Es lamentable que, tradicionalmente, la labor docente se ha caracterizado por el aislamiento. En la mayoría de los casos, cada uno trabaja de forma individual sin compartir su práctica con otros, quizás por miedo, por falta de tiempo, por falta de apoyo institucional o por otro de muchos posibles factores. Otras veces compiten unos con otros. Sea cual sea la razón, aquellos que no colaboran con otros se están perdiendo de la gran oportunidad de aprender, innovar, mejorar su práctica y aportar al aprendizaje de sus estudiantes.

El docente no está solo. Realiza su trabajo en el contexto de una institución educativa junto a otros que pueden apoyar y promover el aprendizaje. La interacción y colaboración con otros facilita la transferencia de conocimientos, habilidades, estrategias, herramientas, ideas, entre otros. Esto tiene un efecto positivo, por lo que debe ser una meta a lograr.

Recientemente estuve presentando el tema de la colaboración docente a un grupo de profesores. Los participantes estaban esperando mi exposición. Sin embargo, comencé usando la herramienta de “Mentimeter” para que cada uno respondiera a las preguntas en sus celulares y pudiéramos ver las respuestas en tiempo real y discutirlas. El resultado fue que, a pesar de que muchos dicen que colaboran con otros docentes, la mayoría lo hace para compartir materiales y recursos o para planificar, pero no con un nivel de profundización necesario para transformar y mejorar su práctica.

Luego de compartir y observar las gráficas con los resultados de sus respuestas, se sorprendieron al ver que la siguiente actividad consistía en usar masilla para realizar una actividad lúdica y colaborativa. Inmediatamente se evidenció entusiasmo y motivación por parte de cada uno mientras realizaban la tarea, asumiendo y compartiendo roles y responsabilidades para el logro de una meta compartida. Se convirtió en una gran experiencia de aprendizaje colaborativo.

Esta experiencia real permitió a los docentes reflexionar y aprender junto a otros sobre el tema de manera práctica. Pudieron identificar los beneficios de la colaboración para la mejora de su práctica educativa y de los aprendizajes de sus estudiantes, tal como lo demuestran diversas investigaciones. Pero también descubrieron que el simple hecho de colaborar no garantiza los resultados positivos, sino que son necesarias ciertas condiciones personales, de estructura, a nivel de grupo, de proceso y organizacional para que la colaboración sea efectiva. Esto lo confirman los autores que han investigado el tema.

La verdadera colaboración docente no consiste en realizar una tarea o actividad puntual con otros colegas, sino que implica un camino y un proceso en el cual se comparte la responsabilidad del aprendizaje y del desarrollo de los estudiantes. Para esto es necesario tener una visión compartida sobre la práctica educativa. La colaboración es profunda cuando involucra las creencias que tienen los docentes. Sólo así se logrará el cambio y la mejora. Esto se convierte en todo un reto para las instituciones y para los propios docentes. Vale la pena intentarlo.

Cada institución educativa es responsable de promover una cultura de colaboración en la que los equipos docentes se conviertan en comunidades profesionales de aprendizaje. Comunidades en las que se aprende con y de colegas, en las que el liderazgo está distribuido. Es recomendable que los docentes puedan observarse unos a otros y retroalimentar su práctica de aula. A partir de esta reflexión compartida se generan los cambios deseados.

En este nuevo año escolar invito a los centros educativos a crear las condiciones para que sus docentes rompan las barreras y puedan trabajar de forma colaborativa e impulsar iniciativas de mejora. Esto será de gran beneficio para todos.

Fuente consultada:

https://www.researchgate.net/publication/275723807