al no llevarse a cabo sus ideas no extremistas de igualdad y justicia social en sus momentos ni después no han de concluir por ahora, principalmente los que son a la vez modelos verbales y de hechos resonantes.

Claudio Caamano Grullón murió días atrás en circunstancias que a mí se me presentan dubitativas desde el accidente “fortuito” hasta la jugada de voleibol que practicaron con su cuerpo herido hasta que murió en un centro médico. ¿Pre armaron un “muñeco”?

A este héroe de las mil batallas se le había tratado de dar muerte años atrás, a tiros limpios, habiendo resultado herido, y le asesinaron un hijo en una discoteca de Baní en circunstancias que al decir de Hamlet Herman pudo haber sido parte de un montaje con visos de lo fortuito.

Quienes representan en este país la resistencia continua contra los poderes supranacionales –que “tiritean” a ciertos perfiles de la denominada seguridad nacional- no pueden aceptar las “coincidencias” de la fatalidad sino luego de desmontar todos los factores en juego. Las coincidencias del destino sólo han de aceptarse por sus desenlaces positivos, de donde entonces pasan a ser “Diosincidencias”.

Claudio Caamano, al igual que Hamlet Herman, mantuvo en alto y vigentes los tópicos trascendentales de la revolución de abril de 1965 y su derivación en guerra patria y el del desembarco en 1973 por Playa Caracoles, Azua, de él, Herman y otros encabezados por su familiar coronel Francisco Alberto Caamano Deno.

Les dio mayor prestigio a esos tópicos que a otros les representaban “prestigio prestado” y su accionar reforzó la simbología del hecho mayúsculo de 1965 y de sus actores principales.

¡Que Dios lo acoja en su Santo seno a mi amigo Claudio y que duerma en la santa paz que no tuvo en vida en razón de que era de la estirpe de los espíritus intranquilos!