Uno de los aportes más significativos a la política del mundo hispano ha sido el "pronunciamiento". Es decir, cuando unidades militares se levantaban en armas contra el gobierno, lo cual conducía a enfrentamiento entre diferentes sectores militares pero, las más de las veces, conducía a la deposición del gobierno.
El siglo XIX español estuvo plagado de "pronunciamientos" y en muchas plazas de pueblos españoles se encuentran estos espadones montados en sus caballos homenajeados por sus acciones no bélicas sino político-militares.
Igual ocurre con el callejero aún repleto de generales sin acciones heroicas que alabar o recordar, mientras la democracia ha sido lenta o pasiva en tratar de honrar como se merece a los héroes civiles y a los políticos democráticos. Escasean en las ciudades los nombres de calles y avenidas que se llamen Azaña, Indalecio Prieto, Largo Caballero, Durruti, Grimau, Ruiz Giménez, Dolores Ibarruri, Adolfo Suárez, Felipe González, etc.
Esta mala tradición de los espadones fue transferida a nuestra América y durante siglos hemos sido la tierra de los golpes de Estado. El récord de pronunciamientos y golpes de Estado se los lleva Bolivia, pero ningún país de América Latina se escapa a esta herencia cultural militar española. Ni siquiera aquél que, como Haití, no pertenece a nuestra tradición y cultura, ha dejado de practicar los alzamientos.
Allí no se ha tratado solamente de alzarse contra los gobiernos sino que a esto se añadía una tradición tribal africana de "tierra quemada", que hacía que los alzados contra un gobierno, cuando tenían que retroceder ante el empuje de las fuerzas enemigas se dedicaban a la noble tarea de quemar las ciudades, poblados y cultivos, para dejar tras de sí la desolación. Una de las causas remotas de la erosión demencial existente en Haití en actualidad.
Uno de los estudios de ciencia política, a mi entender, más interesantes sobre el tema del militarismo es el famoso de S.P. Huntington sobre el pretorianismo. Siempre pragmático, el profesor de Harvard, diseccionaba este pretorianismo y sus variantes de intervención. En unos casos como el kemalismo turco, con aires modernizantes y seculares, o más cercano a nosotros, el militarismo "progresista" peruano de los años 70, precursor del chavismo actual. Que aunque no es un movimiento pretoriano tiene allí sus raíces y su impulso vital.
La noticia, la novedad, es que el golpe de estado militar ha estado desapareciendo en América Latina y ya se puede ver no como un lugar común sino como un extravío de militares "frikis". Hoy son "extraños frutos" que penden no de las magnolias, pero sí de los viñedos de las iras del Departamento de Estado. Justa y bienvenida actitud democrática lejos de los tiempos del "pentagonismo".
En aquellos tiempos de los años 70 y 80 del siglo pasado, lo común era favorecer, desde Washington, los golpes contra el "enemigo interno", estimados como agentes del comunismo internacional, aunque con ello acabaran con demócratas al margen de las disputas de la guerra fría.
Cayeron decenas de miles de personas en las represalias militares, entre ellas, personas comprometidas y radicales socialmente pero, que como hemos visto posteriormente, hubieran derivado hacia posiciones más moderadas. Como lo demuestran miles de aquellos que hoy forman parte protagonista de partidos de derecha, de centro y de una izquierda moderada a lo largo y ancho de nuestra América.
Los casos más sangrantes y más publicitados de esos golpes sangrientos, fueron el golpe de Estado en Chile de 1973 y los 30 mil muertos ocasionados por los militares argentinos, que para la opinión publicada, parecen más importantes que los 250 mil muertos ocasionados por los sanguinarios militares guatemaltecos en su guerra político étnica contra su propia población autóctona.
Recordemos que entre 1930 a 1980, en los 37 países que se agrupan para formar el espacio que se denomina como América Latina tuvieron lugar 277 cambios de gobierno, 104 de esos cambios fueron provocados por un golpe de estado militar.
Sin embargo, y este es el giro copernicano, de 1980 a 2010 ha habido 9 cambios de gobierno provocados por golpes o intervenciones militares. Esto significa que es la cifra más baja de golpes de estado habidos en toda la historia de América Latina desde el siglo XIX.
Los golpes de estado militares parecen que están en declive pero no así otras formas de acabar con los gobiernos que no funcionan o intentan continuar en el poder al margen de la legalidad.