Del lamentable estado de nuestras aceras y contenes hoy he vuelto a reflexionar, y hoy lo he vuelto a hacer bajo el influjo del jazz, que no es más que una terrible excusa para olvidar mi compromiso social, olvido egoísta este, en el cual tenemos que refugiarnos como forma de evitar que los problemas de la colectividad nos afecten.
Hoy he vuelto a reflexionar de nuestras aceras y contenes porque hoy ha renacido nuevamente mi compromiso social, hoy me he despojado del traje de mediocre autosuficiente para colocarme en el ropaje de los desvalidos, discapacitados, transeúntes, ciclistas y cualquier persona que por el motivo que fuere no puede o no le da la gana de ser un conductor o pasajero de un bello caos llamado Santo Domingo.
Hoy Santo Domingo quisiera rebelarse frente a este problema y resolverlo de una vez por todas, pero sus peatones, minusválidos, ciclistas, todos desvalidos, son incapaces de ver el incumplimiento de sus autoridades, frente a tantas injusticias consolidadas producto del ejercicio irresponsable de las competencias municipales de cara a la protección obligatoria del peatón.
En algunos casos, observamos las aceras invadidas por grandes empresas, que alegan razones injustificables a la luz del Estado de Derecho, invadidas por vehículos mal aparcados, por buhoneros, por todo un uso anormal del espacio público, en el cual resultan ser afectados de forma directa toda aquella persona que no dispone de un chofer las veinticuatro horas al día en un vehículo todo terreno, para hacer sus diligencias personales y las de todas las personas que le rodean.
Resulta penoso andar a pie por Santo Domingo, incluso en nuestro centro histórico, nuestro malecón y el polígono central, sin irritarse y reflexionar de hasta cuando llegarán nuestras autoridades para comenzar a resolver este problema que nos aqueja y en relación al cual nuestro alcalde no dispone de un plan.
Y como nuevo ciudadano responsable, que trata de cumplir con su compromiso social, propongo que pongamos en marcha un plan inicial de intervención del polígono central, llevando a cabo un levantamiento de la situación actual de nuestras aceras y contenes, involucrando al ciudadano pobre y de a pie, que tan rechazado ha sido por esta administración municipal. Una vez efectuado este levantamiento, deberá procederse a remover todos los obstáculos que impiden el normal tránsito por nuestras aceras, a construir el espacio de acera en los lugares que sean inexistentes, las rampas de acceso a las mismas, reconstruir los contenes e indemnizar a las personas que legítimamente sean titulares de alguna situación jurídica especial consolidada sobre la base de las expectativas que le generó el incorrecto ejercicio de las competencias del municipio.
Sabemos que estas constituyen medidas desafiantes y costosas y en relación a las cuales debe estructurarse un presupuesto con la participación de todos los munícipes, quienes deben ser el eje de las políticas públicas, pues son estos los principales afectados con la situación de haberse consolidado una ciudad sin ningún tipo de control, planificación y correcta gestión, que no es más que un buen ejemplo de una mala administración pública.
Sin lugar a dudas, este plan piloto no puede quedarse ahí, sino que, deberá extenderse de manera programática y paulatina a los sectores más empobrecidos de la ciudad, en los cuales, dado su hacinamiento, habrá de iniciarse un plan macro de urbanización, que sin lugar a dudas, redundará en una protección a los minusválidos, peatones y ciclistas, quienes actualmente constituyen las cenicientas de las políticas públicas del municipio.
Mientras tanto, en el proceso de espera que presuponen estas soluciones, continuaré reclamando los espacios usurpados que como peatón y ciclista me corresponden y cuando no pueda transitaré por la calles evadiendo los insensibles conductores que cargan todas sus frustraciones de la cotidianidad en personas que como nosotros reclamamos un cambio y en otras que no reclaman nada, pero que la realidad los condena a vivir como esclavos de su condición de minusvalía o ciudadanos de a pie y de tercera categoría en una sociedad injusta.