Siempre que cerramos un ciclo, el ser humano tiende a reflexionar sobre lo pasado y lo por venir. El final de año se presta a este ejercicio al que nos prestamos mucho, el autor incluido. También somos conscientes de que a muchos lectores y relacionados estas líneas de introducción le parecerán la predica pastoral de un ministro protestante…Gracias por el elogio, bienvenido sea. Ahora vamos a reflexionar.
¿Qué es ser un arquitecto?
Cualquiera que se haya dedicado a este oficio podrá decir que su ejercicio fue algo más que proyectar edificios o espacios habitables por el ser humano. Quienes nos dedicamos actualmente a ello lo vamos comprobando día a día, y ciertamente es algo más. Podríamos llegar al atrevimiento de compartir el criterio establecido por otros colegas y maestros que plantean que es uno de los últimos humanistas de nuestro tiempo. Si no nos aventuramos en este juicio, cuando menos coincidimos en afirmar que la figura del arquitecto queda definida en el perfil de un gran humanista.
Pero ese humanista, cuya formación académica, necesariamente, debe estar fundamentada en una profunda vocación hacia la disciplina y la sistematización de métodos de trabajo (no por ello dejando de ser un ejercicio creativo constante); por su naturaleza intrínseca es una especie de híbrido entre la tecnología y ese humanismo intelectual al que hacemos referencia.
¿Qué dicen los maestros?
Bien lo planteaba Marco Lucio Vitrubio (80-70 a. C.-15 a. C.), arquitecto romano, cuando decía que el arquitecto debía ser versado en conocimiento del entorno natural (agregamos nosotros sobre el medio ambiente), la naturaleza de los materiales, los sistemas constructivos y estructurales, instalaciones sanitarias, matemáticas, astronomía, bellas artes, sociología. Todo este mandado hacia la erudición que nos deja Vitrubio es fácilmente reconocible en su obra “Los diez libros de Arquitectura”.
Si venimos más cerca de nuestros días comprobamos como esta idea, “Vitruviana” queda intacta en el corazón del arquitecto contemporáneo y así lo reafirma Carlos Raúl Villanueva (1900-1975 d.C), maestro de la arquitectura hispanoamericana, cuando nos dice:
“Creo que el arquitecto debe ser un humanista. Su visión debe ser global, universal y por lo tanto local (…) El Arquitecto es un intelectual, por formación y función. Debe ser un técnico, para poder realizar sus sueños de intelectual. Si tales sueños resultan particularmente ricos, vivos y poéticos”
Norman Foster, considerado por muchos como el mejor arquitecto vivo, el Leonardo de nuestro tiempo, es más simple y conciso en su juicio sobre el arquitecto y su oficio y lo plantea de la siguiente manera:
“Para ser arquitecto, tienes que ser dos cosas: optimista y curioso. Me gusta ser optimista. Creo que el espíritu humano es capaz de cosas increíbles. Los más bellos edificios, el Chrysler Building, el Empire State, fueron levantados en épocas de ruina, depresión, pesimismo. Ojalá podamos hacer lo mismo con este Mundo.
Esa curiosidad a la que alude Foster, es casi de manera obligatoria, el leitmotiv de un arquitecto post crisis. Una curiosidad que le lleve a ser una especie de hombre orquesta para tomar cualquier encargo, hemos dicho cualquier encargo, que se le haga, así sea que venga solo, acompañado con varios otros encargos paralelos y con fechas de entrega coincidentes.
Un arquitecto, más que por su formación, por su vocación, se verá siempre “tocando varios palos”; bien sea proyectando un edificio nuevo o rehabilitado, como escribiendo un libro sobre el oficio, o planificando el ordenamiento urbano de un pueblito perdido de la mano de Dios, en alguna sierra madrileña o una gran urbe en plano corazón de la selvática Sudamérica, como la futurista Brasilia.
Solamente nos consolamos con que un maestro de la talla de Foster también se queje un poco cuando dice que: “¡Al día le faltan horas! En serio: al día le faltan horas. Hay demasiadas cosas que hacer.”
Feliz 2018
Esperamos que en este nuevo ciclo de 8.760 horas, que se inicia el próximo 1 de enero, los múltiples oficios del lector-arquitecto, que nos sigue cada domingo, se puedan desarrollar con la habitual metodología sistemática de trabajo que le caracteriza por su formación, para su satisfacción personal y la del lector-cliente, que esperamos también nos lea los próximos 52 artículos.
Hasta la próxima