Han pasado 50 años del asesinato de Ernesto Guevara. El mes pasado se cumplieron 54 años del derrocamiento del profesor Juan Bosch y el golpe a la democracia dominicana. Si algún vínculo une a estos dos grandes hombres es el de la coherencia y la inquebrantable dignidad.
Se ha especulado respecto a si ambos llegaron a conocerse o qué habría pensado uno del otro. Pero la historia y las finas plumas de ambos luchadores nos regalaron esas certezas del tiempo que merecen ser recordadas.
Lo sorprendente es que al definirse mutuamente, traspasan la mera descripción y resaltan la coherencia de la narrativa y esa intuición casi exacta de quién sería cada uno en el futuro. Se reconocen como iguales en la moral y la dignidad, a pesar de las infames mentiras y el descrédito que han lanzado algunos de sus detractores comunes.
Durante los primeros meses de 1954, mientras Don Juan se encontraba en Costa Rica, El Che estaba también en este país realizando su segundo viaje por América Latina. Fue allí donde ocurrió el encuentro entre el argentino y el dominicano. Ninguno de los dos lo quiso pasar por alto y así lo expresaron en posteriores escritos.
Por su parte, Ernesto Guevara lo plasmó en su Diario de Viaje, mientras que Juan Bosch escribiría un artículo al respecto, años después, al que nos referiremos más adelante.
En lo particular me resulta interesante cuál fue la impresión que dejó uno sobre el otro, para luego establecer, a mi juicio, qué importancia tiene para el presente recordar este curioso encuentro, de manera que, nos permitimos copiar textualmente lo que mencionara El Che al respecto:
Conocí a dos personas excelentes pero no el leprosorio. Al Dr. Arturo Romero, persona de vasta cultura ya retirado de la dirección del leprosorio por intrigas y al Dr. Alfonso Trejos, investigador de escuela y muy buena persona. Visité al hospital y recién mañana el leprosorio. Tenemos un día bravo. Charlar con un cuentista y revolucionario dominicano: Juan Bosch y con el líder comunista costarricense Manuel Mora Valverde.
La entrevista con Juan Bosch fue muy interesante. Es un literato de ideas claras y de tendencia izquierdista. No hablamos de literatura, simplemente de política. Calificó a Batista de hampón y rodeado de hampones. Amigo personal de Rómulo Betancourt y lo defendió calurosamente, lo mismo que a Prío Socarrás y Pepe Figueres. Dice que Perón no tiene arraigo popular en los países americanos y que en el año 45 escribió un artículo en que lo denunciaba como el más peligroso demagogo de América. La discusión se llevó en términos generales muy amables.[1]
A pesar de los múltiples intentos de desmeritar a Don Juan por parte de algunos sectores de la derecha y la pseudo-izquierda dominicana, El Che, quien fue el más grande latinoamericanista de todos los tiempos, supo comprender desde el primer momento la esencia libertaria y democrática de Juan Bosch, su claridad política y su cualidad innegable de revolucionario.
Por otro lado, Juan Bosch, escribió un artículo titulado Mis recuerdos del Che Guevara[2] donde expuso también que se encontraron en su casa de Costa Rica y que el joven guerrillero “a sus veinticinco o veintiséis años buscaba su destino y no sabía dónde estaba ese destino”[3], además de considerarle un joven simple, agudo e intensamente anti yanqui.
Ninguno se equivocó respecto al otro. Las ideas políticas de Juan Bosch y sus hechos, muchas veces polémicos pero contundentes, han coincidido con lo que el Che llamaba “la búsqueda de la democracia y la justicia social en los pueblos de América”. Los suyos fueron valores que, quien quiera hablar de transformaciones radicales en las relaciones de poder en nuestro país, debería seguir o, al menos, tomar en cuenta para la batalla ideológica y la confrontación política.
El Che sigue siendo el símbolo del antiimperialismo, de la revolución encarnada, de la construcción de la Patria Grande. La agudeza intelectual de Ernesto Guevara persiste en la memoria de muchos y en los textos y discursos que dejó como legado. Su ansiedad, cargada a veces en la mirada y otras veces en su andar, persistió hasta el día de su asesinato en Bolivia, puesto que le fue imposible tener que soportar la opresión, la miseria y las injusticias existentes en cualquier pueblo de América.
Ambos son el espejo donde no se mira hoy nuestra clase política. Cuelgan sus fotografías en sus casas, conocen a cabalidad sus biografías y se llenan la boca citando frases de su ideario. Es con este tipo de actos que la clase política convierte –a veces a propósito– seres como Ernesto y Don Juan en mitos, utopías y parte integral de un panfleto trasnochado, cuando en verdad su obra de vida fue todo lo contrario y contiene todo lo necesario para transformar radicalmente las condiciones sociales y políticas que sufren nuestros pueblos.
Nuestro intento no es el de sacralizar personajes históricos. Ha quedado claro que este no es un elemento que sume a las luchas del presente. Sí me resulta importante que, con una mirada al pasado, podamos rememorar la coherencia, la dignidad, la preocupación incesante por los humildes de la Tierra (hijos de Machepa), la soberbia necesaria contra los poderosos (tutumpotes), la lucidez ideológica y el compromiso con la democracia, más allá de su expresión formal, sobre la cual debe basarse la política.
Sabiendo que libraban la misma batalla en contra de los mismos sectores, quizás en escenarios que siguen siendo geográficamente distintos, pero esencialmente iguales, Ernesto Guevara y Juan Bosch representan hoy la importancia de la coherencia en el terreno político… Y debemos saber que, a más de 50 años, no han podido derrotar sus ideas y, a la vez, nos resulta tan urgente volver a ellas.
[1] GUEVARA, Ernesto. América Latina. Despertar de un continente. Selección de su diario Otra Vez del segundo viaje por América Latina (1953-1956). Centro de Estudios Che Guevara. Ed. Ocean Sur. 2007. P. 69.
[2] Este artículo fue publicado de forma digital por la Fundación Juan Bosch y se puede descargar en el siguiente enlace: http://www.juanbosch.org/index.php?route=libro/libro&libro_id=23
[3] BOSCH, Juan. Miradas sobre nuestra América. Ministerio de Cultura del Ecuador. Quito. 2013. P. 82.